—Solo ten cuidado, ¿quieres? —dijo Gerry de manera protectora y abrazó a su hermana con cariño. —¡Ay! ¡¿Quién te dio esa flor?! —exclamó Mary saliendo del abrazo de su hermano y viendo con emoción la rosa en las manos de Frida. —Ah… —Yo se la di… —respondió Gerry orgulloso. —¡Creo que deberían
—No lo sé… Creo que hubiera preferido una hamburguesa con queso y papas —dijo Frida con una risita que Gerry compartió. —Dudo mucho que la vendan aquí. —Gerry la vio por encima del menú y se quedó pasmado ante esa carita pícara que acompañaba la broma—. Aunque podríamos preguntar. —¿Qué? ¡No! ¡¿C
Román entró con su altanería, su traje fino y esa mirada hostil que le congeló el corazón a Frida. Marianne corrió a sus brazos y lo estrechó con fuerza. Ella parecía completamente enamorada, mientras que él daba la apariencia de un cruel depredador.—¡Llegaste temprano! —dijo Marianne y depositó un
En el centro de la mesa un enorme arreglo floral llamó su atención. Eran rosas en abundancia y su aroma se entremezclaba con el de los alimentos. En la base, una nota solitaria parecía perdida. Al abrirla sus ojos se llenaron de lágrimas: «Cuando te ponga las manos encima…». Su labio inferior comenz
Frida se envolvió mejor en su chalina mientras caminaba por el viñedo, bañada por la luz de luna y acompañada de su soledad. La brisa fría de la noche anestesiaba su dolor. De pronto escuchó un forcejeo cerca. Caminó entre las plantas hasta llegar a la zona más oscura. Los hombres que trabajaban e
De pronto se vieron ambos hermanos cara a cara y un único nombre llegó a su mente: «Román». La policía se había llevado a los hermanos conflictivos mientras Frida se enjuagaba el rostro en la cocina, retirando la sangre y presionando un trapo contra la herida. —La herida no es profunda, pero s
—Creí que me daría mucho gusto saber que mi padre por fin pagaría por todo lo que me hizo, pero… me siento mal, siento lástima por él —dijo Frida cabizbaja. —Tu nobleza te traiciona… Eres demasiado piadosa… Mírate ahora mismo, dices odiarme y me amenazas, pero no te atreves a golpearme… —Ya desq
—Deme una oportunidad, mi mujer sigue ahí, aun podemos continuar con el plan… —Ya no hay nada que vigilar… Mi hermano ha regresado para reclamar lo que cree que es suyo. —No, el señor Román ha hecho notar su interés en la dueña de la finca, la señorita Marianne. Marco frunció el ceño, parecía con