Aquella noche había sido por demás larga para ambos, cada uno absorto en sus propios pensamientos y sus propias sensaciones. No muy diferentes, pero la incertidumbre de no saber que pensaba o sentía el otro, los carcomía.
El sol ya entraba por la ventana de la habitación, Analía hacia poco rato que había conciliado el sueño, así que nada más lejano a su intención estaba el levantarse, pero el golpe en la puerta la sobresaltó.
– ¿Quién es?
– El desayuno, señorita
Debería estar aún dormida, pues le había parecido la vos de Ernesto.
– “tengo que dejar esta obsesión con él, ya lo escucho en todos lados” — pensaba mientras se ponía la bata y se dirigía a la puerta. Al abrirla casi se desmaya, no era su imaginación, era él en persona con el carro del desayuno
– Pero… ¿Qué haces aquí, Ernesto? — él entró empujando el carro y cerró la puerta tras de sí
– Es que te debo una disculpa, y me parece que no eres mujer de flores, así que decidí agasajar tu estómago — esbozó una enorme sonrisa infantil, ella rió también
– Anda, porque tú no tienes hambre también — él se sintió relajado pues eso había sonado a una invitación a desayunar en lugar de sacarlo a empujones
– Bueno ya que lo mencionas, creo que es mucho para ti sola, así que voy a ayudarte con él
– Tu ve aprontando todo que yo me doy una ducha y vengo en seguida
Al entrar en el baño se recostó a la puerta y soltó un largo suspiro, su corazón estaba a mil, iba a salírsele del pecho. Su respiración era agitada y entrecortada. Las piernas le temblaban al punto de casi no poder mantenerla en pie. Ernesto estaba allí, había venido y desayunaría con ella. Sabía que no podía bajar la guardia con él, pero era tan lindo que estuviera esperándola del otro lado de la puerta. La simple idea de que pudiera tan solo rozar su piel la estremecía de pie a cabeza. Ella estaba fascinada con él, pero tenía la difícil tarea de disimularlo, bajo ningún concepto Ernesto debía darse cuenta que había estado a punto de rendirse ante sus encantos.
Se duchó lo más rápido que pudo y se arregló, casual, pero lo suficiente para que él lo notara ni bien abrió la puerta del baño.
– ¿Cómo haces para verte así de hermosa desde tan temprano? — se le acercó lentamente, ella lo observaba moverse y su cuerpo palpitaba. Su cabello le caía tan graciosamente sobre la frente, y el sol, que entraba por la ventana, le daba un brillo especial, casi angelical. Aunque sabía bien que era un diablillo por dentro y que a la mínima oportunidad lo dejaría salir.
Cuando ya estuvo frente a ella, levantó su mano para correrle el cabello que caía sobre su rostro.
– Te queda excelente el cabello así, al natural y mojado — “por Dios no puede estar tan bella, tengo que controlarme o arruinaré todo otra vez” — ven a la mesa, desayunemos.
Ella asintió con la cabeza y soltó silenciosa pero nerviosa risa
– Sí, creo que será lo mejor — comenzaron a desayunar
– Esta tarde Silvia arregló una sesión de fotos para una revista donde se anunciará informalmente; así como si fuera un chisme, algo que se me escapó en la entrevista; mi salida del grupo y mi lanzamiento como solista.
– Que buena noticia, cuanto antes mejor, pues el grupo aún no inició su gira y esto sería un bombazo — aún en su entusiasmo notó una sombra en él — ¿que no te agrada, Erny?
– Eso mismo, el “bombazo” antes del comienzo de la gira.
– ¿Por qué razón?, sería estupendo que la prensa estuviera más al pendiente de ti que de tu ex grupo
– Sí, es cierto, pero en ese grupo tengo amigos, amigos de verdad, amigos a los que no quiero que les vaya mal y ni perjudicarlos
Ella limpió su boca con la servilleta, se dirigió a él y se puso a su lado en cuquillas, apoyó la mano en su rodilla y la frotó
– Te entiendo, Erny, debe ser duro. Pero ahora tienes que pensar en ti y tu futuro. Ellos tiene a Cardozo para apoyarlos, tú tienes que comenzar tu carrera como solista y, si no quieres ser olvidado, tienes que empezar cuanto antes. Muchos dejarán de seguir al grupo y te seguirán a ti. Es cruel, pero no hay otra forma. — él la miró profundamente y acarició su rostro.
