—¿Sarah? Ni siquiera la conoces… —dijo Román desconcertado. —¡Vaya que la conozco! ¡Ella fue la desgraciada que me recomendó venir a esta m*****a mansión a pedir trabajo! ¿Me dirás que no estás enterado? ¡¿Nadie te dijo que tenías que usarme para chantajear a mi padre o eso salió de ti por iniciati
—Román… ¿Quién eres? ¿Por qué te comportas así? —July, creo que te has equivocado. ¡Siempre he sido así! —exclamó sacándose el cinturón, dispuesto a usarlo contra ella—. Cuando regresaste a esta casa, conociste al hombre dócil que solo quería el amor de Frida, pero… ¿adivina, qué? Frida se fue… Tú
—¡Vamos, Román! No me gusta verte así. Recuerda que somos muy buenos amigos y me puedes decir lo que sea —dijo Celia con actitud infantil y acarició la mejilla de Román—. ¿Hace cuánto que no eres consolado por el calor de un cuerpo femenino? —Celia, no estoy de humor, además… soy un hombre casado.
Se sentó delante de la barra y pidió una cerveza. El cantinero, un hombre gordo y mal encarado con un bigote prominente, dejó la botella frente a ella y se sorprendió al verla bebiendo con tanta agilidad. —Otra ronda… Yo invito —dijo un hombre acercándose a ella. —No estoy interesada… —Tranquila
Listo para quitarse los pantalones y escabullirse entre las piernas de Frida, tomó su teléfono e hizo una llamada, los paparazzis mañana estarían listos para tomar las fotos pertinentes. Cuando colgó, abrió la cámara y tomó un par de fotos de Frida ebria y adormecida. Una última donde él la besaba c
Cuando Marco había terminado de vestirse, fue al carro y subió unas bolsas con ropa para mujer de la marca de su empresa. Eran vestidos casuales, pero refinados, así como unos tacones negros. Quería llevarla a la residencia Sorrentino y que Tiziano la viera como toda una dama. Quería que se viera
Las imágenes no eran nítidas, pero llegaron a cada rincón con encabezados como: «El CEO de la empresa GB: ¿en una relación?», «Mujer misteriosa saliendo del hotel con el señor Marco Gibrand. ¿También se casará?». Para suerte de Frida, su rostro no era tan claro, pero Román sabía que era ella, la rec
—¡Qué corazón tan cruel tienes, Frida!, pero no te preocupes, tengo más motivos que te pueden unir a mí —añadió y le ofreció el folder. Frida se lo arrebató con desconfianza y en cuanto lo abrió su semblante palideció. Era la foto de Jake y una serie de documentos que estaban ligados a su muerte,