—Eres demasiado intenso cuando miras —dijo Ha-na con un susurro, jugueteando nerviosamente con el borde de su vestido.—¿Te incomoda? —preguntó él, su voz más baja, casi un murmullo que resonaba en la cercanía entre ambos.—No… Solo me hace… pensar —admitió ella, impidiendo su mirada, aunque era inútil. Heinz parecía capaz de atravesarla con esos ojos azules.—Entonces sigue pensando. Yo disfrutaré del espectáculo.Ha-na no pudo evitar reír suavemente ante su respuesta, aunque el rubor en sus mejillas se intensificó. Decidió mirarlo directamente, enfrentando esa intensidad con su propia fuerza. A pesar de estar juntos, no dejaba de colocarse nerviosa por la forma en que él la contemplaba, como la mujer más hermosa del mundo y de la existencia misma.Ambos permanecieron así por un momento que se sintió eterno. El mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo a dos almas enredadas en un juego donde las palabras eran secundarias. Había algo profundamente íntimo en su conexión, una m
La tensión en la habitación se había frenética. Heinz, sentado en el sofá, observaba a Ha-na con una mezcla de paciencia y expectación, sus ojos azules brillando con intensidad. Ella, de pie frente a él, parecía estar reuniendo el coraje para el siguiente paso, pero no había nada en su mirada que delatara duda.Con un movimiento lento, deliberado, Ha-na llevó sus manos hacia la corbata de Heinz. Sus dedos, cuidadosos al principio, comenzaron a deshacer el nudo con una precisión que denotaba tanto atención como curiosidad.Heinz no apartó la mirada de ella, sus ojos siguiéndola con una mezcla de fascinación y devoción. Cuando la corbata finalmente se deslizó de su cuello, Ha-na la dejó caer al suelo con un gesto simbólico, como si estuviera despojándolo no solo de una prenda, sino también de las barreras que antes se cernían entre ellos. Lo que ahora sentían y vivían era el producto de estar mucho tiempo juntos en una época en la que suponía que debía sufrir y estar triste. Gracias a H
El aire en la suite estaba cargado de una intensidad que era abrumadora. Heinz, con movimientos fluidos y decididos, levantó a Ha-na en sus brazos como si no pesara nada, como si fuera la flor más ligera de un campo. Ella, sorprendida por su gesto, dejó escapar una pequeña risa nerviosa antes de rodear su cuello con los brazos. Su mirada, llena de una mezcla de deseo y ternura, la sostuvo mientras él iba hacia la habitación.Ha-na venía de una familia coreana y japonesa con tradiciones conservadores y estrictas. Pero con Heinz Dietrich, toda su educación y valores temblaban. No quería contenerse, no deseaba ser rígida. Con él, su alma se liberaba y actuaba sin pudor, ni reservas. Sabía que con Heinz no había necesidad de tener miedo o precaución, porque él la amaba, la cuidada y la protegía como el ser más importante y valioso del universo mismo.El camino desde el sofá hasta la cama era silencioso, pero cada paso estaba impregnado de una energía latente. Los ojos de Ha-na no se apart
—¿Por qué eres tan hermosa? —preguntó con una voz que era apenas un susurro, cargada de admiración y ternura—. Desde que te vi, me hechizaste.Ha-na, aun tratando de recuperar el aliento, desvió la mirada un momento, como si las palabras de Heinz fueran demasiado intensas para sostener su mirada directamente. La vulnerabilidad que sentía en ese instante no la debilitaba, sino que la hacía más humana.—¿Por qué te gusto? —respondió ella, también en un susurro, sus palabras entrecortadas por la emoción—. Soy mayor que tú. Te olvidé, tuve un romance con otro hombre, con el que estuve a punto de casarme. No entiendo...Heinz ladeó ligeramente la cabeza, observándola con ternura y determinación. Sus ojos no mostraban duda alguna, sino una claridad que parecía querer disipar cualquier incertidumbre en ella.—¿Qué es lo que no entiendes? —preguntó, su tono firme pero gentil.Ha-na tragó saliva, su pecho subiendo y bajando mientras intentaba organizar las palabras que se agolpaban en su mente
