—¿Perdón? —preguntó Frida tragando saliva y retrocediendo encima de la cama. —Sí, estabas ansiosa porque te follara —dijo Román con esa mirada lasciva llena de lujuria. Posó sus manos en las rodillas desnudas de Frida y comenzó a recorrer sus muslos, escurriéndose por debajo de la bata que la cubrí
—Ese hijo de puta… —Sin dar más explicaciones, Román salió de la habitación y llamó a su abogado—. ¿Álvaro? Quiero que me digas quien fue el maldito que molestó ayer a Frida, dame un nombre y manda a los chicos por él. —Sí, señor… ¿A la bodega de siempre? —A la bodega de siempre —respondió Román
—Entonces… estás satisfecha con mi desempeño entre tus piernas —afirmó Román con media sonrisa. Orgulloso de su labor. —¿Qué necesitas, Román? ¿Qué papel quieres que firme ahora? —añadió Frida queriéndose esconder detrás de su orgullo. Sin esperarlo, Román la tomó por la cintura y la bajó de ese p
—…Te describirán como la mujer más hermosa que sus lentes hayan grabado, aclamarán tus bellos ojos y tu piel tersa, describirán la deliciosa figura que luces y muchos me envidiarán, no por mi dinero ni mi poder, sino porque nunca podrán tener en sus camas a una mujer tan apetecible —agregó mientras
—Porque él no es mi padre… No desde hace más de diez años —respondió Frida cabizbaja mientras escuchaba como el cierre se abría. —¿Si sabes quién es él? ¿Estás consciente de lo que hace? —Sí, lo mismo que tú. ¿Por qué hablas como si eso fuera malo? —preguntó molesta y a cambio Román tiró de ella,
Se mordió los labios y salió del despacho, sintiéndose revitalizada y llena de dicha. Román pagaba sin chistar el vestido, esta vez no parecía molesto por desembolsar una cantidad exorbitante. De pronto Frida vio como la puerta de cristal se comenzó a llenar de personas con cámaras. Tocó un par
Tiziano Sorrentino parecía ser justo una versión más grande y estricta de Román. Sus empleados le temían y era complicado conseguir una cita con él. July tuvo que esperar el momento exacto en el que él llegaba al edificio de su empresa para poder atajarlo. —¡Señor Sorrentino! —exclamó agitando la m
—¡Deja a mi mamá! —exclamó Emma furiosa, quien subió los escalones con velocidad para empujarlo—. ¡No le grites! —¡Emma! ¡Cálmate! —dijo Bastian tomando a la niña por las muñecas. —¡No tienes derecho a gritarle así! —Emma tenía la ferocidad de Frida corriendo por sus venas. —Emma… Bastian no qui