– ¿Vendrás conmigo? — eso fue demasiado intenso para ella, que se puso de pie como empujada por un resorte, se sentó nuevamente a la mesa y le sonrió
– Por supuesto que sí, Erny, ese es mi trabajo como Presidenta de tu primer Club de Fanes — la miró con algo de tristeza
– ¿Eres solo eso?, la Presidenta del Club de Fanes —
– De eso se trata, acaso ¿no es por eso que estoy aquí?
– Creí que querías algo más
– ¿Algo más?, como por ejemplo ¿Qué? — preguntó nerviosa
– No sé, dímelo tú. ¿Qué quieres ser mío? — la pregunta era con trampa y ella se daría cuenta
– Erny…
– ¿Qué?, podemos empezar por ser amigos y luego ver que pasa
– ¿Ver qué pasa? ¿Y tú que crees que pasará? — se había arrepentido de la pregunta ni bien terminó de formularla, pero ya estaba hecho. Él se levantó, se paró detrás de ella, posó sus manos sobre los hombros, se inclinó y susurró en su oído
– Yo lo quiero todo de ti y quiero lo que tú quieras. Verás con el tiempo que no pretendo jugar contigo y mucho menos hacerte daño. — ella trató de levantarse pero se sintió pegada a la silla, sus piernas no le respondieron — pero vayamos despacio, ¿qué tal si me acompañas hoy a la sección de fotos?, necesito una amiga que me apoye — se apartó de ella y volvió a sentarse, no sin notar el sonrojo de la joven.
– Sí, claro que iré contigo. Y respondiendo a tu pregunta; ser tu amiga por ahora estará bien — sonrió maliciosamente y al darse cuenta se sonrojó aún más
Él rió satisfecho, pues ella no le había dado un no rotundo. Muy sutilmente en su respuesta dejó una puerta entreabierta, puerta que con el tiempo intentaría abrir y entrar como un torbellino. Esa idea le quemaba la cabeza, en ese momento no podía pensar ni en su carrera ni en nada que no fuera conquistarla y tenerla con él. Jamás le había pasado con otra chica, ¿por qué ella era especial? No era solo su belleza física, ni esos ojos gris en los que querría perderse, ¡no!; era la luz que irradiaba, la calidez que despedía, la seguridad que daba, era eso y mucho más, no era solo su mente la que la quería, era su corazón y todo su cuerpo. Estaba tan absorto en sus pensamiento no había reparado en que Analía seguía con su diálogo.
– ¿Y debo ir formal o informal?, Erny, ¿en qué piensas que no respondes?
– Disculpa, ¿qué decías?
– ¿Si debo ir formal o informal?
– Como tú quieras, siempre vas bien
– No, anda, en serio, dime
– Pues ni formal ni informal, te diría casual. A ver si luego te llevo a un restaurante fino y no desentonas o te llevo a comer hamburguesas al paso.
– La última me gusta más — sonrió ya más relajada — es que es muy acartonado tu país. O por lo menos tú entorno. Adoraría poder meterme dentro de uno jeans y una zapatillas e ir a comer hamburguesas contigo.
– ¡Hecho!, luego de las fotos, hamburguesas con nosotros — no pudo evitar imaginarse limpiando con su lengua la salsa alrededor de los labios de Analía y eso lo ruborizó. Ella lo notó y rió
– ¿Qué sucede, Erny, que te pusiste colorado? — el rió a carcajadas
– No creo que mi nueva mejor amiga quiera saberlo — se puso de pie — ahora voy a prepararme, pasaré por ti en un par de horas, ¿si te parece?
– Perfecto, te espero nuevo mejor amigo — se puso en punta de pie para alcanzar a darle un beso en la mejilla.