El rostro de Ha-na, con su piel blanca y lisa como porcelana, estaba suavemente iluminado. Sus ojos rasgados, enmarcados por pestañas delicadas, tenían una forma que recordaba a las hojas de un sauce, alargados y ligeramente inclinados hacia los extremos. El epicanto que adornaba sus ojos daba un aire de dulzura y misterio a su expresión, como si en su mirada se escondieran secretos que solo Heinz podría descubrir. Esos ojos, ahora ligeramente hinchados por la emoción, lo observaban con una mezcla de vulnerabilidad.Heinz levantó una mano y acarició su mejilla con una suavidad que contrastaba con la intensidad de lo que sentía por deAl acercarse nuevamente, sus labios se encontraron en un beso que fue lento al principio, como si ambos estuvieran saboreando la profundidad de su conexión. Pero esa calma inicial pronto dio paso a un fervor que los consumió. Era como si cada beso, cada caricia, fuera una chispa que avivaba un fuego interno imposible de contener.Heinz la tomó entre sus b
—Vamos al baño —dijo Ha-na, tomando la iniciativa. Lo llevó por la mano.El sonido constante del agua de la ducha llenaba el baño, creando un telón de fondo relajante mientras el vapor envolvía la estancia como una nube cálida. Ha-na, con una mirada decidida y un leve rubor en sus mejillas, tomó a Heinz de la mano, guiándolo hacia el interior de la cabina. Sus dedos, delgados y delicados, se entrelazaron con los de él, más grandes y firmes, mientras una corriente de emoción fluía entre ambos.El agua cayó sobre sus cuerpos, deslizándose por sus pieles como un torrente que parecía purificar no solo el cansancio físico, sino también cualquier resto de duda o inseguridad. Ha-na levantó la mirada hacia el rostro europeo de Heinz, ese que tanto contrastaba con sus propios rasgos asiáticos. Sus ojos azules, intensos y profundos, la observaban con una mezcla de ternura y expectación.Ella tomó una esponja y la impregnó con jabón, creando una espuma abundante que llenó el aire con un aroma fr
El agua de la ducha seguía cayendo como un torrente inagotable, envolviendo a Heinz y Ha-na en un velo cálido y vaporoso. Los ecos del agua al golpear el suelo resonaban en el baño, pero ninguno de los dos estaba consciente del sonido. Sus respiraciones se entremezclaban, formando un ritmo propio, mientras sus cuerpos seguían acercándose, atraídos como si una fuerza invisible los empujara a estar más cerca el uno del otro.Los labios de Heinz encontraron los de Ha-na con una intensidad que iba más allá del simple deseo. Era un beso profundo, cargado de emociones y una pasión que parecía no tener límites. Su boca se movía con precisión, trazando cada rincón de los labios de ella como si estuviera memorizándolos. Ha-na respondió con igual fervor, inclinándose hacia él, dejando que la fuerza de sus emociones la guiara. El contacto era abrasador, como si ambos estuvieran ardiendo en una llama común que consumía sus inhibiciones.Las manos de Heinz se movieron hacia su cintura, envolviéndo
El vapor que llenaba el baño comenzaba a disiparse lentamente mientras Heinz y Ha-na salían de la ducha. Sus cuerpos aún brillaban con pequeñas gotas de agua que rodaban por su piel como perlas. Ha-na, envuelta en la toalla de baño de Heinz, parecía pequeña y delicada, sus mejillas aún rosadas por el calor y la intimidad compartida. La tela de la toalla, grande y esponjosa, le llegaba hasta las rodillas, envolviéndola como si quisiera protegerla.Heinz tomó otra toalla y la pasó por su cabello oscuro antes de ajustarla alrededor de su cintura. Su figura atlética y marcada, acentuada por los músculos que resaltaban en sus hombros y pecho, contrastaba con la suavidad de sus movimientos mientras alcanzaba su camisa y la colocaba sobre una silla para que no se arrugara.Se cruzaron miradas. No era necesario decir nada; Había algo en ese instante, en la tranquilidad después de la tormenta de pasión, que hablaba de confianza mutua. Ha-na, con pasos ligeros, se acercó al espejo para secar un