—¡Qué corazón tan cruel tienes, Frida!, pero no te preocupes, tengo más motivos que te pueden unir a mí —añadió y le ofreció el folder. Frida se lo arrebató con desconfianza y en cuanto lo abrió su semblante palideció. Era la foto de Jake y una serie de documentos que estaban ligados a su muerte,
—Tendrías que permanecer toda tu gestación en cama y con inyecciones de progesterona. Aun así, no significa que vaya a funcionar —dijo el doctor con tristeza. —¿Tú qué deseas hacer? —preguntó Marco viéndola con lástima. De pronto el dolor de Frida estaba intoxicándolo y se sentía miserable—. Si des
—Estás equivocado, firmó el divorcio en cuanto vio cómo te paseabas con la hermosa Celia —dijo Marco acomodándose el saco y sacudiéndose los hombros, satisfecho por ver el rostro de Román palidecer—. Frida es mi novia, yo soy quien se quedará a su lado —se dirigió hacia la doctora que parecía cada v
Ese había sido un golpe duro al corazón, Lorena se sentía tan agraviada como si fuera la mismísima Frida. Con una mano en el pecho y sabiendo que no podía ir en contra de los deseos de su jefe preguntó: —¿Rosas rojas están bien? —¡No! —exclamó Román resoplando con molestia—. No quiero volver a ve
—Pues no lo quiero de regreso… Si deseas venderlo o regalarlo, es tu responsabilidad. —Que seas dadivoso no cambiará nada entre nosotros. —Lo sé… Corrijo mis palabras, tienes alma de perro cuando alguien te trata bien, pero eres tan orgullosa como un gato y me alegra que ahora le toque a Román pa
Como buen macho dominante, algunas hembras se le acercaron con curiosidad, manteniendo la distancia pertinente para que Celia no atacara, pero fueran notadas por Román. Todos se preguntaban dónde estaba la señora Gibrand y por qué Román llevaba a Celia, pero ninguno se animaba a tocar el tema de fre
—¿Por qué actúas como si fueras la víctima? —Rodeó la mesa con el acta entre las manos, viéndola con desprecio—. Abortas a mi hijo por poder estar con mi hermano… ¿y me hablas como si yo fuera el villano en todo esto? —¿Qué? —Frida se sentía desequilibrada por primera vez en la noche. —¿Creíste q
Frida, con ambas manos sobre su pecho comenzó a forcejear. No lo quería cerca, le dolía. —¡Suéltame! ¡Déjame en paz! Román tomó su rostro entre sus manos, obligándola a levantar su mirada rota hacia él. —No… Ya no… Ya no quiero soltarte. Cada vez que te vas, los malentendidos arruinan aún más lo