Ernesto se había marchado, pero su perfume inundaba la habitación embriagándola por completo. Le gustaba el juego que jugaban, le hacía sentir bien y con el control, pero sabía que al mínimo descuido lo perdería y caería rendida en sus brazos sin importarle nada. Debía concentrarse en la persona de Ernesto, ya que creía que probablemente estuviera enamorada de Erny, el artista, el personaje, el sujeto de sus posters. No quería decepcionarse, ni decepcionarlo. Era algo que no había pensado antes, tenía que conocerlo, a él, a el verdadero él.
Así que pondrá un manto frío su relación y tratará de jugar bien sus cartas.
– ¿Cómo te fue en el desayuno, Erny? — preguntó Rubén mientras conducía hacia el hotel
– Bien, creo que bien —
– ¿Recuperaste su confianza?
– Pues fíjate que no solo recuperé su confianza sino que está queriendo jugar un juego muy peligroso conmigo, estoy seguro que le gusta la tensión que se generó entre nosotros. Tal vez lo hace inconscientemente, pero lo hace, y eso me pone como loco.
– ¿Cómo loco en qué sentido?
– En el sentido de que le comería la boca a besos, le arrancaría la ropa y…
– ¡Bueno!, ya basta, te entendí. No hagas que me imagine la escena. Ya estoy grande para eso — ambos rieron a carcajadas
Rubén lo había visto nacer y crecer, pues era el chofer de toda la vida de la familia del joven, pues Ernesto era de una familia adinerada y de alta sociedad; obviamente él era el hijo rebelde; aun así sus padres no dejaban que le faltara nada. La familia vivía a las afueras de la ciudad, en una estancia de muchas hectáreas. El, como siempre estaba de gira y eso con el grupo, no tenía casa fija y vivía en hoteles lujosos que pagaban los Lamas. No es que su relación con ellos fuera mala, pero tampoco era la mejor del mundo. Tenía dos hermanos mayores, uno había fallecido en un accidente de coche y el otro era reconocido neurocirujano, el orgullo de la familia. La diferencia de años con sus hermanos habían hecho que tuviera una infancia bastante solitaria, unirse al grupo música, fue su manera de pertenecer a algo por fin. Ahora se lo arrebataban, pero la llegada de Analía lo compensaba.
– Nunca te había visto así por una chica, tienes un brillo especial en los ojos. Ojalá ella te corresponda y se deje querer, te lo mereces, muchacho
Ernesto se acercó a la butaca del chofer y le palmeó el hombro
– Gracias, viejo, sabes que te quiero como aun padre. Siempre estás ahí para mí. Yo también espero que se deje querer. Sobre todo que me deje clavarle las garras
– No hables así, que ni tú te lo crees. Estás enamorado de esa chica hasta las trancas — echaron a reír como locos
– Que bien me conoces, ¡por Dios!, no puedo mentirte a ti
– No tiene caso que lo hagas y, créeme, sé cómo se siente estar enamorado. Lo que no seas tan tonto como yo y pelea por lo que quieres, no pares hasta conseguirlo.
– ¿A caso tu tienen un amor imposible?
– Pues fíjate que sí, y no luche por ella, sabía que me quería, pero no era buena idea estar juntos en aquella época, además, mi amigo también la amaba y estaba más a su altura
– No imagino a nadie más a la altura de alguien que tú, Rubén. No comprendo porque la dejaste ir.
– No la dejé ir, porque no se puede dejar lo que nunca se tuvo. Ella supo de mi amor muchos años después y por una infidencia de una amiga, a la que le confesó que si yo se lo hubiera dicho en su momento las cosas serían diferentes hoy, pero ella ahora estaba enamorada de su marido. Eso me alegró mucho porque él al ama con locura. Así que sé que son felices. — los ojos de Rubén se llenaron de lágrimas al igual que los de Ernesto.
– Viejo, que triste tú historia. ¿Pero estuviste casado con Helena? Y parecían felices.
