Ernesto Lamas, más conocido como Ernilam, entró en el despacho de su representante tras enterarse, luego del concierto, que sería expulsado del grupo. De más está decir que fue de una forma muy abrupta. José Cardozo, el representante, dio un salto en su silla hacia atrás al ver con la furia que entraba su hasta ahora representado.
– Erni, que gusto que te pasaras por mi despacho
– ¿Quieres explicarme porque he recibido un telegrama informándome que este fue mi último concierto? - dijo el joven sosteniendo en su mano un papel arrugado
– Calma, Erni, tu sabías de ante mano que es por un tiempo, que todos ustedes tienen una fecha de caducidad.- Dijo Cardozo hundiéndose cada vez más en su silla.
– Sí, lo sabía, está muy claro en el contrato, a los 21 años estamos fuera del grupo, pero yo los cumplo hasta dentro de 2 meses y ésta es la gira más grande que jamás hayamos tenido y que arranca la semana que viene, simplemente no puedes dejarme sin ella.
– Chico, tienes que entender que cumplirías los 21 en medio de la gira, y no podría sacarte, eso iría en contra del contrato y podría generar demandas millonarias en mi contra. Entonces, lo mejor que es tú te quedes en el país, hasta cumplir la edad y luego quedas desafectado del grupo.
Erni, apoyó ambas manos sobre el escritorio y bajo la cabeza. Cardozo se animó a levantarse de la silla y acercarse al joven, se paró a su lado y apoyó una de sus manos en el hombro de Erni.
– Verás que no es tan malo, te conseguiré un buen representante y seguirás tu carrera como solista.-
De pronto el joven lo miró con los ojos llenos de ira
– ¿Me estás hablando en serio?, esta gira catapultaría mi carrera como solista y lo sabes, muchos de los temas los canto yo, eso me hubiera abierto muchas puertas. Pero ahora deberé empezar desde abajo y dentro de 6 meses ya nadie me recordará.- Los ojos de Ernesto estaban tan nublados por las lágrimas que casi no dejaban ver el azul intenso que los caracterizaba.
– Yo sé que ahora me odias, pero pronto verás que es lo mejor que te pudo pasar.
Ernesto volvió a mirarlo con odio, dejó el arrugado telegrama sobre el escritorio y se dirigió hacia la puerta, allí tomo el pestillo, pero antes de abrirlo y sin darse vuelta hacia Cardozo dijo:
– Quédate tranquilo que ya me di por notificado, no tendrás problemas legales conmigo, te doy mi palabra.
Salió de la habitación. Cardozo se desplomó nuevamente en su silla y llamó a su secretaria; Silvia Herrera.
– Sí, Juan, ¿qué se te ofrece?
– Acabo de darle la noticia a Ernesto de que no irá a la gira.
– ¿Y cómo lo tomó?
– ¿Tú cómo crees?, pésimamente. Quiero que lo tengas vigilado y sobre todo lo contengas, al menos hasta que el grupo parta a la gira, luego de eso será cuestión de poco tiempo para que no sepamos más nada de él.-
– Muy bien, José, déjamelo a mí.-
Silvia tomó el teléfono y llamó a Ernesto. Este miró por unos segundos su celular, mientras sonaba la llamada de Silvia. No sabía si responder o no, pues en ese momento no le apetecía hablar con nadie, además Silvia era la secretaria de Cardozo, así que probablemente le llamara para darle aún más malas noticias.
La llamada se cortó, Ernesto suspiro de alivio, pero Silvia insistió. Lo observó por unos segundos, pero la conocía, y sabía que llamaría hasta que le contestara, así que de mala gana lo hizo.
– Silvia, ¿qué quieres?, no es un buen momento.
– Ernesto, sé que estás desbastado, mi niño, pero no es el fin del mundo. Yo puedo ayudarte más de lo que crees, veámonos en mi casa para cenar y te cuento, tengo grandes planes para ti, pero José no debe enterarse.
Ernesto, lo meditó un instante, “¿Qué podría ser peor?”
– De acuerdo iré, dime la hora
– Te espero en casa a eso de las 8, verás cómo se empieza a aclarar tu horizonte.
