Edgard Barrington POVDespués de arreglar algo más metí unas cosas más en mi maleta e hice el camino a casa de Marianne. Mi nueva encontrada confianza todavía no dudaba pero estaba empezando a preocuparme por la llamada. No sabía lo que tenía que decir, o lo que ella diría. O si ella diría algo, en realidad.Llamé a la puerta y sentí unos pequeños brazos que rodeaban mi cuello. Me encontré siendo inundado por besos que cubrieron mi rostro y me reí, cogiendo a mi dulce Marianne.—¿Me echaste de menos?—Más de lo que alguna vez sabrás.—Contestó, solo había amor en su voz. Besó la curva de mi cuello, provocándome escalofríos en mi columna vertebral.—Bien, prometo que no me alejaré de tu lado hasta el lunes por la mañana.—Suena como el paraíso.—También para mí.—Admití con una sonrisa. Volví a colocarla sobre sus pies.—Venga, permíteme que hable con tu madre y termine con esto.—¿Puede esperar hasta la próxima semana?—Preguntó débilmente.—Marianne, cuanto antes mejor. No quiero que pier
Marianne Cooper POV—¿A dónde vamos?—Pregunté total y completamente sorprendida.—Horseshoe ¿Sabes cómo llegar?—Sí, Edgard, sé llegar. Es gigantesco ¿Cómo podría perderme? Es demasiado caro. No quiero que gastes tanto dinero en mi.—Me quejé.—Marianne, es para mi también. Por favor, sígueme la corriente.—Edgard…Estábamos en mi camioneta, pero aun no nos habíamos movido. Tiró de mí y me puso sobre su regazo.—Marianne, deja que te lleve a un sitio bueno. Tengo algunos planes especiales y ya están puestos en marcha. Sería horrible cancelarlos ahora.—Bien.—Refunfuñé. Él sonrió y apretó sus labios lisos contra mi mejilla.—Va a gustarte te lo prometo.—Me gustaría un motel si fuese contigo.Rió entre dientes antes de oler mi cuello.—Solo lo mejor para mi amante.La palabra amante me produjo escalofríos en la espalda y él lo notó. Me acercó más, besando mi oído. Capturó el lóbulo entre sus labios, succionando suavemente.—Eres un tramposo.—Gimoteé.—No soy un tramposo, solo el que mejor
Marianne Cooper POVMe sentó sobre una silla de tela.—¿Tienes hambre?—Preguntó dulcemente. Colocó sus manos a los lados de mis rodillas y me pareció que estaba arrodillado frente a mí.—Un poco.—Contesté. Por alguna razón me ruboricé. Sentir esta vulnerabilidad era muy extraño y me avergonzaba.—Para la mayoría de las personas la alimentación es una experiencia muy visual. No me sorprendería demasiado si alguna vez le dijiste a tu madre que no comerías algo porque parecía repugnante.—Todos los niños lo han hecho, bastantes veces de todas formas.—Solté una risita recordando algunas batallas que tuve con mi madre.—Yo solía decirle a mi madre que no comería algo porque olía asqueroso o lo sentía desagradable. ¿Qué dices a eso?—Se rió suavemente para él.—Ya sabes, algunas personas no pueden decir lo que comen sin mirarlo, a no ser que lo que estén comiendo tenga un sabor realmente fuerte.—Creo que yo podría.—¿Podrías decir lo que estás probando? ¿Oliéndolo?—Sí…—Sonó más bien como un
Marianne Cooper POV Besó mis labios, pero luego se alejó completamente. Busqué a tientas su cuerpo pero no pude encontrarlo. Gemí, echándole de menos ya.—Estas impaciente.—Rió entre dientes. La música comenzó a llenar el cuarto, suave y hermosa. Alguien comenzó a cantar en español o en italiano o en alguna lengua romántica. No pude concentrarme el tiempo suficiente para entenderlo. De cualquier manera era muy hermoso. Me senté sobre la cama y me desvestí. Empecé por mis zapatos, con la esperanza de no ponerlos en medio. Edgard me tocó los tobillos haciéndome saltar. Rió entre dientes un poco y avanzó sobre mí.—¿Nerviosa? —Un poco.—Admití con una pequeña sonrisa. Llevé mis manos a su cara, y las deslicé hacia abajo, sintiendo cada musculo. Gimió cuando llegué a su estómago, apretándose fuertemente bajo mi toque.—Si sigues haciendo este tipo de cosas no voy a ser capad de concentrarme para realizar todo lo que tenía planeado. —¿Qué planeaste? —Es una sorpresa.—Dijo con orgullo. G