– ¡Y vaya si lo fui!, la quise muchísimo y sufrí un montón cuando murió, es que dejo un enorme vacío en mi vida, pero la locura que tenía por aquella otra mujer, no la volví a sentir en mi vida. Y es por eso que te digo que si Analía es la correcta, no la dejes ir, tampoco la corras. Hazlo con cuidado, pero hazlo, conquístala, haz que te quiera.
– No sé si es la correcta, la que quiero para toda la vida, sé que es la que quiero ahora, la que me quita el sueño como nunca me lo han quitado, la que huelo su perfume en todos lados y al cerrar mis ojos veo su rostro. Sueno patético, lo sé
– No, suenas enamorado, jodidamente enamorado — Ernesto rio a carcajadas y golpeó el asiento de Rubén
– Anda, ya cállate y llévame al hotel
Silvia ya estaba al borde de la locura, era la hora y Ernesto no aparecía. No dejaba de mirar su reloj y llamarlo insistentemente. – Ya calma, Silvia, estoy aquí – Mira si estropeas esto es el fin, así que de ahora en más trata de ser puntual no te tomarán en serio. Ahora ven que te presentaría a Yolanda, la chica de la revista — Ernesto revoleó los ojos y siguió a Silvia hasta frente a una joven que creía que tenía todo el glamour del mundo pero en lugar de eso tenía un mal gusto de asustaba. Analía sonrió y tomó asiento en uno de los bancos que allí se encontraban. – Él es Ernilam, el chico del que te hable – Hola Ernilam, un gusto conocerte, soy Yolanda — la joven desalineada le propinó un beso en cada mejilla a Ernesto – El gusto es mío, Yolanda – Bueno los dejaré tranquilos para que trabajen, iré a sentarme con Analía. Silvia se acercó al banco en el que se encontraba la joven,
El avión se detenía ya en la pista. Una enorme cantidad de gente esperaba expectante a la apertura de la puerta. Había estado lloviendo toda la semana, pero ese día, a pesar de las predicciones de los meteorólogos, era por demás espectacular. Ni una nube empañaba el turquesa perfecto del cielo. Al fin se detuvo totalmente, la escalera se acercó, aquellos minutos fueron interminables para los cientos que se encontraban esperando el gran momento. La puerta se abrió y comenzaron a descender las personas que venían en él. Cuando ya habían bajado casi todas se produjo un lapso de minutos y apareció él, Ernilam, el tan esperado artista que estaba haciendo furor en su país luego de haberse separado de su grupo comenzando su carrera como solista. Uruguay era el primer país de su gira por Sudamérica. Era la primera presentación internacional de su espectáculo. Toda la prensa estaba allí, no solo la local sino también
Ernesto se encontraba en el escenario ya terminando las últimas pruebas de sonido y luces. – ¿No estás nervioso, Ernesto? – pregunto el baterista – No, la verdad que no – y esbozó su característica sonrisa – Es nuestro primer concierto fuera de Estados Unidos, yo estoy temblando, en cambio tú, estas rebosando de tranquilidad – Ernesto se acercó a su compañero y palmeó su espalda – Luis, nada hay que temer, todos nos irá de maravilla. Este es el principio de algo grande, ya verás De un salto dejó el escenario y se retiró corriendo. Subió al coche que le esperaba y fue al hotel, en donde esperaba que Analía estuviera. Al llegar a la habitación se encontró con Silvia, quien estaba teniendo una conversación con Analía. – Veo que has comenzado una relación con Erny. Espero sea para bien. – Analía frun
El día tan ansiado había llegado. Ernesto estaba en su camarín ya vestido y pronto para salir. Desde allí se escuchaba a los teloneros tocar su penúltimo tema. Había estado tranquilo hasta ese momento, pues su interés principal era Analía y la había obtenido, por lo tanto ya no podía distraerse de su objetivo principal, triunfar como solista. Había dado varios conciertos en Estados Unidos, pero una gira por América era una locura. No sabía con exactitud cómo le recibirían, ni si le conocían, pues con su grupo anterior no había que preocuparse por nada más que por salir al escenario y cantar. Pero esto era diferente, esto era él; todo dependía de él. No podía defraudar a su familia, a sus padres que a pesar de las diferencias siempre lo habían apoyado, a su banda, algunos de los músicos había dejado la banda anterior para sumarse a la suya, a Silvia que se había enfrentado a Cardozo poniendo todos sus esfuerzos en él y arrastrando a un montón de gente con ella, a Rubén que siempre lo
