¿Qué puede ir mal? El gemido que salió de los labios de Paula fue los buenos días que Arturo estaba buscando conseguir de su esposa.—¿Qué haces? —preguntó Paula sintiendo un ligero cosquilleo en su cuello y espalda.—¿Qué es lo que imaginas que estoy haciendo? —preguntó el hombre en tono ronco y apasionado.—Arturo…El magnate no respondió con palabras, su respuesta fue demostrativa. Bajó sus labios al hombro de Paula y fue dejando un sendero de besos por ellos, mientras sus dedos recorrían el canal de su columna vertebral.El cuerpo de Paula se estremeció de anticipación, habían hecho el amor la noche anterior, pero Arturo parecía insaciable esa mañana.Un nuevo gemido abandonó los labios de Paula al sentir a Arturo entrar en una sola embestida en su estrecho canal.—A esto le llamo tener un delicioso despertar —susurró Arturo, enterrándose entre las suaves y redondas nalgas de Paula, penetrándola desde atrás una y otra vez.Ella abriéndose como un girasol lo hace para recibir los
¡Secuestrada! Arturo abrió los ojos abruptamente, el corazón se le aceleró dentro de su pecho, como una máquina a toda marcha.«¡Arturo!»El magnate se puso de pie, llamando la atención de los niños y de América.—¿Qué pasa, Arturo? —preguntó la mujer dejando a Leticia en su carruaje.Sin embargo, Arturo no respondió, sentía que la presión en el pecho iba a asfixiarlo de un momento a otro. Era el sentimiento más intenso y doloroso que jamás había experimentado en la vida, tanto qué lágrimas se derramaron de sus ojos y mojaron sus mejillas.—¡Me estás asustando! —exclamó América acercándose a él.Arturo estaba quieto, como si fuera una escultura tallada en piedra, la palidez de su rostro solo le daba realísimo a su imagen.—¡Papá! ¡Papá! ¿Qué te pasa, papá? —gritó Alejandro al ver a su padre tan quieto.Arturo no podía responder, no sabía que iba a decirles, ¿Qué se suponía que era esto que sentía?—Arturo —susurró América colocando su mano sobre el hombro del hombre.Aquel simple ac
Lo encontramos«Bienvenida a tu nuevo hogar, querida Pía…»«Querida Pía»¿Pía?Paula negó, intentó hablar, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Su garganta estaba seca y lo único que salió de sus labios fue un gemido lastimero.—No te angusties, estás en buenas manos —dijo el hombre.Paula trató de enfocar su mirada de nuevo sobre el tipo, él tenía una barba bastante espesa, que cubría gran parte de su rostro; Paula podía jurar que lo había visto antes, pero no sabía exactamente donde, su memoria estaba confusa y los latidos alocados de su corazón no le permitían pensar.—Sé que ha pasado mucho tiempo, querida, pero no creí que perdieras la capacidad de hablar al verme —sonrió.Paula pasó la poquita saliva que tenía en la boca, la garganta le quemó a fuego vivo, ¿Qué era lo que le habían hecho?La pregunta llenó de temores el corazón de la mujer.—N-no soy Pía —susurró en tono bajo.—¿Qué has dicho? —cuestionó el hombre acercándose a ella, tanto que Paula decidió cambiar sus palabr
Somos hermanas «¡Hemos encontrado a Aarón Mondragón!»«¡Hemos encontrado a Aarón Mondragón!»Aquellas palabras acompañaron la incertidumbre de Arturo Montecarlo por varias horas ese día, encontrarlo no era lo mismo que tenerlo en un calabozo. Tenía que esperar y ser paciente, pero ¡Joder! No podía ser paciente cuando se trataba de Paula, eran muchos días sin verla, demasiado tiempo.—Trata de calmarte, Arturo, dejarás una zanja en el piso —pidió Diego, el hombre no se había movido de la casa Montecarlo desde que llegó.—No puedo estar tranquilo, no sé lo que pasó con Mondragón, la policía no llama, ¡no dice nada! —dijo caminando al ventanal con la esperanza de ver alguna patrulla llegar—. ¡Debieron permitirme ir con ellos! —expresó con frustración.—No está permitido —dijo Diego.—¡Pues, su silencio no ayuda en nada!Diego suspiró, estuvo a punto de decir algo, sin embargo, no llegó a pronunciar ni media palabra, porque Arturo se alejó de la ventana y corrió a la puerta para abrir an
