—¿Dónde está Jake? ¡Quiero ver a mis hijas! —Le costaba distinguir entre la verdad y la mentira. Sus recuerdos eran difusos y las palabras de la enfermera la mareaban. —¡Señorita Frida! —exclamó la sirvienta al entrar a la habitación—. ¡Despertó! —¿Lorena? —Aún se acuerda de mí, ¡qué gusto! —dij
Román esperaba en su auto, un Bentley negro de alto valor, mientras se acomodaba los puños de la camisa. Alguien tocó en la ventana antes de pasar un documento con cuidado de no mancharlo con la misma sangre que ensuciaba sus ropas. El abogado de Román lo inspeccionó con atención, temeroso de encont
—Tienes puntos por sinceridad, pero más te vale que no intentes hacer otra bromita petulante enfrente de mí. Yo no soy tu amigo, soy tu jefe y tu mi empleado, que jamás se te olvide —dijo Román viéndolo con desconfianza. Su expediente hablaba maravillas de él y todas comprobables, pero le daba mala
Román había perdido el control de sí mismo y Jake no era tan diestro para hacerle frente. Frida gritaba desesperada desde la cama sin lograr nada, así que hizo un esfuerzo por ponerse de pie. Con la lentitud de una tortuga, logró llegar hasta Román y posar sus manos en su espalda. Este volteó con ac
—¿Qué haces fuera de la cama? —preguntó Román malhumorado y acercándose a Frida. —Ya estoy harta de esa cama —respondió sosteniendo su mirada. Aún estaba confundida, no sabía si Román era un hombre bueno o malo, pero estaba cuidando de sus hijas y ofreciéndoles lo mejor. —No es por gusto, tienes
—¡Estás loco! —exclamó Frida horrorizada. —Solo tomo precauciones… —respondió Román sin borrar su sonrisa soberbia. —¿En verdad el dinero que te robé te dolió tanto que ahora quieres torturarme? —No me dolió que te llevaras el dinero. Siempre puedo conseguir más, pero eso no fue lo único que te
Al prestar más atención, se dio cuenta que iba acompañada de un jovencito más grande que Emma. Tal vez de unos 15 o 16 años y mal encarado. Destilaba rebeldía por cada uno de sus poros. Su mirada cargada de rencor y boca torcida le hizo imaginar a Frida que era una versión más joven de Román. —Fri
Mientras Román terminaba de arreglarse el traje, Frida tomaba una ducha, untando jabón sobre su anillo de bodas, en un intento desesperado por quitárselo sin que la lastimara, pero era inútil. —Frida, no tardes. Te estaré esperando en el salón junto con las niñas. Tienes veinte minutos —dijo Román