¡Está llegando!Al siguiente día, Carolina dejó el hospital en compañía de Diego, los futuros padres lo hicieron con la seguridad de que el embarazo de Carolina estaba en perfecto estado, luego del chequeo antes de firmar el alta médica, tal como lo había prometido el galeno.Diego era el hombre más feliz de toda España, quería brincar sobre una pata. El hombre casi se volvió loco en el momento que escuchó el corazón de su bebé por primera vez, se había sentido tan conmovido que no había hecho ningún esfuerzo por contener las lágrimas que se asomaron a sus ojos y corrieron por sus mejillas.La felicidad era algo que no se podía ocultar y cuando las lágrimas eran por cosas buenas tampoco, y él no sentía vergüenza de llorar como lo había hecho mientras miraba la ecografía de su bebé.—¿Por qué no vino Lucas contigo? —preguntó Carolina interrumpiendo los recuerdos recientes del abogado.—Ten cuidado —dijo él, mientras le ayudaba a subir al auto, protegiendo el hombro herido de la joven.
El amor en un solo serArturo se quedó de una pieza, miró a Paula y luego a la puerta…—Arturo, ¿me has escuchado? —preguntó la joven con los dientes apretados por el dolor que empezaba a nacer en su bajo vientre…—¿Leticia?—Sí, Arturo, Leticia —gruñó.—¿Nuestra hija? —preguntó atónito.—¡No, la hija del lechero! —gritó enfadada.Paula apretó los labios y se mordió el interior, no estaba para los chistes de Arturo, si él estaba en shock, ella tenía dolor.—¡Paula!—Date prisa o voy a castrarte la próxima vez que quieras ponerme las manos encima…Arturo corrió a la puerta, la abrió de par en par antes de volver por Paula, la tomó en brazos y salió corriendo.—¡Leticia está llegando! —gritó para que todo su personal se enterara de que su princesa estaba llegando al mundo.Carolina se puso de pie, para ayudar a Arturo con el ascensor.—Llama a casa y dile a América que avisé a Marco y Alejandro —dijo con urgencia.—Sí, Arturo, lo haré en seguida —prometió Carolina.Arturo entró al ascen
PromesasPaula y Leticia dejaron el hospital al siguiente día en compañía de Arturo, el magnate era el hombre más orgulloso sobre la faz de la tierra.Estaba profundamente agradecido con la vida por una nueva oportunidad de ser feliz, de tener una mujer tan valiente y apasionada como Paula, por tener dos hijos que se convirtieron en su motor para vivir y olvidar el dolor del pasado.Quizá conocer a Pía no fue un error, sino el preámbulo a su felicidad.—Y Alejandro, ¿por qué no vino contigo? —preguntó Paula mientras subía al auto con ayuda de Arturo.—Se ha metido a la cocina, quiere prepararle una tarta a Leticia.—¿Para Leticia? —preguntó Paula.—Sí.—Nace Leticia, tú y Alejandro se olvidan de mí —refutó con un puchero.Arturo subió al auto y la miró.—¿Estás celosa?—No.—Paula.—No, no estoy celosa, Leticia es mi hija y es normal que llame la atención de esa manera, solo espero que mi marido y mi hijo no se revienten de celos cuando me fije en otro hombre —dijo.Arturo negó, tomó
¿Qué puede ir mal? El gemido que salió de los labios de Paula fue los buenos días que Arturo estaba buscando conseguir de su esposa.—¿Qué haces? —preguntó Paula sintiendo un ligero cosquilleo en su cuello y espalda.—¿Qué es lo que imaginas que estoy haciendo? —preguntó el hombre en tono ronco y apasionado.—Arturo…El magnate no respondió con palabras, su respuesta fue demostrativa. Bajó sus labios al hombro de Paula y fue dejando un sendero de besos por ellos, mientras sus dedos recorrían el canal de su columna vertebral.El cuerpo de Paula se estremeció de anticipación, habían hecho el amor la noche anterior, pero Arturo parecía insaciable esa mañana.Un nuevo gemido abandonó los labios de Paula al sentir a Arturo entrar en una sola embestida en su estrecho canal.—A esto le llamo tener un delicioso despertar —susurró Arturo, enterrándose entre las suaves y redondas nalgas de Paula, penetrándola desde atrás una y otra vez.Ella abriéndose como un girasol lo hace para recibir los
