Heinz había ido a un club nocturno, luego de vigilar la casa de Ha-na. No había podido hablar con ella y su ex novio no la había vuelto a molestar.Edward y Kate que estaban allí, tenían problemas para comprar bebidas. Acordaron que abordarían a alguien distinto, para que seguir tomando. Edward inició la conversación con una mujer rubia.Kate observaba con quien valía la pena estar. Entonces, divisó a aquel joven tan precioso de cabello marrón, traje de sastre fino y oscuro. A él no recordaba haberlo visto por allí. Se acomodó su vestido y se acercó.—¿Bebiendo solo? —preguntó Kate con voz apacible y sonrisa sugestiva…El ambiente del club nocturno estaba cargado de música ensordecedora, luces intermitentes y una energía que, aunque eufórica para muchos, resultaba pesada para Heinz. Su presencia allí no era más que una decisión impulsiva tras horas de infructuosa vigilancia frente a la casa de Ha-na. No verla ni saber si estaba bien lo tenía intranquilo.Mientras sostenía un vaso de v
Heinz avisó a su hermano Hield para que fuera a buscar el auto. Hee-sook lo vio desde lejos. Ahora estaban separados y no podían verse.Hee-sook observaba desde las sombras como Hield se acercaba al vehículo que Heinz había dejado estacionado. A pesar de la distancia, su presencia era inconfundible: ese andar elegante y seguro, la manera en que su cabello caía sobre su frente de forma casi descuidada, pero perfecta. Era un contraste absoluto con la fachada rígida y disciplinada que siempre mostraba.Sin embargo, él no era solo Hield Dietrich, el hermano menor de Heinz. Para ella, seguía siendo su “bello mentiroso” y “pequeño impostor”, el hombre que alguna vez la había hecho sentir que todo era posible y, al mismo tiempo, el que había sido la causa de su mayor desengaño. Ahora, no podía siquiera cruzar miradas.Hee-sook se mantuvo oculta, mientras Hield encendía el auto. Sus ojos no se apartaban de él ni un segundo. El eco del motor al arrancar llenó el silencio nocturno, y cuando el v
Heinz llegó al penthouse con pasos firmes, su rostro como una máscara de piedra. Había pasado horas vigilando la casa de Ha-na, y aunque no había conseguido verla, su mente seguía llena de ella. Su flor coreana. Su posesión más preciada, y sin embargo, la más distante en ese momento.Entró a su habitación, cerrando la puerta con un leve empujón. Comenzó a desabrocharse la camisa con movimientos calculados, quitándosela y dejándola caer al suelo. Lo mismo hizo con los pantalones, los calcetines y, finalmente, la ropa interior. Se quedó de pie frente al espejo de cuerpo entero, observándose.Su torso era marcado, cada músculo definido por años de entrenamiento y disciplina. Los pectorales firmes, los hombros anchos y un abdomen que era casi una obra de arte en sí mismo, con líneas profundas que delineaban cada detalle. Sus brazos eran fuertes, las venas visibles como caminos que recorrían su piel clara, revelando la potencia contenida en cada movimiento. Heinz siempre había tenido una a
Desde ese día un coche de distinto color la seguía. Mas, tenía la seguridad de que era la misma persona. No podía afirmar que era su ex prometido. Al venir de regreso del supermercado, miraba a los lados, buscando el auto que la seguía.—Ha-na —dijo una voz masculina que reconocía.Entonces, se encontró de frente con Edward. Su corazón le dio un fuerte golpe y casi se la sale del pecho, debido a la sorpresa, porque estaba concentrada, viendo a los alrededores. Su tez blanca, palideció más de lo que ya era. Sus brazos temblaron por un instante.—Me asustaste —dijo Ha-na, respirando de forma agitada.—Ha-na, ¿necesitas ayuda con algo? —preguntó él con amabilidad.—No… No necesito ayuda —dijo ella, haciendo una reverencia.Ha-na intentó irse, pero Edward le obstaculizaba el camino.—Vamos, Ha-na, sé que aún me amas —comentó él, perdiendo la paciencia—. Solo necesito que prestes un poco de dinero. Cariño, he vuelto a ti, porque te amo.Ha-na tragó saliva. Las facciones de su hermoso rostr
