Miguel había perdido de vista a Analía, la buscó por todo el piso del hospital. Al entrar a la sala de espera general, la encontró. Para su pesar estaba a punto de comenzar la conferencia que Ernesto le había ordenado evitar que viera. El cantante estaba a punto de entrar a la misma, Miguel desesperó. ¿Qué excusa le daría para que la joven se despegara del televisor, con toda la ilusión que le generaba esa rueda de prensa? Tenía que pensar rápido. Entonces recordó las telenovelas que veía su madre en México, que por supuesto le resultaban de lo más melodramáticas. Pero siempre usaban un recurso para salir de situaciones así, recurso que parecía ser efectivo, al menos en la ficción. “Lo que se debe hacer por un amigo” Respiró profundo y tomando valor ingresó.
– Te habías metido acá, te busqué por todo el piso del hospital.
– Perdona, siéntate va a comenzar la conferencia, a ver cómo le va – le sonrió cálidamente – necesito que a
Miguel había llamado a Ernesto para contarle lo sucedido en el hospital y cuál era la situación de la abuela de Analía. Ante esa información el cantante le había pedido que enviara a la joven lo antes posible al hotel. Al colgar con Miguel dio un par de vueltas y llamó a su hermano, al no responderle le dejó un mensaje, algo que nunca hacía. Bajó al restaurante del hotel a comer algo ignorando el pedido de Silvia de que se mantuviera en la habitación. Necesitaba salir un poco, aunque sea al lobby del hotel. Luego de cenar y lidiar con los curiosos subió. Al entrar a la habitación su móvil comenzó a vibrar. Miró la pantalla y era su hermano. – Andrés, ¿oíste mi mensaje? – Hola hermano, ¿Cómo estás? – – Disculpa, yo siempre tan mal educado – – No es novedad, lo que sí es novedad es que me llames y encima me dejes un mensaje casi suplicando que te llame. ¿
Habían ya trasladado a Clara al Hospital Británico para prepararla para la operación que le haría un grupo de expertos neurocirujanos encabezados por Santiago Lamas. Ernesto había dado un total de cinco conciertos en Montevideo, pero debía continuar con la gira, ya no podía aplazarla más. – Cariño, sabes que no quiero ir. Mis planes eran que vinieras conmigo y me acompañaras todo el tiempo – – Yo también lo quería, pero lo de mi abuela me ha demostrado que tengo una vida aquí y que por ahora no puedo simplemente marcharme, menos a pocas horas de su operación – echó a llorar, Ernesto la abrazó con fuerza – Tampoco me voy al fin del mundo – tomó su barbilla y la besó – cuando esté mejor tu abuela te reúnes conmigo en donde éste – pasó su mano por el pelo de Analía - tranquila, lo superaremos seguro –  
Esa mañana había sido la más triste de su vida. Sentía que su corazón se detenía con cada paso que la alejaba de él. A partir de ese momento estaría sola nuevamente y contaría cada segundo que faltare para volverlo a ver. – No te preocupes, todo saldrá bien - le animaba Santiago mientras ponía su mano en la rodilla que Analía, quien estaba sentada en el asiento del acompañante. Santiago debía quedarse algún tiempo para operar a su abuela y luego ver como evolucionaba. Así que había alquilado un apartamento cerca del hospital y un coche para poder moverse con libertad por la ciudad. Si bien era la primera vez que venía a Uruguay, estaba muy acostumbrado a viajar por el mundo, sobre todo por América Latina, y a manejarse con los GPS. Era un hombre muy profesional, pero sobre todo muy independiente. &
El viaje fue silencioso, ella iba absorta en sus propios pensamientos, él moría por preguntarle en que pensaba pero no cometería semejante infidencia. Así que solo se limitó a manejar hasta el edificio donde había alquilado el apartamento. Una vez en el estacionamiento ambos bajaron del coche y entraron en el ascensor. Una vez allí, Santiago accionó el piso 12. Comenzó la subida, pero pasaban los pisos y el silencio no se rompía, así que él se acercó a ella – Perdona por no preguntarte si querías venir aquí y solo te traje, pero supuse que tu casa no era una opción en éste momento – ella seguía sin responder – mañana iré contigo a ver cómo podemos acondicionarla para ella – por fin lo miró – Suenas igual de mandón que tu primo - él quedó descolocado con la comparación, el ascensor se abrió y el sacó la llave para abrir la puerta de su apartamento – ¿Por qué dijiste eso? – La pregunta no es esa, la pregunta es… ¿Por
