Capítulo 40: Desahogo.

Tal cual como lo presintió Meltem. Seda está justo ahora con Murat, platicando en una plaza cómodamente. Sus historias las cree fascinantes, ahora mismo se siente en total libertad sin ansiedades figuradas. Mientras escucha con atención a Murat, emana seguridad en sí misma e internamente el reposo existencial, se apodera de sus pensamientos y aligera sus perplejidades.

—Contigo podría pasar horas conversando. Es tan grata tu compañía—expresa Seda con entusiasmo.

—Igual yo, eres la compañía perfecta y lo mejor de todo, que sabes escuchar, es muy difícil encontrar a alguien, que te escuche con tanto detenimiento, como lo haces tú Seda.

—Ja, ja, ja, en estos momentos contigo, me olvido de mis problemas.

—Te veo y pienso, que tu marido es un tonto. Como puede atormentar a una mujer tan maravillosa como tú, necesita una consulta con un psiquiatra.

—Posiblemente Mustafá va a parar en loco.

—Seguramente lo enloqueciste tú.

—Seguramente—asienta Seda con jocosidad.

—Ja, ja, ja eres muy simpáti
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