New York, Usa.
Semanas después.
Reunidos en la sala de juntas; Diana, revisaba las proyecciones de ventas del software que iban a presentar esa noche, mientras Rodrigo, preparaba la presentación del mismo.
Mientras Diana, acomodaba su cabello, él no dejaba de observar aquellos labios tentadores, haciendo que la piel de su esposa se estremeciera.
—Amor, deja de mirarme de esa forma, me desconcentras —advirtió ella. Rodrigo le brindó su mejor sonrisa, esa que a ella le aceleraba el ritmo cardíaco—. Contigo no se puede trabajar —resopló.
—Pero si yo no estaba haciendo nada malo —se quejó él, entonces se levantó y se dirigió hasta donde estaba sentada su esposa.
—Yo no tengo la culpa, que esos labios tuyos provoquen tanto — pronunció él, delineando con la yema de sus dedos la boca de su esposa.
Esa misma noche, los ejecutivos de ventas de Vid- Mal cerraron negocios con varias empresas. Rodrigo, contestaba las inquietudes acerca del funcionamiento técnico del software y Diana se encargaba de cerrar contratos. Kate con su gran campaña logró conseguir nuevos clientes y al ver el despliegue de seguridad, la empresa de Fernando, también tuvo varios interesados en contratar sus servicios. Había sido una noche muy prometedora para todos. La mayoría de empresarios se retiraron encantados con la nueva propuesta. —Buenas noches —saludó Gonzalo, sorprendiendo a Diana, quién se despedía de unos clientes, entonces ella giró hacía él, sus rostros quedaron a la misma altura. —Hola —sonrió, saludando con cortesía al amigo de su esposo, él extendió su mano, ella correspondió el gesto. Gonzalo, al sentir la suavidad de su piel, sintió un cosquilleo que le recorrió por todo su cuerpo. La mirada de ella fija en sus ojos le conmovió el alma. Diana retiró
Diana salió del ascensor caminando a pasos rápidos, se dirigió hacia el escritorio de su asistente.—¿El doctor Cárdenas, ya llegó?—Sí, señora, está en la sala de juntas con el ingeniero Rodrigo.—Gracias.Diana, de inmediato, se dirigió a su oficina, dejó su bolso y su chaqueta en el perchero, entonces sin querer escuchó la charla que su esposo mantenía con su amigo.—Yo la amaba, ella era mi todo, mi mundo giraba alrededor de esa mujer —habló Gonzalo—, y un día la encontré con otro en nuestra cama.Diana entrecerró sus ojos al escuchar esa confesión, sacudió su cabeza, al escuchar la voz abatida de aquel hombre, sintió pesar por él, entonces irrumpió la charla, entrando a la sala.—Buenos días —saludó caminando con eleg
El fin de semana llegó y el ansiado viaje a Long Lake se puso en marcha. Después de cuatro horas de viaje llegaron hasta aquel mágico lugar. Diana admiró el paisaje, los grandes árboles alrededor del hermoso lago, una vez que bajaron del vehículo, Isabella, corrió a saludar a sus amigos, empezando a correr por el prado.—¡Cuidado con la laguna, niños! —exclamó Diana—¡No te preocupes Diana! —habló Kate—. Ellos ya saben que no pueden acercarse al lago —afirmó, acercándose para brindarles la bienvenida— por favor sigan.Diana, y Rodrigo, ingresaron tomados de la mano.—¡Qué hermoso! —exclamó Diana observando la bella cabaña.—Fernando la construyó y me la regaló cuándo cumplí años —comentó Kate.—&i
New York- UsaDías después.Rodrigo, fue traslado a la Unidad de Cuidados Intensivos de uno de los mejores hospitales de la ciudad.Diana, sostenía su mano sin dejar de hablarle, ella no perdía las esperanzas de que su esposo se recuperara.—Amor debes despertar... por favor —suplicó mientras acariciaba el rostro de él—. Te necesitamos tanto, no nos puedes abandonar —sollozó sin contener sus lágrimas, su corazón entristecido no podía comprender como la obsesión de un hombre había llegado tan lejos—. No puedes permitir que Alessandro, no separe —enfatizó, besando los gélidos labios de su marido, entonces se secó varias lágrimas que corrían por sus mejillas—. Hoy voy a conocer a Ariadna Rinaldi, la fundadora del centro comunitario
El joven abogado la observó perplejo, su corazón empezó a palpitar con fuerza a su mente, viejos recuerdos se vinieron a su memoria, tomó asiento sosteniéndose de la silla.—¿Te sientes bien? —cuestionó Diana, poniéndose de pie para servir un vaso con agua.Gonzalo ladeó su cabeza, de pronto un gran torrente de lágrimas empezó a correr por sus mejillas.—Mi esposa me dejó por otro hombre —exclamó cubriendo su rostro con ambas manos.Diana pasó la saliva con dificultad al escucharlo de sus labios.—Lo lamento... imagino que…Gonzalo la interrumpió.—Por favor, permíteme desahogarme —suplicó con su mirada cristalina.Diana asintió, tomó una silla y se sentó fren
En la tarde un gran despliegue de seguridad se montó en la empresa, poco a poco fueron llegando los empresarios que deseaban cancelar sus contratos, así como varios medios de comunicación, entre tanto Gonzalo, caminaba de un lado a otro, no estaba de acuerdo con lo que Diana, pensaba hacer que era exponer su vida, su intimidad, ante un grupo de personas que no la iban a comprender.A la hora indicada, la señora Maldonado, apareció caminando hacia la mesa en donde los micrófonos estaban listos, su imponente figura, y aquel andar tan elegante y a la vez sensual dejó sin aliento a varios caballeros, muchos murmuraban al ver su espectacular figura cubierta con un elegante vestido rojo vino que se amoldaba a su cuerpo como una segunda piel.Diana tomó asiento, junto a ella, su abogado, el jefe financiero y también la persona encargada de su imagen pública.
Diana, observaba con la mirada pérdida a través de los grandes ventanales de su oficina, su mundo se iba desmoronando con lentitud, pero ella no estaba dispuesta a rendirse. Con el dorso de su mano limpió las lágrimas que bajaban por sus mejillas, entonces el sonido de su intercomunicador la sacó de aquel trance en el que se encontraba.Caminó hasta su escritorio aplastando el botón del altavoz.—¿Qué sucede?—Señora Diana, la llaman de la escuela de la niña Isabella —comunicó su asistente. Ella cerró sus ojos, ya se imaginaba el motivo.—Comunícame por favor —solicitó, entonces la joven la comunicó.—Señora Vidal, buenas tardes, habla Glenda, la directora de la escuela, necesito que venga de inmediato a conversar conmigo sobre
Horas más tarde Diana, permanecía con los ojos cerrados, sosteniendo a Isabella, en sus brazos, mientras la pequeña dormía. La joven empresaria observaba el rostro angelical de su niña y no podía comprender la maldad y prejuicios de la gente. De repente su móvil sonó, lo tomó en sus manos mirando que la alerta era de un correo electrónico, lo abrió, alzando una de sus cejas con sorpresa. Se llevó el dedo índice a los labios, pensativa, dejó a Isabella, en la cama y se dirigió a su despacho, ahí reviso toda la información; sin embargo, no podía confiar, así que llamó a Gonzalo. —Buenas noches, disculpa interrumpir a esta hora —habló Diana. El abogado estaba recostado en su cama al momento que su móvil sonó al ver que era ella, se sentó de golpe para responder. —No te preocupes. ¿Tienes algún problema? —Acabo de recibir un correo y deseo corroborar