ALARICLa noche era densa y silenciosa, solo interrumpida por el sonido ocasional del viento rozando las hojas de los árboles. Desde la ventana, miraba hacia la oscuridad, esperando. Sabía que Esther vendría pronto.A mi espalda, el peso de las miradas de mis amigos recaía sobre mí. Damaso estaba con los brazos cruzados, serio, como siempre. Dara descansaba con cautela una mano sobre su vientre, mientras Mikahil la sujetaba con un brazo protector alrededor de su cintura. Liana permanecía en silencio, observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación.Habíamos tomado una decisión.Esther debía conocer la verdad.Ella nos pertenecía, era parte de nosotros, y el Estanque de los Recuerdos se encargaría de mostrarle quién era en realidad.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Damaso, su voz era grave, cargada de advertencias no dichas.No aparté la vista de la ventana.—No hay otra opción —respondí con firmeza—. No quiero secretos entre nosotros.—¿Crees que todos los humanos que son mo
ESTHER—¡Dime la verdad, Alaric! —le grité, sin poder contener la desesperación en mi voz.No podía seguir con esta incertidumbre, con la sensación de que algo más grande estaba ocurriendo y él lo sabía. Su silencio, su mirada tensa, la forma en la que me protegía sin querer decirme por qué… todo me estaba volviendo loca.Alaric me miró con intensidad, como si estuviera debatiéndose internamente. Sabía que estaba a punto de hablar, de darme las respuestas que tanto necesitaba. Pero antes de que pudiera hacerlo, un estruendo cortó el aire.Un disparo.Giré la cabeza justo a tiempo para ver a Damaso tambalearse y caer al suelo con un gruñido de dolor. Su cuerpo se arqueó de forma inhumana, y su piel comenzó a cambiar ante mis ojos.Mi aliento se atoró en mi garganta cuando vi lo imposible suceder.Su carne se retorció, sus huesos crujieron, y en cuestión de segundos, el hombre que conocía ya no estaba ahí. En su lugar, un enorme lobo de pelaje griceaso y ojos dorados respiraba con dific
ESTHERDesperté muy temprano, si es que podía llamarle dormir, al hecho de estar sobre la cama toda la noche, dar vueltas de un lado a otro, me sentía tan confundida, no sabía que hacer con el dolor en el corazón. Me levanté y miré a través de mi ventana. Pero no duré mucho sola. Escuché cuando mi puerta se abrió lentamente. —Chloe…—¿Por qué no proteges a Alaric?Me giré bruscamente.—Porque me mintió, Chloe —le respondí con el corazón en un puño—. Me ocultó la verdad. Yo le conté mi odio hacia los hombres lobo, le confié mis miedos… ¡y él jamás me dijo nada!Mi voz se rompió al final.Chloe me miró con tristeza.—No es cierto que sean monstruos —dijo con suavidad—. Y lo sabes, Igor no lo es.Desvié la mirada, sintiéndome incapaz de responderle.—Voy a estar con Igor, aunque el abuelo no quieran —dijo con determinación—. Y tú deberías comprender a Alaric. Si de verdad lo amas, debes detener esta guerra tonta. No tiene sentido continuar con algo así. No entiendo porque Chelsy los t
CHELSYUn ruido me despertó de golpe.Parpadeé varias veces, sintiendo la humedad de la hierba en mi piel. Me había quedado dormida en el jardín, pero no estaba sola.Había algo moviéndose entre las sombras.Contuve la respiración.Me incorporé lentamente, con la sensación de que cada músculo de mi cuerpo se tensaba por instinto.La luna iluminaba el jardín con un resplandor pálido, y en medio de la maleza, distinguí la figura de mi abuelo Charles.Caminaba con lentitud, pero algo en su postura me inquietó.No parecía él.Había algo extraño en la manera en que su espalda se arqueaba, en cómo sus manos temblaban, como si algo dentro de él luchara por salir.Mis labios se separaron en un intento de llamarlo, pero las palabras murieron en mi garganta cuando lo vi.Su cuerpo comenzó a cambiar. No era una transformación normal. No era como los licántropos que había visto antes.Esto era diferente.Monstruoso.Su piel empezó a oscurecerse, estirándose de manera antinatural. Sus huesos crujie
