ALARICEl motor del auto rugía suavemente en la oscuridad de la noche. Mis manos estaban firmes en el volante, pero mis pensamientos estaban en otra parte. Giré la cabeza y observé a Esther, recostada en el asiento del copiloto, su respiración era pausada, su pecho se elevaba y descendía con un ritmo tranquilo. Pero su piel estaba pálida, su cabello oscuro caía desordenado sobre su rostro y aún había rastros de sangre en sus manos.Cuando llegué a casa, Liana me lo contó todo. Esther ya sabía la verdad. Sabía que era la reencarnación de Elena.No lo asimiló bien. Nadie lo haría. Y ahora, verla así, después de la batalla que presencié en el bosque, después de verla pelear con una fuerza sobrehumana contra esos osos, hacía que me preguntara hasta dónde llegaría su poder. Había considerado intervenir, pero algo me detuvo. Su energía, su ferocidad… no necesitaba mi ayuda.Cuando su cuerpo estuvo a punto de caer, yo la atrapé.Me estacioné y acaricié su rostro suavemente, retirando un mec
IGOREl ardor no era lo peor. Lo peor era la mirada de Liana.—No puedo creer lo tonto que eres —me dijo mientras presionaba una gasa contra mi herida, limpiandoApreté los dientes, negándome a hacer una mueca de dolor. No iba a darle el gusto de verme quejarme.—Fue necesario —dije con voz firme.—¿Necesario? —bufó, rodando los ojos. Antes de que pudiera responderle algo mordaz a Liana, la puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared con fuerza.El aire en la habitación se volvió denso de inmediato.—¡Ígor! —Su voz retumbó como un trueno dentro de la habitación.Mantuve la mirada fija en él, preparada para la tormenta que se avecinaba. Sus ojos oscuros destellaron. Pero algo en su expresión cambió cuando su mirada bajó a mi brazo herido.—¿Qué te pasó? —Liana dejó el vendaje y cruzó los brazos, mirándome con severidad.—Díselo —me instó—. Ya es suficiente con las mentiras.Saliva tragué. No es que tuviera miedo de mi padre, pero no tenía ganas de lidiar con su ira.Aun así,
CHELSY—Nos vemos el sábado, Chelsy. No puedo esperar.Erick me sonrió con esa seguridad que siempre llevaba en los partidos. —Nos vemos —le respondí con una sonrisa.Él se inclinó un poco, como si dudara en darme un beso en la mejilla, pero al final solo se despidió con un gesto de la mano antes de girarse y caminar hacia el campo de entrenamiento.—Vaya, vaya… —La voz de mi hermana Chloe me hizo girarme.Ella tenía los brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los labios.—¿Qué? —pregunté, fingiendo indiferencia mientras empezábamos a caminar por el pasillo de la escuela.—Nada, solo que parece que alguien está a punto de tener un novio nuevo —canturreó.Rodé los ojos.—No exageres, Chloe. Apenas es una cita.—Sí, claro, “apenas una cita” con Erick, el capitán del equipo de fútbol americano, uno de los chico más guapo y popular de la escuela —enumeró con una sonrisa burlona—. Es un buen chico. Y guapo.Me encogí de hombros.—Supongo.—Casi tan guapo como mi Igor —agregó con una ris
IGOREl primer golpe de consciencia fue un latido sordo en mi cabeza.El dolor se expandió por mi cráneo como una ola, empujándome a la realidad de golpe. Mis párpados pesaban, y un sabor metálico se acumulaba en mi boca.Parpadeé lentamente.El techo de madera oscura me pareció desconocido.No estaba en mi habitación.Me enderecé con un gruñido, sintiendo los músculos tensos y entumecidos. La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por una ventana. El aire olía a madera vieja y a algo más… algo antiguo.Fue entonces cuando la vi.Una mujer estaba de pie junto a la ventana, de espaldas a mí. Su silueta era alta y esbelta, envuelta en un vestido negro que caía hasta el suelo.Sus manos, pálidas como el mármol, se apoyaban en el alféizar de la ventana. Todo en ella irradiaba un aura de misterio y poder.Mi instinto de lobo se activó de inmediato, la adrenalina corrió por mis venas.—¿Quién eres? —Mi voz salió más ronca de lo que esperaba—. ¿Po
