Capítulo 30: Alessia.

La noche avanzaba, y el silencio entre nosotros se sentía más como un refugio que como un vacío. Enzo seguía recostado contra mi vientre, sus dedos trazando suaves círculos en mi piel. Había algo en su expresión, una mezcla de paz y vulnerabilidad que rara vez permitía mostrar.

—¿Qué estás pensando? —pregunté, rompiendo el silencio.

Él levantó la cabeza, su mirada fija en la mía. Había algo profundamente sincero en sus ojos miel.

—En nosotros. En todo lo que nos espera. —su voz era apenas un murmullo—. Y en cómo voy a hacer para que nunca dudes de lo que siento por ti.

No pude evitar sonreír. Había un encanto infantil en su determinación, como si creyera que podía resolverlo todo con fuerza de voluntad.

—No necesitas prometer nada, Enzo. Solo necesito que estés aquí. Conmigo. —dije, y mi voz sonó más suave de lo que esperaba.

—Siempre. —respondió, sin un segundo de duda.

El cansancio comenzaba a ganar terreno, pero no quería que ese momento terminara. Había algo mágico en la quietud,
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