[Narra Enzo]Días después...El ruido de los neumáticos derrapando sobre el pavimento húmedo llenó el aire mientras tomaba una curva cerrada. Mi respiración era agitada, pero mi mente estaba enfocada. No podía permitir que sucediera. No esta vez. Alessia había enviado su informe preliminar. Y lo que había encontrado... me heló la sangre. No solo estaban vigilándonos; había un patrón claro, una intención. Brooke y el bebé estaban en peligro, y no me quedaba otra opción más que actuar. Mi teléfono vibró en el asiento del copiloto. Era Alessia. Contesté rápidamente, activando el altavoz. —¿Qué tienes? —pregunté con voz tensa. —Estás siendo seguido, Enzo. Dos vehículos, uno negro y otro gris. ¿Cuánto tardas en llegar a casa? Mi mirada fue al retrovisor, y ahí estaban: las luces de dos autos que mantenían su distancia pero no me perdían de vista. —Diez minutos si piso el acelerador. —Hazlo. Pero ten cuidado. Ya contacté a mis chicos; estarán en posición en la entrada de tu pr
[Narra Enzo]Las palabras de Brooke resonaban en mi cabeza como un tambor. No podía aceptar que esto casi le costara a mi familia su seguridad. Sus manos temblaban mientras se aferraba a mi brazo, y aunque trataba de mantenerse fuerte, podía ver el miedo detrás de sus ojos. Respiré profundamente, aunque el aire se sentía denso en mi garganta. Miré a Alessia, quien se mantenía firme frente a mí. Sabía que había hecho lo que debía, pero la furia que sentía no me dejaba pensar con claridad. —Necesito respuestas, Alessia. Y las necesito ahora. ¿Quiénes son estos imbéciles? ¿Quién los envió? —Está más que claro de parte de quién vienen. Esa mujer siempre estuvo desquiciada y es de las que no acepta un no por respuesta.—Es que no tiene sentido, —me levanto y camino hacia el ventanal. —Ella fue quien me dejó y yo decidí rehacer mi vida, ahora sé que solo es un capricho.—Un capricho injustificado pero peligroso, porque supe que se reúne demasiado con la familia Rossi y sabemos que ell
[Narra Brooke].No soportaba la tensión que había en casa, pero con tantos hombres y Alessia aquí, admitía que me sentía más segura. Incluso con Enzo junto a mí, sentía que la casa ya no era un lugar seguro. Todo había cambiado en cuestión de minutos. Ahora cada sombra, cada ruido, me hacía saltar. Mi mente no dejaba de repetir la misma imagen: el hombre herido en el suelo, mi dedo tembloroso en el gatillo, y el disparo que rompió el silencio.Me recosté en el sofá mientras Enzo hablaba con Alessia en el pasillo. Las palabras llegaban a mí en fragmentos: “protección”, “filtrar información”, “vulnerabilidad”. Todas esas frases parecían confirmar lo que ya sabía: nuestra vida no volvería a ser la misma.—¿Quieres algo? —preguntó Enzo, regresando a la sala con el rostro todavía endurecido.Negué con la cabeza, aunque la verdad era que quería llorar. Pero no iba a hacerlo frente a él.—Estoy bien —mentí, evitando su mirada.—Brooke… —Su tono bajo y cargado de preocupación hizo que levanta
[Narra Brooke].El auto estaba envuelto en un silencio incómodo. Vittorio, sentado al volante, tamborileaba los dedos contra el volante, aparentemente distraído. Pero yo sabía que estaba alerta. Todo en él, desde su postura rígida hasta la forma en que su mirada barría constantemente los espejos, gritaba precaución. Mientras tanto, mi mente no dejaba de darle vueltas a la conversación que había tenido con Alessia horas antes. Había algo en su manera de hablar, en la intensidad de su mirada, que me había dejado intranquila. Como si tratara de advertirme de algo sin decirlo directamente. —¿Siempre es así de... raro? —pregunté de repente, rompiendo el silencio. Vittorio alzó una ceja, pero no me miró. —¿Quién? ¿Yo? —Sí.Él soltó una risa.—Bienvenida a mi mundo. Ser raro es mi pasión. Reí y luego cerré los ojos por un momento, intentando calmar el nudo que tenía en el estómago. No podía dejar de pensar en el hombre que habían llevado a comisaría. En su rostro pálido, en el pá