Marianne Cooper POV Finalmente salió de mi y puso su cabeza en mi pecho, la palma de su mano descansó en mi estomago.—Te amo. —Te amo tanto. Gracias. —¿Gracias por qué?—Preguntó, al parecer, confundido. —Por dejarme ser como tú. Eres realmente sorprendente y yo nunca… podría hacer lo que tú haces con tanta gracia.—Jugué con su pelo, haciéndolo girar en mis dedos. —No lo hago muy bien, simplemente no me golpeo contra tantas cosas como tú.—Bromeó.—¿Estás segura de que, por lo menos, no tienes mal la vista? —20/20—Le empujé. Se rió y besó el lugar donde mi corazón todavía palpitaba con fuerza. Aun no se había calmado por completo .(con lo de 20/20 bromea sobre las dioptrías que tiene en cada ojo) —Edgard ¿sabes que te amo de cualquier forma? ¿Qué te amaría si pudieses ver o si fueses ciego y sordo? Al principio no dijo nada pero asintió despacio.—Me siento de la misma forma. Tú me llamas, Marianne. Cada parte de ti. No puedo vivir sin ti. Te necesito más que al aire.—Me abrazó má
Edgard Barrington POV —¡Eres un maldito bastardo bromista!—Dijo medio riendo y medio gritando. Me encantaba ponerla así de nerviosa. Después de mi interesante despertar se lo tenía merecido. Me pegó en el brazo y me dejó caer sobre mi estomago. Ella se tiró sobre mi y, dándome la vuelta, beso mi pecho.—¿Sabes que eres muy mezquino? —Yo solo estaba besando a mi novia.—Dije con inocencia. —Sí, claro, claro.—Bromeó. Juguetonamente mordió mi hombro. La gruñí y rió de nuevo. La cogí en brazos y le di la vuelta, poniéndola sobre su espalda. Sus brazos rodearon mi cuello. Estaba a punto de saltar sobre sus labios cuando su estomago gruñó audiblemente. —Me está hablando a mí.—Murmuré y descendí besándola. —¿Y qué dice?—Siguió con el juego. —Dice ¨Dame de comer¨. —¿Tienes hambre?—Preguntó. Asentí despacio poniendo mi cabeza en su hombro.—Supongo que no habrá un malecón por aquí cerca ¿No hay ningún IHOP?—(es un restaurante especializado en desayunos) —Yo me bebí un café… supongo que p
Edgard Barrington POV Reflexioné más de lo que hablamos mientras comíamos. No quería contarle a Marianne más cosas de cuando era pequeño. Lo enfadado que estaba, lo deprimido que me encontraba. Que tuve que ir a terapia y que se burlaron de mí, incluso algunos niños ciegos. Aunque, supongo que eso es común en todos los colegios. Tendría que contárselo algún día, pero no tenía que ser hoy. Caminamos por el paseo marítimo, soplaba la brisa fresca de noviembre. Levanté mi rostro al cielo, tratando de que me llegase algo de sol.—Dime que hay en cada tienda por la que pasamos.—Le pedí a Marianne. —Vamos a ver… hay una zapatería, una tienda de ropa de hombre y de mujer. Una tienda con velas y jabones, una perfumería, otra tienda de golosinas llamada Chocolate Crocodile.—Rió en la última parte. Sabía cuando habíamos pasado por la perfumería, el olor llegaba hasta afuera de la tienda. Arrugué la nariz y Marianne soltó una risita, notando mi expresión. —¿Por qué no compramos algo de choco
Marianne Cooper POV —¡Papá! ¡Te he extrañado tanto!—Corrí hacia mi padre y le di un rápido abrazo en el aeropuerto. Mi padre tenía mala pinta pero parecía contento de verme. Los viajes en avión nunca formaron parte de sus cosas favoritas. Él apretó suavemente mi hombro. —¿Cómo te va, muchacha?—Preguntó mientras cogíamos su equipaje. Solo era una maleta ya que apenas se quedaría dos días. No era suficiente, pero aceptaría lo que pudiese darme. Echaba de menos a mi padre. —Bien. Antes fui a comprar todo lo que necesitaba para la cena. Pavo, brócoli y queso, judías verdes, guisantes, maíz, el relleno y los panecillos. ¿Suena bien? —¿Estas intentando cebarme?—Se burló. —Oh, se me olvidaba la tarta de calabaza y las galletas. —Dios mío, niña ¿estás tratando de impresionarme?—Dijo riendo suavemente mientras subia de un salto a la vieja furgoneta que me había comprado por mi decimoséptimo cumpleaños. —En realidad, iba a decirte que Edgard cenará con nosotros. Dijo que no le gusta via