Un anillo nuevo, con un pequeño zafiro en el centro, brilló con fuerza. Para Román era tan hermoso como ver a los ojos a Frida. —Mi madre solo quería escapar del temperamento agresivo de mi padre. Salieron en carros diferentes y… ninguno de los dos regresó… Frida se quedó en silencio, sorprendid
La noche había caído y, dentro de la habitación, Frida se cuestionaba la presencia de July en la casa. ¿Qué hacía de regreso si las niñas ya no la necesitaban? Aunque era una pregunta que le podría generar incertidumbre, se sentía muy tranquila y estaba dispuesta a esperar a que Román se lo aclarara
—¿Sabes quién te arrolló aquella vez? Fue Sarah… Aún debe de tener el auto guardado en su garaje. ¿No te parece curioso que justo el día que Román estaba cerca, tú resultaras lesionada y despertaras aquí? —¡Cállate! Solo me quieres envenenar… —dijo Frida mientras las lágrimas caían. —Lo que quier
—¿Sarah? Ni siquiera la conoces… —dijo Román desconcertado. —¡Vaya que la conozco! ¡Ella fue la desgraciada que me recomendó venir a esta m*****a mansión a pedir trabajo! ¿Me dirás que no estás enterado? ¡¿Nadie te dijo que tenías que usarme para chantajear a mi padre o eso salió de ti por iniciati
—Román… ¿Quién eres? ¿Por qué te comportas así? —July, creo que te has equivocado. ¡Siempre he sido así! —exclamó sacándose el cinturón, dispuesto a usarlo contra ella—. Cuando regresaste a esta casa, conociste al hombre dócil que solo quería el amor de Frida, pero… ¿adivina, qué? Frida se fue… Tú
—¡Vamos, Román! No me gusta verte así. Recuerda que somos muy buenos amigos y me puedes decir lo que sea —dijo Celia con actitud infantil y acarició la mejilla de Román—. ¿Hace cuánto que no eres consolado por el calor de un cuerpo femenino? —Celia, no estoy de humor, además… soy un hombre casado.
Se sentó delante de la barra y pidió una cerveza. El cantinero, un hombre gordo y mal encarado con un bigote prominente, dejó la botella frente a ella y se sorprendió al verla bebiendo con tanta agilidad. —Otra ronda… Yo invito —dijo un hombre acercándose a ella. —No estoy interesada… —Tranquila
Listo para quitarse los pantalones y escabullirse entre las piernas de Frida, tomó su teléfono e hizo una llamada, los paparazzis mañana estarían listos para tomar las fotos pertinentes. Cuando colgó, abrió la cámara y tomó un par de fotos de Frida ebria y adormecida. Una última donde él la besaba c