—Román… Te estoy haciendo un favor. ¿Qué otro motivo necesitas para alejar a esa mujer de tu vida? Ha gritado a los cuatro vientos que te odia, se mantiene distante y grosera, es hija de Sorrentino. Es un potencial peligro para la empresa y para tu futuro, pero parece que no eres capaz de notarlo.
El día había llegado y mientras Román se ajustaba la corbata ante el espejo, la puerta de su habitación se abría, mostrando a July, con sus hermosos cabellos rubios recogidos y un vestido violeta que hacía lucir de manera refinada sus atributos. En sus manos pendía un sobre blanco que Román no su
Román aplastó el papel y lo dejó sobre el tocador. —Escúchame bien, me voy a casar con Frida y nos iremos de luna de miel muy lejos de aquí, cuando regresemos ella estará embarazada de mi tercer hijo y tú te mantendrás con la boca cerrada… —Román, por favor… detente —suplicó July con el corazón
—¡Lorena! —¡Señor! ¡Sí, señor! —Pegó un brinco y salió corriendo para dar el aviso. —Pobre mujer… Te tiene mucho miedo y se nota que tú lo disfrutas —dijo Frida peleando por subir el cierre de su vestido. —Quien nunca debe de temerme eres tú —dijo Román ayudándole y besando su hombro con ternura
El corazón de Tiziano se retorció dentro de su pecho, el cambio fue tan turbulento que dolía. Vio esos ojos azules, idénticos a los de Frida y ante la sorpresa de todos, acercó su mano con gentileza para acariciar los cabellos de Emma. —Mucho gusto, Emma y Carina… —Cargó a la pequeña Cari y de inme
De pronto el silencio volvió a imponerse en la fiesta en cuanto Tiziano y Román salieron de la casa. Todos en el jardín parecían temerosos de que alguna clase de disputa a muerte se diera entre los dos o simplemente era el respeto de ver a dos hombres dominantes y feroces en el mismo lugar. —¡Abue
Marco Gibrand disfrutaba de una piña colada y del calor del sol, al lado de la alberca, aunque no tenía intenciones de volver esto un viaje de placer, lo estaba disfrutando. De pronto vio a un par de jovencitas que le dedicaban ojos coquetos y no pudo evitar sonreírles de vuelta. Se levantó mostrand
—Qué puchero tan feo para una cara tan bonita —dijo alguien a su lado, tomándola por sorpresa. Frida vio a un hombre apenas más joven que Román, tenía unos ojos negros tan profundos como la obsidiana y un gesto astuto. Román esperaba el par de tragos mientras se sentía demasiado viejo para un