Hee-sook había estado siguiendo a Ha-na desde su auto, nada más para ver qué era lo que hacía. Entonces, contempló cómo aquel hombre la jaló del brazo y la abrazó. Ha-na lo empujó. Al perecer la estaba molestando, porque Ha-na no se veía feliz, hasta se notaba asustada. Tomó una foto y grabó un vídeo. Entonces, se lo envió a Heinz.Alguien está molestando a tu mujer. ¿Vas a dejar que la lastimen a tu flor coreana?Heinz se encontró en su despacho cuando recibió el mensaje de Hee-sook. El sonido de la notificación fue suficiente para sacarlo de sus pensamientos, esos que siempre giraban en torno a Ha-na. Al abrir la imagen y el vídeo que ella le había enviado, sintió cómo un fuego se encendía en su interior. Allí estaba Ha-na, su Ha-na, siendo acosada por un hombre que la tomaba del brazo y la abrazaba sin su consentimiento.El texto que acompañaba la evidencia fue como una chispa directa al combustible:"Alguien está molestando a tu mujer. ¿Vas a dejar que la lastimen a tu flor corean
Edward vio como Ha-na se alejaba. Suspiró con cansancio. Volvió al auto, donde lo esperaba Kate. Estaban escasos de dinero y Kate era la que había aconsejado acudir a ella para sacarle algo de plata.—Ella se muestra algo precavida —dijo Edward con semblante serio—. ¿Crees que si ceda?—Por supuesto —contestó Kate con seguridad—. No conoces el corazón de una mujer. Aunque sea China, ella estaba enamorada de ti. Se hace la difícil. Pero eventualmente, lo hará. No ha pasado mucho. Nadie deja de amar en tan poco tiempo.—Eso suena razonable —contestó Edward—. ¿Y ahora qué hacemos?Edward observar el retrovisor del auto mientras Ha-na desaparecía entre las calles, dejando tras de sí un vacío de posibilidades que Kate, sentada en el asiento del copiloto, no dejaba de considerar. Su rostro lucía tranquilo, casi calculador, mientras jugaba con un mechón de cabello entre los dedos.—Tienes que relajarte un poco —dijo Kate, sin apartar la vista del camino—. Si te muestras inseguro, ella lo not
Al día siguiente, con precaución y cautela Ha-na caminaba de vuelta, luego de hacer las compras. Sin embargo, no halló a Edward por ningún lado. Mas, se sentía observada y seguida por un carro.Al llegar a su casa, miró por la ventana el auto negro. Frunció el ceño. Tenía la certeza de que lo había visto en la noche anterior.El reloj marcaba las once de la noche cuando Ha-na se levantó de la cama. Su corazón latía con fuerza, y sus pensamientos estaban tan desordenados como las sábanas que había dejado tras de sí. Caminó lentamente hacia la ventana, con los pies descalzos rozando el suelo frío, y apartó con cuidado la cortina.Allí estaba.El auto negro permanecía estacionado en el mismo lugar, a unos metros de su casa. Su silueta se dibujaba apenas bajo la luz tenue de un faro cercano. Ha-na frunció el ceño, entre la confusión y el temor. No podía asegurarlo, pero sentía que había visto ese mismo vehículo la noche anterior mientras regresaba de las compras.Cerró la cortina rápidame
Heinz había ido a un club nocturno, luego de vigilar la casa de Ha-na. No había podido hablar con ella y su ex novio no la había vuelto a molestar.Edward y Kate que estaban allí, tenían problemas para comprar bebidas. Acordaron que abordarían a alguien distinto, para que seguir tomando. Edward inició la conversación con una mujer rubia.Kate observaba con quien valía la pena estar. Entonces, divisó a aquel joven tan precioso de cabello marrón, traje de sastre fino y oscuro. A él no recordaba haberlo visto por allí. Se acomodó su vestido y se acercó.—¿Bebiendo solo? —preguntó Kate con voz apacible y sonrisa sugestiva…El ambiente del club nocturno estaba cargado de música ensordecedora, luces intermitentes y una energía que, aunque eufórica para muchos, resultaba pesada para Heinz. Su presencia allí no era más que una decisión impulsiva tras horas de infructuosa vigilancia frente a la casa de Ha-na. No verla ni saber si estaba bien lo tenía intranquilo.Mientras sostenía un vaso de v
