El día tan ansiado había llegado. Ernesto estaba en su camarín ya vestido y pronto para salir. Desde allí se escuchaba a los teloneros tocar su penúltimo tema. Había estado tranquilo hasta ese momento, pues su interés principal era Analía y la había obtenido, por lo tanto ya no podía distraerse de su objetivo principal, triunfar como solista. Había dado varios conciertos en Estados Unidos, pero una gira por América era una locura. No sabía con exactitud cómo le recibirían, ni si le conocían, pues con su grupo anterior no había que preocuparse por nada más que por salir al escenario y cantar. Pero esto era diferente, esto era él; todo dependía de él. No podía defraudar a su familia, a sus padres que a pesar de las diferencias siempre lo habían apoyado, a su banda, algunos de los músicos había dejado la banda anterior para sumarse a la suya, a Silvia que se había enfrentado a Cardozo poniendo todos sus esfuerzos en él y arrastrando a un montón de gente con ella, a Rubén que siempre lo
Ya se encontraban de regreso en el hotel, pero en la vereda tuvo que hacer una escala para atender a la prensa que se abarrotaba, si bien la conferencia iba a ser al día siguiente, querían las primeras y exclusivas declaraciones y fotos del emergente artista. – ¿Tienes idea de la conmoción que has ocasionado entre tus seguidores con el repertorio totalmente alejado de tus raíces musicales? – – Es que no tenía “raíces musicales”, yo cantaba en un grupo que era manejado por alguien que nos decía que hacer, como y cuando hacerlo. Lo que vieron hoy es mi verdadero yo – y regalando una enorme sonrisa a la cámara culminó, dándose vuelta e internándose en el hotel. Analía fue abrazada por Miguel, uno de los guardaespaldas de Enrique, y llevada a la habitación lo más rápido que pudo. – Ha sido magistral el concierto de Erny – dijo Silvia dirigiéndose a Analía – No esperaba menos, él es un gran artista y una persona marav
Analía ingresó corriendo al hospital, seguida por Miguel. Se dirigió a la recepción y preguntó por su abuela. La enfermera le indicó la habitación y continuó su carrera hasta llegar a ella. Pero palideció al encontrarse con su madre. – ¿Qué carajo haces tú aquí? – Julia se acercó a su hija e intentó besarla en la mejilla, obviamente Analía retiró su rostro. – Esa no es forma de saludar a tu madre – dijo con algo de tristeza – Hace ya muchos años Julia, que dejaste de serlo. Para mí solo eres la hija de Clara, mi abuela – Tú y yo tendremos que sentarnos a conversar un día de estos. Pero ahora lo importante es que tu abuela está muy grave y probablemente sea llevada a cuidados intensivos en las próximas horas – Analía asintió con la cabeza, se dirigió a la cama de su abuela y tomó su mano. Clara era una mujer fuerte, pero sobre todo dura, su rostro rara vez esbozaba una sonrisa,
Miguel había perdido de vista a Analía, la buscó por todo el piso del hospital. Al entrar a la sala de espera general, la encontró. Para su pesar estaba a punto de comenzar la conferencia que Ernesto le había ordenado evitar que viera. El cantante estaba a punto de entrar a la misma, Miguel desesperó. ¿Qué excusa le daría para que la joven se despegara del televisor, con toda la ilusión que le generaba esa rueda de prensa? Tenía que pensar rápido. Entonces recordó las telenovelas que veía su madre en México, que por supuesto le resultaban de lo más melodramáticas. Pero siempre usaban un recurso para salir de situaciones así, recurso que parecía ser efectivo, al menos en la ficción. “Lo que se debe hacer por un amigo” Respiró profundo y tomando valor ingresó. – Te habías metido acá, te busqué por todo el piso del hospital. – Perdona, siéntate va a comenzar la conferencia, a ver cómo le va – le sonrió cálidamente – necesito que a