ALARICEl aroma a madera y hierbas llenaba la casa de Ester, un refugio temporal que me quemaba la paciencia. Mi sangre hervía, mis puños estaban cerrados con tanta fuerza que los nudillos se volvían blancos. No soportaba estar aquí, oculto como un animal acorralado, mientras Charles y Vladir se apoderaban de todo lo que nos pertenecía.Me levanté de la silla de un golpe, empujándola hacia atrás con brusquedad.—¡No podemos seguir esperando! —le gruñí a Ester, que me observaba con su eterna calma, como si mis palabras fueran una brisa inofensiva—. Esos bastardos se están quedando con mi empresa, con todo lo que construimos, y yo estoy aquí, sin hacer nada.Ester, con los brazos cruzados y la espalda apoyada contra la pared, suspiró.—Si atacamos ahora, perderemos. —Su voz era firme, sin titubeos—. Charles no es un simple enemigo, Alaric. Es un monstruo, y los monstruos no mueren fácilmente.—Entonces, los matamos. —Di un paso hacia ella, con la mirada encendida por la rabia—. Los dest
SELENEEl aire en la habitación era denso, impregnado del aroma de la madera quemada en la chimenea y la tensión de la reunión que estábamos teniendo. Alaric, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, escuchaba en silencio mientras Ester hablaba. A su lado, Dámaso asentía de vez en cuando, su expresión estoica, mientras que Dante parecía más entretenido analizando a cada uno de nosotros con esa mirada entre burlona y calculadora que siempre me sacaba de quicio.Yo quería tener un papel más activo en la batalla que se avecinaba, pero sabía que no iba a ser fácil convencerlos.—Charles aún no conoce mi rostro —dije, rompiendo el silencio—. Puedo acercarme a él sin levantar sospechas.Mi propuesta quedó flotando en el aire por un segundo antes de que Alaric golpeara la mesa con el puño cerrado.—No. —Su voz retumbó como un trueno—. No voy a permitir que nadie se acerque a ese maldito.Fruncí los labios, conteniendo mi frustración.—Alaric, si nos adelantamos a sus movimientos, podemos…
ESTHER-ELENA Corría como nunca antes lo había hecho.Mis patas golpeaban la tierra húmeda con fuerza, mis músculos ardían con la intensidad del esfuerzo. El viento cortaba mi pelaje mientras la luna iluminaba el camino que me llevaba de regreso a la casa de Charles, mi padre.O tal vez debía llamarlo mi verdugo.El lobo dentro de mí rugía con fiereza. No éramos dos entidades separadas; ahora éramos uno solo, una fuerza indivisible que se negaba a seguir viviendo en las sombras del pasado.Había recordado todo.A Alaric, el hombre que me enseñó lo que era el amor verdadero. A Igor, mi hijo, mi pequeño que ahora era un hombre. A mis amigos, a la manada, a todos aquellos a quienes alguna vez llamé familia.Y sabía que esta guerra era un error.No importaba cuán rencoroso, cuán cruel fuera Charles, luchar contra los hombres lobo era un suicidio. La sangre traería más sangre. Y yo, que había renacido como Elena Moon White, tenía que detenerlo.La casa de mi padre apareció entre los árbole
IGOREl crujido del techo me estremeció hasta los huesos. La cueva se sacudió como si estuviera a punto de tragarnos vivos.Sin pensarlo, me arrojé sobre Chelsy, protegiéndola con mi cuerpo.—¡No te muevas! —le ordené, sintiendo el polvo y los escombros caer a nuestro alrededor. Ella temblaba. Podía escuchar su respiración entrecortada, sus latidos desbocados.—Igor… —Su voz era apenas un susurro, cargado de dolor.La miré, su rostro estaba surcado de lágrimas.—Lo siento… —dijo con un hilo de voz.Supe de inmediato de qué hablaba. Ella nos había traicionado. Nos vendió a Charles. Nos puso en esta trampa.Y, aun así, la estaba protegiendo.—No lo entiendo… No sé cómo fui capaz de contarle la verdad. —Su voz tembló.Por un instante, quise gritarle, exigirle respuestas. Pero sus ojos… su maldita mirada de angustia y arrepentimiento me detuvo.—No fue tu culpa, ¿cierto? —dije en voz baja.—¡Claro que fue su culpa! —Selene escupió las palabras con furia.Me giré hacia ella. Sus muñecas es