En eso sale de su oficina José y Silvia corta la llamada bruscamente.
– Silvia, me voy por hoy, cualquier cosa me llamas.-
– Entendido, José, que descanses, nos vemos mañana.
José se dio vuelta y se retiró sin responder al saludo, pero ya era su costumbre, era un hombre mal educado. A Silvia eso no le importaba, pues ella era representante también y estaba usando a Cardozo para ampliar sus conocimientos, ya que él era uno de los mejores representantes del país. Así que le tenía sin cuidado su mal genio o su egoísmo, si en definitiva ella lo estaba usando y él ni cuenta se había dado.
Ernesto salía ya de ducharse y estaba por vestirse para ir a casa de Silvia. Pero no estaba muy contento, estaba más bien indignado, pues esa gira sería el trampolín para su carrera como solista. Pero ahora todo sería cuesta arriba y no estaba muy seguro de que Silvia pudiera ayudarlo demasiado.
Estuvo varias veces por llamarla y cancelar la cita, pero por un motivo u otro no lo hacía. Así fue pasando el día y llegó la hora.
Casi con timidez tocó el timbre de la puerta, de inmediato se abrió la puerta y una jovencita, de lo más adorable, se encontraba del otro lado.
Ella al verlo llevó las manos a su rostro y se sonrojó
– ¡Por Dios!, si eres Ernilam – Ernesto se sonrojó también, pero esbozó su enorme y blanca sonrisa
– El mismo que viste y calza, y… ¿tú eres?
– Yo, yo no soy nadie en realidad
– Ok, nadie, ¿puedo pasar?, es que hace frío aquí afuera, además creo que Silvia me espera – volvió sonreír
– Sí, sí, por supuesto.- dijo la joven y se apartó de la puerta. Ernesto ingresó, pero al pasar por al lado de ella se detuvo y la miró de una manera muy profunda y con ese brillo de sus ojos que le eran tan particular. Ella se estremeció por completo. El siguió su camino llegando a la cocina en donde se encontraba Silvia, dándole los últimos retoques a la cena.
– Ernesto, ¡qué alegría!, pensé que ya no venías.- Ernesto se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.
– Claro que vendría, aunque pensé que cenaríamos solos.- dijo dándose vuelta y mirando a la joven quién había entrado a la cocina detrás de él. Silvia sonrió y acotó
– Ya se conocieron, ¿no?
– En realidad no, pues no me ha dicho su nombre.- dijo Ernesto
– Ella es Analía Vogue.- Ernesto se acercó a la joven y le dio un beso en la mejilla
– Encantado Analía Vogue.- Analía estaba extasiada, casi no podía respirar, solo le sonrió
–Ella es la presidenta del club de fans del grupo, es de Uruguay.- Prosiguió Silvia
–Un poco lejos de casa estas.- Dijo Ernesto dirigiéndose a Analía, quien no paraba de sonrojarse.
– Sí, está un poco lejos, pero es la ganadora del sorteo que se hizo entre las presidentas de los clubes para que pudiera venir a los conciertos de despedida de la banda antes de la gira.-
– Bueno, ya sabrás que yo no iré a dicha gira.- Analía seguía sin hablarle, pero cada vez más ruborizada.
– Pues, todavía no sabe nada, Ernesto.- Silvia sonrió.- sentémonos a la mesa y charlemos, que tenemos muchas cosas que arreglar.-
Ambos jóvenes obedecieron. Ernesto se sentó frente de Analía, es que su belleza y sencillez lo tenía atrapado.
La cena transcurrió entre risas y conversaciones, de Silvia y Ernesto, porque Analía solo observaba. Silvia sirvió café y fueron a sentarse los tres al living.
– Bueno, está bien de chácharas, ahora debemos hablar ahora en serio.- Dijo Silvia con tono por demás serio.
Ernesto y Analía dejaron al unísono las tazas sobre la mesita y se enderezaron en sus asientos.
– Analía, Ernesto cumple dentro de poco la edad para dejar el grupo y Cardozo ha decidido que no vaya a la gira y se retire ya del mismo.
Analía la escuchaba atentamente pero no podía disimular su mezcla de asombro con indignación.
