—Eres insoportable… Frida quiso darle la espalda, pero la mano de Román la tomó por la nuca y la obligó a girar hacia él. Su toque era firme, conservaba el equilibrio entre dominación y gentileza, pues su sujeción no la lastimaba, pero la invitaba a someterse. Román acercó su rostro al de ella, olf
La familia del CEO había recibido con gusto a Frida y esta había logrado que el noviazgo pareciera sincero, pero al regresar del festejo del abuelo, su vida en la mansión de Román se volvió solitaria. Él trabajaba todo el día y llegaba por las noches solo para llevarla a la cama y desatar esa pasión
—Lo siento, Frida… pero necesito a ese hijo —añadió Román viéndola con lástima. —Tendrá que abandonar la casa de inmediato y… —Detente… —pidió Román a su abogado—. Yo me encargo a partir de este momento. Ya te puedes retirar. El abogado asintió y, con torpeza, volvió a guardar los documentos ant
El escape de la ciudad había sido vertiginoso, pero lo que más le había costado a Frida era dejar a Román en la cama, con ese aspecto tan sereno. Acarició sus cabellos y besó sus labios como despedida antes de dejar la nota en la mesa de noche. A escondidas y cuidando que la servidumbre no la viera,
—¿Qué les digo a los chicos? —insistió el abogado. —Diles que envíen un arreglo de rosas blancas a la niña en cuanto salga de su operación y dejen una única rosa roja para Frida, quiero que esa rosa lleve un mensaje… —¿Algo más? —Denle una semana de ventaja, mientras se recupera la niña, y desp
La búsqueda iba de mal en peor, los hombres de Román eran unos ineptos ante sus ojos. Estaba cada día más malhumorado y cada mujer que resultaba ser una buena opción terminaba siendo rechazada, pero ya había escogido a su siguiente víctima y estaba revisando el contrato. Esa noche la conocería. —¿
—Jake… No puedo hacerte esto… —Frida puso distancia entre los dos. Era un gran amigo, pero no le interesaba aceptarlo como pareja. —Frida… Déjame ayudarte… No decidas pensando en lo que perderás, porque no será así. Y si tienes miedo de que te pida algo a cambio, ten por seguro que no lo haré.
Frida llegó a su puesto donde comenzó a recibir a los comensales con el mismo gusto de siempre hasta que una pareja la dejó sin aliento. Frente a ella estaba Román con esos ojos negros que parecían carbones encendidos en cuanto la vio. —¿Mesa para dos? —preguntó Frida con el corazón latiéndole en