Santiago se despertaba luego de una noche relativamente tranquila. Era la primera vez que no necesitaba calmantes o sexo con una mujer pera dormir bien luego de una operación de semejante magnitud. La sola charla con pizzas mediante con Analía habían sido suficiente relajación para él. Obviamente esa sensación lo inquietó un poco por la mañana, aunque en la noche le sentó de maravilla. Sonrió de manera espontánea y luego de desperezarse cuan largo era se levantó y pasó al baño. Se dio una ducha reanimante y salió hacia la sala donde esperaba encontrar a la joven aun durmiendo en el sofá. Al abrir la puerta grande fue su sorpresa, pues lejos de estar durmiendo, Analía había recogido y doblado prolijamente la toda ropa de cama y se encontraba en la cocina ya preparando el desayuno. Al verla de espaldas la encontró por demás preciosa, pero al darse vuelta y ofrecerle su hermosa sonrisa la encontró aún más bella. – Buenos días, Doctor,
Luego de pasar tantos calores, al fin había podido ver a su abuela. La escena era desbastadora, a pesar que Santiago le había tranquilizado diciéndole que estaba evolucionando mejor de lo esperado, le rompía el corazón verla así, tumbada en una cama, inconsciente llena de tubos y cables. Trató de tomarle la mano, pero la mano de Santiago se lo impidió. – No puedes tocarla - ella se dio vuelta y se recostó su pecho y comenzó a llorar. La abrazó y la sacó de la habitación – no llores An, está mejorando, aunque su aspecto no sea bueno - ella levanto su rostro para mirarlo – Para ti debe ser normal ver a la gente así, pero para mí no – Por primera vez alguien le había hecho ver el otro punto de vista, pues lo que para él era un logro luego de una exitosa intervención quirúrgica para las otras personas era causal de ansiedad y desolación. La abrazó lo más fuerte que pudo y ella hundió s
Santiago se encontraba en el hospital viendo la evolución de Clara. Revisó las lecturas de los diferentes monitores, controló soporte vital y el respirador. Por último hizo unos retoques de medicación. Al salir de la habitación se encontró con Julia – Eres justo la persona que quería ver – – Dígame doctor, ¿pasa algo con mi madre? – Llámame Santiago – y sin esperar respuesta continuó – tu madre viene evolucionando muy bien, siendo sincero, mejor de lo que esperaba. Pero en realidad quería hablarte de su casa – – ¿Su casa?, ¿Qué pasa con ella? – Es que no es apta para que vuelva cuando tenga el alta, así que habrán que hacer algunas reformas – – Pero no tenemos dinero para eso – Lo sé, y no es tu dinero o que quiero, quiero tu consentimiento por escrito que me dejarás hacer las reformas necesarias sin interponerte de ninguna forma. Se lo pediría a Analía, pero re
–¿En qué estás pensando Ernesto? – En nada importante – dijo mientras revolvía su trago en el bar del hotel – ¿Te molestó que viniera a verte? – preguntó la joven rubia de unos ojos negros que parecían la misma noche – No, ¡qué va!, Carolina, solo me sorprende – ¿Porque? Tesoro, vine porque sabía que estarías aquí. Pues todo el mundo sabe que Ernilam se encuentra en Perú y en que hotel. Solo tuve suerte y me dejaron entrar. – Supongo que Silvia no tendrá nada que ver – dijo Ernesto mientras dirigía una mirada fulminante hacia la mesa donde se encontraba su representante, quien levantó la copa en son de brindis – He tenido unos días muy difíciles y necesito descansar. Nos vemos luego – Pero Erny – dijo la joven colgándose de su cuello mientras unos periodistas les tomaban fotografías. Ernesto suspiro y trato de no perder la calm