Heinz avisó a su hermano Hield para que fuera a buscar el auto. Hee-sook lo vio desde lejos. Ahora estaban separados y no podían verse.Hee-sook observaba desde las sombras como Hield se acercaba al vehículo que Heinz había dejado estacionado. A pesar de la distancia, su presencia era inconfundible: ese andar elegante y seguro, la manera en que su cabello caía sobre su frente de forma casi descuidada, pero perfecta. Era un contraste absoluto con la fachada rígida y disciplinada que siempre mostraba.Sin embargo, él no era solo Hield Dietrich, el hermano menor de Heinz. Para ella, seguía siendo su “bello mentiroso” y “pequeño impostor”, el hombre que alguna vez la había hecho sentir que todo era posible y, al mismo tiempo, el que había sido la causa de su mayor desengaño. Ahora, no podía siquiera cruzar miradas.Hee-sook se mantuvo oculta, mientras Hield encendía el auto. Sus ojos no se apartaban de él ni un segundo. El eco del motor al arrancar llenó el silencio nocturno, y cuando el v
Heinz llegó al penthouse con pasos firmes, su rostro como una máscara de piedra. Había pasado horas vigilando la casa de Ha-na, y aunque no había conseguido verla, su mente seguía llena de ella. Su flor coreana. Su posesión más preciada, y sin embargo, la más distante en ese momento.Entró a su habitación, cerrando la puerta con un leve empujón. Comenzó a desabrocharse la camisa con movimientos calculados, quitándosela y dejándola caer al suelo. Lo mismo hizo con los pantalones, los calcetines y, finalmente, la ropa interior. Se quedó de pie frente al espejo de cuerpo entero, observándose.Su torso era marcado, cada músculo definido por años de entrenamiento y disciplina. Los pectorales firmes, los hombros anchos y un abdomen que era casi una obra de arte en sí mismo, con líneas profundas que delineaban cada detalle. Sus brazos eran fuertes, las venas visibles como caminos que recorrían su piel clara, revelando la potencia contenida en cada movimiento. Heinz siempre había tenido una a
Desde ese día un coche de distinto color la seguía. Mas, tenía la seguridad de que era la misma persona. No podía afirmar que era su ex prometido. Al venir de regreso del supermercado, miraba a los lados, buscando el auto que la seguía.—Ha-na —dijo una voz masculina que reconocía.Entonces, se encontró de frente con Edward. Su corazón le dio un fuerte golpe y casi se la sale del pecho, debido a la sorpresa, porque estaba concentrada, viendo a los alrededores. Su tez blanca, palideció más de lo que ya era. Sus brazos temblaron por un instante.—Me asustaste —dijo Ha-na, respirando de forma agitada.—Ha-na, ¿necesitas ayuda con algo? —preguntó él con amabilidad.—No… No necesito ayuda —dijo ella, haciendo una reverencia.Ha-na intentó irse, pero Edward le obstaculizaba el camino.—Vamos, Ha-na, sé que aún me amas —comentó él, perdiendo la paciencia—. Solo necesito que prestes un poco de dinero. Cariño, he vuelto a ti, porque te amo.Ha-na tragó saliva. Las facciones de su hermoso rostr
Kate que estaba viendo desde el carro se bajó de inmediato al reconocer al hombre tan hermoso; era quien la había rechazado en el bar. ¿Por qué estaba con la tonta de Ha-na? Imposible, esa asiática no podía tener algo que ella no, y menos, a ese hombre tan atractivo y hermoso.—¿Quién eres tú? —preguntó Edward, con la mano en su cara, por el dolor del golpe que le había dado. Estaba molesto.Kate llegó y se puso a su lado, confundida porque el hombre hermoso estaba de parte de la estúpida de Ha-na.—¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, viendo al extraño.Heinz los miró de manera inflexible. Esos dos eran los que había humillado y burlado de Ha-na. ¿Cómo podría explicarles quién era? Entonces, tuvo la mejor idea. Hizo girar y quedó de frente a ella.—Les mostraré quien soy —dijo él, viendo a Ha-na con pasión y ardor. La mejor manera era enseñarles lo que la había unido a ella: El contrato de besos.Heinz puso sus manos detrás de la espalda de Ha-na y la pegó a él, con fortaleza y propiedad