Ya se encontraban de regreso en el hotel, pero en la vereda tuvo que hacer una escala para atender a la prensa que se abarrotaba, si bien la conferencia iba a ser al día siguiente, querían las primeras y exclusivas declaraciones y fotos del emergente artista. – ¿Tienes idea de la conmoción que has ocasionado entre tus seguidores con el repertorio totalmente alejado de tus raíces musicales? – – Es que no tenía “raíces musicales”, yo cantaba en un grupo que era manejado por alguien que nos decía que hacer, como y cuando hacerlo. Lo que vieron hoy es mi verdadero yo – y regalando una enorme sonrisa a la cámara culminó, dándose vuelta e internándose en el hotel. Analía fue abrazada por Miguel, uno de los guardaespaldas de Enrique, y llevada a la habitación lo más rápido que pudo. – Ha sido magistral el concierto de Erny – dijo Silvia dirigiéndose a Analía – No esperaba menos, él es un gran artista y una persona marav
Analía ingresó corriendo al hospital, seguida por Miguel. Se dirigió a la recepción y preguntó por su abuela. La enfermera le indicó la habitación y continuó su carrera hasta llegar a ella. Pero palideció al encontrarse con su madre. – ¿Qué carajo haces tú aquí? – Julia se acercó a su hija e intentó besarla en la mejilla, obviamente Analía retiró su rostro. – Esa no es forma de saludar a tu madre – dijo con algo de tristeza – Hace ya muchos años Julia, que dejaste de serlo. Para mí solo eres la hija de Clara, mi abuela – Tú y yo tendremos que sentarnos a conversar un día de estos. Pero ahora lo importante es que tu abuela está muy grave y probablemente sea llevada a cuidados intensivos en las próximas horas – Analía asintió con la cabeza, se dirigió a la cama de su abuela y tomó su mano. Clara era una mujer fuerte, pero sobre todo dura, su rostro rara vez esbozaba una sonrisa,
Miguel había perdido de vista a Analía, la buscó por todo el piso del hospital. Al entrar a la sala de espera general, la encontró. Para su pesar estaba a punto de comenzar la conferencia que Ernesto le había ordenado evitar que viera. El cantante estaba a punto de entrar a la misma, Miguel desesperó. ¿Qué excusa le daría para que la joven se despegara del televisor, con toda la ilusión que le generaba esa rueda de prensa? Tenía que pensar rápido. Entonces recordó las telenovelas que veía su madre en México, que por supuesto le resultaban de lo más melodramáticas. Pero siempre usaban un recurso para salir de situaciones así, recurso que parecía ser efectivo, al menos en la ficción. “Lo que se debe hacer por un amigo” Respiró profundo y tomando valor ingresó. – Te habías metido acá, te busqué por todo el piso del hospital. – Perdona, siéntate va a comenzar la conferencia, a ver cómo le va – le sonrió cálidamente – necesito que a
Miguel había llamado a Ernesto para contarle lo sucedido en el hospital y cuál era la situación de la abuela de Analía. Ante esa información el cantante le había pedido que enviara a la joven lo antes posible al hotel. Al colgar con Miguel dio un par de vueltas y llamó a su hermano, al no responderle le dejó un mensaje, algo que nunca hacía. Bajó al restaurante del hotel a comer algo ignorando el pedido de Silvia de que se mantuviera en la habitación. Necesitaba salir un poco, aunque sea al lobby del hotel. Luego de cenar y lidiar con los curiosos subió. Al entrar a la habitación su móvil comenzó a vibrar. Miró la pantalla y era su hermano. – Andrés, ¿oíste mi mensaje? – Hola hermano, ¿Cómo estás? – – Disculpa, yo siempre tan mal educado – – No es novedad, lo que sí es novedad es que me llames y encima me dejes un mensaje casi suplicando que te llame. ¿