– Todos sabíamos que esto llegaría — continuó Silvia — La idea es que empiece su carrera como solista y yo lo ayudaré, junto con algunos conocidos que se han comprometido a la causa.
– Sí, pero… ¿qué tengo yo que ver en eso? — por fin Analía rompía el silencio
– ¿Hablabas?, toda una novedad — interrumpió él esbozando una sonrisa. Analía lo miró casi con ira, Ernesto borró su sonrisa del rostro y se recostó en el sofá — Perdón, Silvia, continúa por favor
– Cuando se hizo el sorteo, una de las preguntas que se hacían era a quién admiraban más del grupo y porque. Y tú, Analía, diste una explicación de porqué admirabas a Ernesto que me conmovió — Analía se sonrojó aún más y agachó la cabeza. Ernesto la miró y sonrió tiernamente — Por eso, ahora que empezará su carrera como solista, necesitará un club de fans solo de él, y bien llevado. Creo que tú eres la indicada para ser su presidenta y así convertirte en la primera presidenta del primer club de fans de Ernilam. Hace mucho que estás en el tema y sabrás bien los beneficios que esto significa; además de que contarás con todo nuestro apoyo desde el primer día.-
Analía soltó un largo suspiro, se recostó al respaldo del sofá y quedó mirando al vacío.
– ¿Qué me dices, Analía?, ¿te gusta la idea o no? — antes de responder, Analía suspiró nuevamente
– Tendría que convencer a mis afiliados de que se me unieran, y si no tendría que empezar de cero — Silvia se le acercó y puso su mano en el hombro de la joven
– Para cualquiera de los casos, estaremos contigo todo el tiempo apoyándote en todo lo que puedas necesitar. Si aceptas, tendrás que quedarte un tiempo por aquí, para poder darte todo el material necesario para arrancar, pero como aún no lo tenemos, lo tendremos que hacer.
Silvia hace una pausa y lleva las tazas a la cocina. Analía aprovecha para levantarse y dirigirse al ventanal. La vista era maravillosa, la casa de Silvia estaba en un alto y desde ese ventanal se veía la ciudad a los pies, era de noche, por ende las luces nocturnas daban un espectáculo sublime.
Trataba de ordenar sus ideas y digerir toda la información recibida.
De pronto la imagen de Ernesto, reflejada en el cristal del ventanal, interrumpió su deleite y logró sobresaltarla.
Se dio vuelta quedando entre el ventanal y el cuerpo de Ernesto, algo que la ponía muy nerviosa.
– Tranquila, Analía, no quise asustarte.
– No, no lo has hecho, solo me sobresalté.
– Es hermosa, ¿verdad?
– ¿Qué cosa?
– La vista de la ciudad desde aquí — Analía sonrió
– Sí, es realmente hermosa — Ella trató de avanzar, pero Ernesto no se movió y la miró fijamente. Analía se sonrojó y bajó la cabeza. Él le tomó la barbilla e hizo que le mirara.
– Nunca bajes la mirada por nada ni por nadie, eres hermosa y tienes unos ojos increíblemente expresivos — Analía lo miró, trató de esbozar una sonrisa, pero solo logró una forzada mueca.
– Es que me siento un poco inhibida en éste momento — Ernesto le sonrió y le acarició la mejilla.
– No debes inhibirte por nadie, menos por mí; no lo merezco — En eso aparece Silvia nuevamente
– Chicos, ¿me dirán algo? — se sentó nuevamente en el sofá
Ernesto dejó, por fin, pasar a Analía y ambos se dirigieron nuevamente al living y retomaron sus asientos.
– Yo no tengo muchas opciones, más allá que confíe cien por ciento en ti, Silvia — acotó Ernesto
– ¿Y tú, Analía? – Interrogó Silvia
– Yo, tengo que pensarlo, déjame hasta mañana. A demás tengo que llamar a mis compañeras y ver qué opinan, es una decisión que no puedo tomar sola.
Luego de la cena con Silvia, Ernesto ofreció llevar a Analía a su hotel. El viaje, que no era largo pero el silencio lo hizo interminable.