¡Secuestrada! Arturo abrió los ojos abruptamente, el corazón se le aceleró dentro de su pecho, como una máquina a toda marcha.«¡Arturo!»El magnate se puso de pie, llamando la atención de los niños y de América.—¿Qué pasa, Arturo? —preguntó la mujer dejando a Leticia en su carruaje.Sin embargo, Arturo no respondió, sentía que la presión en el pecho iba a asfixiarlo de un momento a otro. Era el sentimiento más intenso y doloroso que jamás había experimentado en la vida, tanto qué lágrimas se derramaron de sus ojos y mojaron sus mejillas.—¡Me estás asustando! —exclamó América acercándose a él.Arturo estaba quieto, como si fuera una escultura tallada en piedra, la palidez de su rostro solo le daba realísimo a su imagen.—¡Papá! ¡Papá! ¿Qué te pasa, papá? —gritó Alejandro al ver a su padre tan quieto.Arturo no podía responder, no sabía que iba a decirles, ¿Qué se suponía que era esto que sentía?—Arturo —susurró América colocando su mano sobre el hombro del hombre.Aquel simple ac
Lo encontramos«Bienvenida a tu nuevo hogar, querida Pía…»«Querida Pía»¿Pía?Paula negó, intentó hablar, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Su garganta estaba seca y lo único que salió de sus labios fue un gemido lastimero.—No te angusties, estás en buenas manos —dijo el hombre.Paula trató de enfocar su mirada de nuevo sobre el tipo, él tenía una barba bastante espesa, que cubría gran parte de su rostro; Paula podía jurar que lo había visto antes, pero no sabía exactamente donde, su memoria estaba confusa y los latidos alocados de su corazón no le permitían pensar.—Sé que ha pasado mucho tiempo, querida, pero no creí que perdieras la capacidad de hablar al verme —sonrió.Paula pasó la poquita saliva que tenía en la boca, la garganta le quemó a fuego vivo, ¿Qué era lo que le habían hecho?La pregunta llenó de temores el corazón de la mujer.—N-no soy Pía —susurró en tono bajo.—¿Qué has dicho? —cuestionó el hombre acercándose a ella, tanto que Paula decidió cambiar sus palabr
Somos hermanas «¡Hemos encontrado a Aarón Mondragón!»«¡Hemos encontrado a Aarón Mondragón!»Aquellas palabras acompañaron la incertidumbre de Arturo Montecarlo por varias horas ese día, encontrarlo no era lo mismo que tenerlo en un calabozo. Tenía que esperar y ser paciente, pero ¡Joder! No podía ser paciente cuando se trataba de Paula, eran muchos días sin verla, demasiado tiempo.—Trata de calmarte, Arturo, dejarás una zanja en el piso —pidió Diego, el hombre no se había movido de la casa Montecarlo desde que llegó.—No puedo estar tranquilo, no sé lo que pasó con Mondragón, la policía no llama, ¡no dice nada! —dijo caminando al ventanal con la esperanza de ver alguna patrulla llegar—. ¡Debieron permitirme ir con ellos! —expresó con frustración.—No está permitido —dijo Diego.—¡Pues, su silencio no ayuda en nada!Diego suspiró, estuvo a punto de decir algo, sin embargo, no llegó a pronunciar ni media palabra, porque Arturo se alejó de la ventana y corrió a la puerta para abrir an
Te llevaré a casa«Sé mía por una noche…»Paula miró horrorizada al italiano, ¿de verdad le estaba pidiendo una noche con él a cambio de su libertad? ¿Qué clase de hombre pediría tal cosa a una mujer que, ha dicho, no es la mujer que él piensa?—¡Estás completamente loco, Domenico! ¡Primero muerta que caer entre tus brazos! —gritó alejándose de él.Paula sintió una fuerte opresión en el pecho, si tenía que morir y no volver a ver a Arturo y a su familia, estaba dispuesta a hacerlo, pero jamás ¡JAMÁS! Le sería infiel a Arturo. No tendría cara para mirarlo a los ojos y seguir viviendo su vida, sabiendo que se entregó a otro hombre…—Escucha, cara.—No soy cara, no soy Pía. ¡Soy Paula! ¡Paula! —gritó con rabia. La esposa del magnate se mostró fuerte y decidida, si iba a morir no se lo pondría fácil y si podía llevárselo con ella lo haría sin duda.—No te estoy pidiendo sexo —dijo él con el ceño fruncido.Paula lo miró confundida.—¿Qué?—No te estoy pidiendo que te entregues a mí de esa