Frida llegó a su puesto donde comenzó a recibir a los comensales con el mismo gusto de siempre hasta que una pareja la dejó sin aliento. Frente a ella estaba Román con esos ojos negros que parecían carbones encendidos en cuanto la vio. —¿Mesa para dos? —preguntó Frida con el corazón latiéndole en
—¿Qué fue lo que ocurrió entre nosotros, Frida? —Román se sentía culpable. —Un contrato fallido. —No… Aún me debes un hijo, aún eres mía, ese contrato sigue siendo válido —respondió indignado, atrapando el rostro de Frida entre sus manos—. Tu vientre aún es fértil y tu firma sigue fresca en ese p
—Bien, vámonos… —Jake comenzó a quitarse el mandil y su filipina—. No dejaré que huyas sola. No de un tipo como él. —Es lo que he estado haciendo todo este tiempo, no necesito tu protección. —No necesitas mi protección, pero conmigo todo será más fácil, créeme… Una carga pesa menos cuando se repar
—¿Dónde está Jake? ¡Quiero ver a mis hijas! —Le costaba distinguir entre la verdad y la mentira. Sus recuerdos eran difusos y las palabras de la enfermera la mareaban. —¡Señorita Frida! —exclamó la sirvienta al entrar a la habitación—. ¡Despertó! —¿Lorena? —Aún se acuerda de mí, ¡qué gusto! —dij
Román esperaba en su auto, un Bentley negro de alto valor, mientras se acomodaba los puños de la camisa. Alguien tocó en la ventana antes de pasar un documento con cuidado de no mancharlo con la misma sangre que ensuciaba sus ropas. El abogado de Román lo inspeccionó con atención, temeroso de encont
—Tienes puntos por sinceridad, pero más te vale que no intentes hacer otra bromita petulante enfrente de mí. Yo no soy tu amigo, soy tu jefe y tu mi empleado, que jamás se te olvide —dijo Román viéndolo con desconfianza. Su expediente hablaba maravillas de él y todas comprobables, pero le daba mala
Román había perdido el control de sí mismo y Jake no era tan diestro para hacerle frente. Frida gritaba desesperada desde la cama sin lograr nada, así que hizo un esfuerzo por ponerse de pie. Con la lentitud de una tortuga, logró llegar hasta Román y posar sus manos en su espalda. Este volteó con ac
—¿Qué haces fuera de la cama? —preguntó Román malhumorado y acercándose a Frida. —Ya estoy harta de esa cama —respondió sosteniendo su mirada. Aún estaba confundida, no sabía si Román era un hombre bueno o malo, pero estaba cuidando de sus hijas y ofreciéndoles lo mejor. —No es por gusto, tienes