– Llegamos, disculpa que no me baje y te acompañe, pero entenderás que no debo dejarme ver, por los periodista, ya sabes — Analía le sonrió
– Sí, claro que lo entiendo. Muchas gracias por traerme — Iba a bajarse del coche pero Ernesto la tomó de un brazo impidiéndoselo. Ella lo miró algo consternada.
– Mira, sé que debes hablar con tu grupo, pero si ellos te dicen que no están de acuerdo, prométeme que lo harás por tu cuenta — El tono de voz del joven era casi suplicante.
– No puedes pedirme eso — Él sonrió
– De acuerdo, pero prométeme, que al menos lo pensarás.-
– Eso sí puedo prometerlo — ella se soltó del amarre de Ernesto — Gracias nuevamente por traerme — Se acercó a él, le propinó un beso en la mejilla y bajó rápidamente del coche. Ernesto se pasó la mano por la mejilla que había recibido el beso. Es que había quedado fascinado con la joven, más que con ninguna otra que hubiera conocido antes.
Habían pasado 2 días desde la cena. Ernesto y Silvia estaban ya trabajando para hacer de él la nueva sensación, pero de Analía no habían tenido novedad aún. – Silvia, ¿de Analía no has tenido novedades aún? — Interrogó Ernesto – No, aún no ha respondido, pensaba ir a verla esta tarde. ¿A menos que prefieras ir tu directamente? – Sabes que se armaría revuelo si entro así como así al hotel. – Siempre puedes hacer que entren primeros los guardaespaldas y despejen la zona — Ernesto pensó unos segundos y respondió – Si, haremos eso, voy yo directamente. Es que me parece que no quedó muy convencida y creo que podré hacer que se decida. – Eso sería genial, ya sabes que los clubes de fans son el alma del artista y son lo que los acerca a sus adeptos. Y ella es una excelente presidenta. – Sí, sí. Esta tarde iré a verla. Analía estaba en la habitación de hotel, hablaba con Yanina, vice presidenta del club
Aquella noche había sido por demás larga para ambos, cada uno absorto en sus propios pensamientos y sus propias sensaciones. No muy diferentes, pero la incertidumbre de no saber que pensaba o sentía el otro, los carcomía. El sol ya entraba por la ventana de la habitación, Analía hacia poco rato que había conciliado el sueño, así que nada más lejano a su intención estaba el levantarse, pero el golpe en la puerta la sobresaltó. – ¿Quién es? – El desayuno, señorita Debería estar aún dormida, pues le había parecido la vos de Ernesto. – “tengo que dejar esta obsesión con él, ya lo escucho en todos lados” — pensaba mientras se ponía la bata y se dirigía a la puerta. Al abrirla casi se desmaya, no era su imaginación, era él en persona con el carro del desayuno – Pero… ¿Qué haces aquí, Ernesto? — él entró empujando el carro y cerró la puerta tras de sí – Es que
Silvia ya estaba al borde de la locura, era la hora y Ernesto no aparecía. No dejaba de mirar su reloj y llamarlo insistentemente. – Ya calma, Silvia, estoy aquí – Mira si estropeas esto es el fin, así que de ahora en más trata de ser puntual no te tomarán en serio. Ahora ven que te presentaría a Yolanda, la chica de la revista — Ernesto revoleó los ojos y siguió a Silvia hasta frente a una joven que creía que tenía todo el glamour del mundo pero en lugar de eso tenía un mal gusto de asustaba. Analía sonrió y tomó asiento en uno de los bancos que allí se encontraban. – Él es Ernilam, el chico del que te hable – Hola Ernilam, un gusto conocerte, soy Yolanda — la joven desalineada le propinó un beso en cada mejilla a Ernesto – El gusto es mío, Yolanda – Bueno los dejaré tranquilos para que trabajen, iré a sentarme con Analía. Silvia se acercó al banco en el que se encontraba la joven,
El avión se detenía ya en la pista. Una enorme cantidad de gente esperaba expectante a la apertura de la puerta. Había estado lloviendo toda la semana, pero ese día, a pesar de las predicciones de los meteorólogos, era por demás espectacular. Ni una nube empañaba el turquesa perfecto del cielo. Al fin se detuvo totalmente, la escalera se acercó, aquellos minutos fueron interminables para los cientos que se encontraban esperando el gran momento. La puerta se abrió y comenzaron a descender las personas que venían en él. Cuando ya habían bajado casi todas se produjo un lapso de minutos y apareció él, Ernilam, el tan esperado artista que estaba haciendo furor en su país luego de haberse separado de su grupo comenzando su carrera como solista. Uruguay era el primer país de su gira por Sudamérica. Era la primera presentación internacional de su espectáculo. Toda la prensa estaba allí, no solo la local sino también