Te llevaré a casa«Sé mía por una noche…»Paula miró horrorizada al italiano, ¿de verdad le estaba pidiendo una noche con él a cambio de su libertad? ¿Qué clase de hombre pediría tal cosa a una mujer que, ha dicho, no es la mujer que él piensa?—¡Estás completamente loco, Domenico! ¡Primero muerta que caer entre tus brazos! —gritó alejándose de él.Paula sintió una fuerte opresión en el pecho, si tenía que morir y no volver a ver a Arturo y a su familia, estaba dispuesta a hacerlo, pero jamás ¡JAMÁS! Le sería infiel a Arturo. No tendría cara para mirarlo a los ojos y seguir viviendo su vida, sabiendo que se entregó a otro hombre…—Escucha, cara.—No soy cara, no soy Pía. ¡Soy Paula! ¡Paula! —gritó con rabia. La esposa del magnate se mostró fuerte y decidida, si iba a morir no se lo pondría fácil y si podía llevárselo con ella lo haría sin duda.—No te estoy pidiendo sexo —dijo él con el ceño fruncido.Paula lo miró confundida.—¿Qué?—No te estoy pidiendo que te entregues a mí de esa
Fui yo El trayecto de la isla Cos a Atenas fue en un sepulcral silencio, Paula no dejó de pensar en todo lo que había descubierto. La vida de Pía fue peor de lo que ella se hubiese podido imaginar, los Zambrano le habían hecho algo imperdonable. Mentirle sobre su hijo, hacerlo, pasar por muerto, era lo peor que le podían hacer a una madre. A Pía le habían hecho lo mismo que le hicieron a su madre. Mientras a ellas las habían separado y crecido sin saber de su la existencia de la otra, vivieron ajenas a aquella verdad. Paula no podía siquiera llegar a imaginar el dolor que su hermana vivió al enterarse de que su bebé había muerto, no podía imaginar el infierno que debió vivir a tan corta edad, porque si sus cuentas no fallaban, Pía debía tener entre diecisiete y dieciocho años cuando dio a luz a Paolo. Quizá ese era el verdadero motivo que cambió a Pía y la convirtió en la mujer que era al momento de su muerte. Paula dejó de pensar en el momento en que aterrizaron en Atenas, imagi
Cuadro familiar«Fui yo, yo secuestré a tu esposa…»«Yo secuestré a tu esposa…»Arturo miró todo rojo al escuchar aquellas palabras, salir de los labios del hombre que tenía la osadía de pararse delante de él y decirle, sin ninguna pena, que era el secuestrador de Paula. La ira se abrió paso por su cuerpo, el dolor y el miedo que sintió ante la desaparición de su esposa, fue un detonante y sin mediar palabra golpeó el rostro de Domenico con rudeza enviándolo al piso.Arturo se lanzó sobre el hombre, quien no se defendió en ningún momento.—¡Arturo! —gritó Paula al darse cuenta de que su marido era muy capaz de matarlo allí mismo—. Escucha lo que tiene que decirte —pidió ella.Arturo la miró con los ojos furiosos.—¿Qué es todo esto? —preguntó.—Hay algo que tienes que saber —le dijo Paula acercándose a él.—¡Te secuestró! ¡No puedes defenderlo! —gritó preso del enojo que corría por cada rincón de su cuerpo.—No estoy defendiendo a nadie y a él menos, pero por favor, escucha —insistió
¡Eres la mujer perfecta!Paula abrió los ojos horas más tarde. Arturo la había convencido de ir a la cama y ella no pudo negarse, había estado en un avión por más horas de las jamás había estado en toda su vida; pero no sabía que necesitaba estar en la cama hasta que puso su cabeza en la almohada y se quedó profundamente dormida en compañía de Arturo y de sus hijos.—¿Mejor? —preguntó Arturo entrando con una bandeja de frutas y jugos.—Mucho mejor, gracias —dijo un tanto tímida.—¿Qué pasa? —le cuestionó Arturo.—Nada, no pasa nada.—Paula…—Estoy bien, te lo aseguro —dijo mirando a Leticia y Alejandro.—¿Quieres comer algo? —cuestionó sentándose a su lado.—Me encantaría, también quiero visitar a Carolina —dijo.Arturo asintió, él también quería hacerlo, con todo lo ocurrido ni siquiera le dio tiempo de felicitar a Diego por el nacimiento de su hija.—Carolina dio a luz —contó Arturo.—¿Qué? ¿Cómo que dio a luz? —cuestionó Paula sentándose junto a su esposo—. Ella apenas tenía siete