Miguel había llamado a Ernesto para contarle lo sucedido en el hospital y cuál era la situación de la abuela de Analía. Ante esa información el cantante le había pedido que enviara a la joven lo antes posible al hotel. Al colgar con Miguel dio un par de vueltas y llamó a su hermano, al no responderle le dejó un mensaje, algo que nunca hacía. Bajó al restaurante del hotel a comer algo ignorando el pedido de Silvia de que se mantuviera en la habitación. Necesitaba salir un poco, aunque sea al lobby del hotel. Luego de cenar y lidiar con los curiosos subió. Al entrar a la habitación su móvil comenzó a vibrar. Miró la pantalla y era su hermano. – Andrés, ¿oíste mi mensaje? – Hola hermano, ¿Cómo estás? – – Disculpa, yo siempre tan mal educado – – No es novedad, lo que sí es novedad es que me llames y encima me dejes un mensaje casi suplicando que te llame. ¿
Habían ya trasladado a Clara al Hospital Británico para prepararla para la operación que le haría un grupo de expertos neurocirujanos encabezados por Santiago Lamas. Ernesto había dado un total de cinco conciertos en Montevideo, pero debía continuar con la gira, ya no podía aplazarla más. – Cariño, sabes que no quiero ir. Mis planes eran que vinieras conmigo y me acompañaras todo el tiempo – – Yo también lo quería, pero lo de mi abuela me ha demostrado que tengo una vida aquí y que por ahora no puedo simplemente marcharme, menos a pocas horas de su operación – echó a llorar, Ernesto la abrazó con fuerza – Tampoco me voy al fin del mundo – tomó su barbilla y la besó – cuando esté mejor tu abuela te reúnes conmigo en donde éste – pasó su mano por el pelo de Analía - tranquila, lo superaremos seguro –  
Esa mañana había sido la más triste de su vida. Sentía que su corazón se detenía con cada paso que la alejaba de él. A partir de ese momento estaría sola nuevamente y contaría cada segundo que faltare para volverlo a ver. – No te preocupes, todo saldrá bien - le animaba Santiago mientras ponía su mano en la rodilla que Analía, quien estaba sentada en el asiento del acompañante. Santiago debía quedarse algún tiempo para operar a su abuela y luego ver como evolucionaba. Así que había alquilado un apartamento cerca del hospital y un coche para poder moverse con libertad por la ciudad. Si bien era la primera vez que venía a Uruguay, estaba muy acostumbrado a viajar por el mundo, sobre todo por América Latina, y a manejarse con los GPS. Era un hombre muy profesional, pero sobre todo muy independiente. &
El viaje fue silencioso, ella iba absorta en sus propios pensamientos, él moría por preguntarle en que pensaba pero no cometería semejante infidencia. Así que solo se limitó a manejar hasta el edificio donde había alquilado el apartamento. Una vez en el estacionamiento ambos bajaron del coche y entraron en el ascensor. Una vez allí, Santiago accionó el piso 12. Comenzó la subida, pero pasaban los pisos y el silencio no se rompía, así que él se acercó a ella – Perdona por no preguntarte si querías venir aquí y solo te traje, pero supuse que tu casa no era una opción en éste momento – ella seguía sin responder – mañana iré contigo a ver cómo podemos acondicionarla para ella – por fin lo miró – Suenas igual de mandón que tu primo - él quedó descolocado con la comparación, el ascensor se abrió y el sacó la llave para abrir la puerta de su apartamento – ¿Por qué dijiste eso? – La pregunta no es esa, la pregunta es… ¿Por
Santiago se despertaba luego de una noche relativamente tranquila. Era la primera vez que no necesitaba calmantes o sexo con una mujer pera dormir bien luego de una operación de semejante magnitud. La sola charla con pizzas mediante con Analía habían sido suficiente relajación para él. Obviamente esa sensación lo inquietó un poco por la mañana, aunque en la noche le sentó de maravilla. Sonrió de manera espontánea y luego de desperezarse cuan largo era se levantó y pasó al baño. Se dio una ducha reanimante y salió hacia la sala donde esperaba encontrar a la joven aun durmiendo en el sofá. Al abrir la puerta grande fue su sorpresa, pues lejos de estar durmiendo, Analía había recogido y doblado prolijamente la toda ropa de cama y se encontraba en la cocina ya preparando el desayuno. Al verla de espaldas la encontró por demás preciosa, pero al darse vuelta y ofrecerle su hermosa sonrisa la encontró aún más bella. – Buenos días, Doctor,