ALARICEl sonido de la puerta golpeando la pared me sacó del letargo en el que me encontraba. No me molesté en levantar la vista. Solo suspiré y terminé de abotonarme la camisa.—Si querías derribar la puerta, Selene, podrías haberlo hecho con más dramatismo.—¡No es momento para bromas, Alaric! —gruñó, cerrando la puerta con un portazo.—¿Qué pasa ahora?—¿Qué pasa? —repitió con una risa sin humor—. ¡Que permitiste que descubrieran a Dante! ¡Ahora los cazadores pueden tenerlo secuestrado!Me apoyé en el respaldo de la silla con calma, cruzando los brazos.—Dante está en un lugar seguro.Selene se quedó en silencio un instante, como si intentara leer en mi rostro si estaba mintiendo.—¿Lo estás protegiendo? —Negué con la cabeza.—No lo necesito. Está a salvo.—¿Y quién más lo está protegiendo?—¿Por qué tanto interés en Dante, Selene?Ella desvió la mirada, fingiendo ignorar la pregunta.—¿Quién es la otra persona que está formando una manada? Él te lo dijo, pero tu nos has ocultado l
ESTHEREl paisaje pasaba borroso a través de la ventanilla del auto de Alaric, las luces de la ciudad brillaban contra el cristal, reflejando un mundo que se movía demasiado rápido, mientras yo me sentía atrapada en una tormenta que apenas comenzaba.Apreté mis manos sobre mi regazo, intentando ignorar la sensación de vacío en mi pecho. La noche anterior había sido… demasiado. No solo por lo que ocurrió entre Alaric y yo, sino por lo que había descubierto sobre mí misma.—Todo estará bien, Esther. —La voz grave de Alaric rompió el silencio.Giré mi rostro hacia él. Su perfil estaba relajado, sus manos firmes en el volante, pero sabía que me estaba observando de reojo.—¿En serio puedes decir eso? —solté con una media sonrisa amarga—. Me convertí en un lobo, Alaric. Un lobo.—Eso no te convierte en un monstruo.Bufé y miré hacia el frente.—Para mí sí.Él suspiró, pero no insistió. Sabía que discutir ahora no cambiaría nada.La noche anterior, después de lo que compartimos en la ducha,
ALARICElla bajó con elegancia, con su vestido blanco. No la conocí personalmente, pero después leí sobre ella en los diarios de la madre de Damaso. Diarios que logramos salvar de la casa antes de salir de nuestras tierras. Ester la madre de Elena, para muchos ella estaba muerta, pero después de que Dante me revelara que ella era el otro ser que formaba su nueva manada, podía confiar en que esta batalla contra los cazadores estaba más que ganada. —Ester. —susurré por lo bajo, pero lo suficiente para que Esther me escuchara —¿La conoces? —me preguntó Pero antes de que pudiera responderle, Charles irrumpió con una expresión dura y la mirada ardiendo de preocupación.—Nos vamos —ordenó, con una voz firme y cortante. A su lado lo acompañaba Vladir. —¿Qué? —Esther lo miró con incredulidad.—Busca a Chloe y Charly. No tenemos nada que hacer aquí —continuó Charles, fulminándola con la mirada—. Este lugar no es seguro.Antes de que Esther pudiera responder, la voz de la mujer intervino.
El cielo estaba oscuro, pesado, como si presagiara una tormenta. La luna, apenas visible entre las nubes, derramaba una luz tenue sobre el paisaje. Yo estaba sentado en la ventana de mi habitación, con la mirada perdida en el infinito. El aire frío de la noche acariciaba mi rostro, pero la sensación de ardor en mi pecho no tenía nada que ver con el clima.Mi mente no dejaba de regresar a aquella batalla.El monstruo.Lo vi transformarse frente a mis ojos. Lo vi perder su humanidad en cuestión de segundos. Y lo peor de todo es que yo estuve ahí desde el principio. Yo lo vi venir.Cerré los ojos, dejando que los recuerdos me arrastraran de vuelta a ese momento.Estaba con Chloe cuando vi a Chelsy salir del jardín, tomada de la mano de Erick.Sentí un golpe en el estómago. Celos. No podía negarlo.Me esforcé en ignorarlo, pero mis pasos me traicionaron, llevándome más cerca.—Vamos al jardín —le dije a Chloe, usando cualquier excusa estúpida.Chloe me miró de reojo, con esa expresión que