Kate que estaba viendo desde el carro se bajó de inmediato al reconocer al hombre tan hermoso; era quien la había rechazado en el bar. ¿Por qué estaba con la tonta de Ha-na? Imposible, esa asiática no podía tener algo que ella no, y menos, a ese hombre tan atractivo y hermoso.—¿Quién eres tú? —preguntó Edward, con la mano en su cara, por el dolor del golpe que le había dado. Estaba molesto.Kate llegó y se puso a su lado, confundida porque el hombre hermoso estaba de parte de la estúpida de Ha-na.—¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, viendo al extraño.Heinz los miró de manera inflexible. Esos dos eran los que había humillado y burlado de Ha-na. ¿Cómo podría explicarles quién era? Entonces, tuvo la mejor idea. Hizo girar y quedó de frente a ella.—Les mostraré quien soy —dijo él, viendo a Ha-na con pasión y ardor. La mejor manera era enseñarles lo que la había unido a ella: El contrato de besos.Heinz puso sus manos detrás de la espalda de Ha-na y la pegó a él, con fortaleza y propiedad
Edward se quedó inmóvil, con la mandíbula tensándose y sus ojos abriéndose ampliamente mientras las palabras de Heinz resonaban como un golpe en su orgullo. No podía creer lo que acababa de escuchar. Su mente trabajaba frenéticamente, tratando de encontrar una respuesta, algo con lo que contrarrestar la humillación que acababa de sufrir, pero estaba vacío de palabras. El desprecio en la voz de Heinz lo aplastaba, y el aire se tornaba más pesado con cada segundo que permanecía allí, mirando a Ha-na y a ese hombre que la había defendido con tanta ferocidad. Su rostro, enrojecido por el golpe anterior, ahora parecía encenderse más por la vergüenza y la ira contenida.Kate no pudo evitar dejar escapar un leve jadeo incrédulo cuando Heinz mencionó que Ha-na era la mujer más maravillosa que había conocido. Su expresión pasó rápidamente de la sorpresa a una furia apenas contenida, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y odio. Su cuerpo se tensó, sus puños apretándose a los costad
Hee-sook había salido de una cafetería cercana cuando la escena captó su atención. Desde la distancia, se detuvo, sorprendida al reconocer a Ha-na, su amiga, ya Heinz, su ex prometido. Pero lo que más la cautivó no fue su inesperada presencia, sino el intenso momento que se desarrolló frente a sus ojos. Heinz había protegido a Ha-na de manera tan feroz, tan decidida, que el corazón de Hee-sook no pudo evitar latir más rápido.Un brillo de emoción iluminó su rostro mientras observaba a Heinz inclinarse para besar a Ha-na. Fue como ver una escena sacada de una novela romántica: dos almas encontrándose en medio del caos. Aunque Hee-sook. No pudo evitar sentirse feliz por él. Había encontrado a alguien que evidentemente le importaba más que cualquier otra cosa en el mundo.“Es tan apasionado”, pensó, su pecho hinchándose con una mezcla de alegría y ternura. Ver a Ha-na correspondérselo, aunque tímidamente, hizo que Hee-sook sintiera una calidez especial. No era fácil encontrar un amor tan
Heinz no apartó la mirada. Había algo fascinante en la manera en que Ha-na intentaba mantenerse firme bajo su atención. Parecía delicada, pero había en ella una fuerza que lo intrigaba. Observó el labial que había aplicado; un tono que destacaba su boca de una manera sutil pero irresistible. Recordó la sensación de sus labios contra los suyos momentos atrás, y ese pensamiento lo envolvió en un calor inesperado.Había algo distinto en el aire entre ellos ahora, algo que no había estado presente antes de aquel beso. Era como si ese momento hubiera roto una barrera invisible, y ahora la distancia que solía existir entre ambos se había reducido a nada. Heinz no estaba acostumbrado a sentirse vulnerable, pero la manera en que Ha-na lo miraba, con una mezcla de incertidumbre y valentía, le hacía cuestionar el control que creía tener sobre la situación.Ha-na intentó calmarse, pero su respiración seguía alterada. Los segundos parecían alargarse eternamente mientras sostenía la mirada de Hein