Se sentó delante de la barra y pidió una cerveza. El cantinero, un hombre gordo y mal encarado con un bigote prominente, dejó la botella frente a ella y se sorprendió al verla bebiendo con tanta agilidad. —Otra ronda… Yo invito —dijo un hombre acercándose a ella. —No estoy interesada… —Tranquila
Listo para quitarse los pantalones y escabullirse entre las piernas de Frida, tomó su teléfono e hizo una llamada, los paparazzis mañana estarían listos para tomar las fotos pertinentes. Cuando colgó, abrió la cámara y tomó un par de fotos de Frida ebria y adormecida. Una última donde él la besaba c
Cuando Marco había terminado de vestirse, fue al carro y subió unas bolsas con ropa para mujer de la marca de su empresa. Eran vestidos casuales, pero refinados, así como unos tacones negros. Quería llevarla a la residencia Sorrentino y que Tiziano la viera como toda una dama. Quería que se viera
Las imágenes no eran nítidas, pero llegaron a cada rincón con encabezados como: «El CEO de la empresa GB: ¿en una relación?», «Mujer misteriosa saliendo del hotel con el señor Marco Gibrand. ¿También se casará?». Para suerte de Frida, su rostro no era tan claro, pero Román sabía que era ella, la rec
—¡Qué corazón tan cruel tienes, Frida!, pero no te preocupes, tengo más motivos que te pueden unir a mí —añadió y le ofreció el folder. Frida se lo arrebató con desconfianza y en cuanto lo abrió su semblante palideció. Era la foto de Jake y una serie de documentos que estaban ligados a su muerte,
—Tendrías que permanecer toda tu gestación en cama y con inyecciones de progesterona. Aun así, no significa que vaya a funcionar —dijo el doctor con tristeza. —¿Tú qué deseas hacer? —preguntó Marco viéndola con lástima. De pronto el dolor de Frida estaba intoxicándolo y se sentía miserable—. Si des
—Estás equivocado, firmó el divorcio en cuanto vio cómo te paseabas con la hermosa Celia —dijo Marco acomodándose el saco y sacudiéndose los hombros, satisfecho por ver el rostro de Román palidecer—. Frida es mi novia, yo soy quien se quedará a su lado —se dirigió hacia la doctora que parecía cada v
Ese había sido un golpe duro al corazón, Lorena se sentía tan agraviada como si fuera la mismísima Frida. Con una mano en el pecho y sabiendo que no podía ir en contra de los deseos de su jefe preguntó: —¿Rosas rojas están bien? —¡No! —exclamó Román resoplando con molestia—. No quiero volver a ve