Frida llegó hasta el estudio donde se encontraba Román, rebasó la puerta y caminó con seguridad hasta el escritorio, sus pasos hicieron que Román levantara la mirada de sus documentos. —¿No acostumbras tocar la puerta? —preguntó molesto. —Tú me llamaste… —respondió Frida cruzándose de brazos. —Re
Román acarició el rostro de la niña con ternura y le sonrió. —Aunque no lleves mi apellido, siempre podrás contar conmigo, pero eso no significa que puedas hablarle así a mamá, menos frente a mí. Ahora límpiate esas lágrimas… —Tomó un pañuelo de su saco y limpió la cara de Emma con cuidado— …y píde
—¿Qué diría la gente si fuera más dulce con la institutriz de sus hijas que con quien dice ser su esposa? —July se acercó un poco más, disfrutando haber borrado la sonrisa del rostro de Frida—. Cuando el contrato termine, saldrás de nuestras vidas y todo volverá a ser como tiene que ser, por mientra
—Tienes razón… Tú y yo no somos de la misma talla… —agregó con odio—. Qué bueno que te das cuenta. Mordiéndose la lengua, July la vio regresar sobre sus pasos y perderse detrás de la puerta. El corazón le hervía en odio. —Claro que me di cuenta, Frida… desde el primer día en que te vi —dijo ent
Cuando quiso jalar a Frida hacia él, un par de manos lo tomaron de los hombros y lo hicieron girar, encontrándose con el puño de Román. —¡¿Qué se supone que estás haciendo con mi mujer?! —exclamó furioso. Tenía ganas de destrozar a ese pobre diablo con sus propias manos. —¡Señor Gibrand! ¡No sabí
—Regresarás a casa a cuidar de Emma… Yo puedo hacerme cargo de mi esposa y mi hija, ya hiciste suficiente. —Román, Bastian ya está cuidando de Emma… —¿No me escuchaste? ¡Fuera de mi vista! —Yo no debería de ser la víctima de tu furia. Frida se alcoholiza hasta perder la razón y ¿yo soy la mala?
—¿Perdón? —preguntó Frida tragando saliva y retrocediendo encima de la cama. —Sí, estabas ansiosa porque te follara —dijo Román con esa mirada lasciva llena de lujuria. Posó sus manos en las rodillas desnudas de Frida y comenzó a recorrer sus muslos, escurriéndose por debajo de la bata que la cubrí
—Ese hijo de puta… —Sin dar más explicaciones, Román salió de la habitación y llamó a su abogado—. ¿Álvaro? Quiero que me digas quien fue el maldito que molestó ayer a Frida, dame un nombre y manda a los chicos por él. —Sí, señor… ¿A la bodega de siempre? —A la bodega de siempre —respondió Román