Desperté en mi cama, con el rostro de una mujer desconocida inclinándose hacia mí. Vestía traje de enfermera y reconocí que era del hospital donde me atendían mi embarazo.—¿Qué pasó? —pregunté, mi voz apenas un susurro. Ella me miró neutra, pero no le di importancia cuando sentí nauseas y dolor de cabeza nada más removerme un poco.—Sufriste un bajón de presión por el estrés —explicó, con una mirada seria—. Necesitas descansar y evitar alterarte, o podrías poner en riesgo tu embarazo. Según tu historial médico, me sorprende que ese bebé siga tan fuerte.El embarazo. Mi mano instintivamente fue a mi vientre, buscando algún tipo de consuelo. Me sentí regañada pero bien merecido me lo tenía, porque siempre olvidaba lo que debía hacer para cuidarlo.Cuando la doctora se fue, Alessia se acercó y se sentó a mi lado. —Que bueno que ya despiertas, me tenías preocupada. —me dijo sarcásticamente, haciéndome sonreír.—¿Dónde está Enzo? —pregunté en voz baja. Hasta hablar me dolía.—En su
El camino lo sentí eterno. Al principio tuve problemas para subirme al avión por mi estado pero nada más Vittorio dió mi apellido y eso se solucionó. Jamás pensé que dieran problemas por eso.Ahora iba con un chofer de los West, ya me esperaban y yo estaba ansiosa por llegar. Los extrañaba mucho, ellos eran lo más cercano que tenía a unos padres. Llegué al cabo de media hora de camino y ahí estaban, en la entrada de su hermosa casa.—Hija mía. —la primera en recibirme fue Melanie, tan hermosa y jovial como siempre. La edad no parecía correr por su cuerpo.—Te extrañé. —le dije mientras sentía la validez de su abrazo. Al poco tiempo, sentí cómo Robert nos abrazaba a ambas. —Los extrañé a ambos.—Y nosotros a ti, por fin Enzo te comparte con nosotros. Sonreí. Al parecer no sabían todo lo que estaba pasando y agradecí por eso. No quería que se preocuparan.—Entremos, hace frío y a mi nieto seguro no le agrada. —dijo Melanie y sonreí, ella me consideraba su hija.—¿Cómo se enteraron de q
[Narrador omnisciente].El eco de los pasos de Alessandra resonaba en el pasillo de la mansión. Apenas había cruzado la puerta cuando Vincenzo apareció frente a ella con el ceño fruncido y los ojos cargados de rabia.—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Alessandra? —rugió, su voz retumbando en las paredes.Alessandra mantuvo la calma, aunque por dentro estaba nerviosa. Sabía que lo que había hecho no iba a pasar desapercibido, pero no se arrepentía.—Actuando, Vincenzo. Alguien tenía que hacerlo, ya que tú no te dignaste a informarme de nada.Él la miró con una mezcla de incredulidad y furia. Dio un paso hacia ella, imponiéndose con su altura.—¿Sabes lo que acabas de hacer? Involucraste a Gabriel en este desastre sin mi autorización. ¿Tienes idea del riesgo que eso supone para nuestra operación?Alessandra alzó una ceja, cruzándose de brazos.—Oh, claro, porque tú eres el gran estratega que desaparece por días sin avisar. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Esperar sentada mientras
[Narra Alessia].Mi teléfono vibró insistentemente en la mesa de noche. Aún medio dormida, extendí la mano y lo tomé. Mis ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la pantalla, pero cuando vi los titulares, el sueño se evaporó de inmediato.“Enzo Lombardi: De escándalo en escándalo. ¿Doble vida o simple confusión?”Las imágenes eran devastadoras. Primero, resaltaron con mucho énfasis la noticia del supuesto divorcio entre Brooke y Enzo, luego del escándalo con Brooke. Luego, las fotos de él con Alessandra en un lugar privado. Y ahora, más fotos comprometedoras. Todo el mundo había construido su propia versión de los hechos y ninguna lo favorecía.—¡Maldita sea, Enzo! —solté entre dientes mientras me levantaba de la cama.No tardé ni diez minutos en estar frente a su departamento. Golpeé la puerta con fuerza, con rabia. Sentía que me hervía la sangre. ¿Cómo podía ser tan estúpido? ¿Cómo podía ser tan autodestructivo?Cuando finalmente abrió, su expresión era un desastre: ojeras profun