Ernesto se encontraba en el escenario ya terminando las últimas pruebas de sonido y luces. – ¿No estás nervioso, Ernesto? – pregunto el baterista – No, la verdad que no – y esbozó su característica sonrisa – Es nuestro primer concierto fuera de Estados Unidos, yo estoy temblando, en cambio tú, estas rebosando de tranquilidad – Ernesto se acercó a su compañero y palmeó su espalda – Luis, nada hay que temer, todos nos irá de maravilla. Este es el principio de algo grande, ya verás De un salto dejó el escenario y se retiró corriendo. Subió al coche que le esperaba y fue al hotel, en donde esperaba que Analía estuviera. Al llegar a la habitación se encontró con Silvia, quien estaba teniendo una conversación con Analía. – Veo que has comenzado una relación con Erny. Espero sea para bien. – Analía frun
El día tan ansiado había llegado. Ernesto estaba en su camarín ya vestido y pronto para salir. Desde allí se escuchaba a los teloneros tocar su penúltimo tema. Había estado tranquilo hasta ese momento, pues su interés principal era Analía y la había obtenido, por lo tanto ya no podía distraerse de su objetivo principal, triunfar como solista. Había dado varios conciertos en Estados Unidos, pero una gira por América era una locura. No sabía con exactitud cómo le recibirían, ni si le conocían, pues con su grupo anterior no había que preocuparse por nada más que por salir al escenario y cantar. Pero esto era diferente, esto era él; todo dependía de él. No podía defraudar a su familia, a sus padres que a pesar de las diferencias siempre lo habían apoyado, a su banda, algunos de los músicos había dejado la banda anterior para sumarse a la suya, a Silvia que se había enfrentado a Cardozo poniendo todos sus esfuerzos en él y arrastrando a un montón de gente con ella, a Rubén que siempre lo
Ya se encontraban de regreso en el hotel, pero en la vereda tuvo que hacer una escala para atender a la prensa que se abarrotaba, si bien la conferencia iba a ser al día siguiente, querían las primeras y exclusivas declaraciones y fotos del emergente artista. – ¿Tienes idea de la conmoción que has ocasionado entre tus seguidores con el repertorio totalmente alejado de tus raíces musicales? – – Es que no tenía “raíces musicales”, yo cantaba en un grupo que era manejado por alguien que nos decía que hacer, como y cuando hacerlo. Lo que vieron hoy es mi verdadero yo – y regalando una enorme sonrisa a la cámara culminó, dándose vuelta e internándose en el hotel. Analía fue abrazada por Miguel, uno de los guardaespaldas de Enrique, y llevada a la habitación lo más rápido que pudo. – Ha sido magistral el concierto de Erny – dijo Silvia dirigiéndose a Analía – No esperaba menos, él es un gran artista y una persona marav
Analía ingresó corriendo al hospital, seguida por Miguel. Se dirigió a la recepción y preguntó por su abuela. La enfermera le indicó la habitación y continuó su carrera hasta llegar a ella. Pero palideció al encontrarse con su madre. – ¿Qué carajo haces tú aquí? – Julia se acercó a su hija e intentó besarla en la mejilla, obviamente Analía retiró su rostro. – Esa no es forma de saludar a tu madre – dijo con algo de tristeza – Hace ya muchos años Julia, que dejaste de serlo. Para mí solo eres la hija de Clara, mi abuela – Tú y yo tendremos que sentarnos a conversar un día de estos. Pero ahora lo importante es que tu abuela está muy grave y probablemente sea llevada a cuidados intensivos en las próximas horas – Analía asintió con la cabeza, se dirigió a la cama de su abuela y tomó su mano. Clara era una mujer fuerte, pero sobre todo dura, su rostro rara vez esbozaba una sonrisa,