Grace estuvo feliz de que Amaia hubiese aceptado su invitaciĂłn y juntas se reunieron, aunque Grace le dijo que podĂan reunirse en algun restaurante o cafĂ©, pero Amaia asegurĂł de que no tenĂa problema de reunirse en la casa de ella. AsĂ que despuĂ©s de algunos minutos acordaron verse en la mansiĂłn O'Farrell. Grace la recibiĂł con mucha alegrĂa, con un gran abrazo la estrechĂł y pasaron al jardĂn de la mansiĂłn donde se dispuso una mesa con bocadillos y bebidas para acompañar su conversaciĂłn. Katerina, Rocco y Vladimir, permanecĂan a lo lejos, los tres en posiciĂłn de alerta por si su señora necesitaba algo. —Me alegra mucho que estĂ©s aquĂ, quedĂ© muy complacida contigo ayer y debo decirte que amĂ© muchĂsimo el obsequio que me dieron. —Lo escogimos con mucho cariño y con la intensiĂłn de que te agradara. —Es un juego de collar y aretes preciosos, me gustaron mucho las esmeraldas en ella. —Nikolay dijo que tus ojos eran de un precioso color verde, asĂ que creĂmos pertinentes escog
Amaia y Aimara entraron al restaurante con el ánimo arriba, estaban completamente felices de poder pasar un rato juntas para ponerse al dĂa, Katerina y Rocco pidieron una mesa cercana a ellas con la intensiĂłn de estar alerta por si algo sucedĂa, Vladimir por en contrario se apostĂł a la puerta principal con la intensiĂłn de tener vigilancia y poder actuar de manera eficiente si surgĂa una emergencia. Las hermanas se sentaron y pidieron deliciosos platos del menĂş mientras comĂan conversaban un poco de sus vidas. —¿Está todo bien en el instituto?— le preguntĂł Amaia mientras comĂa. —Muy bien, he podido volver a todas mis clases y podrán entregarme mis calificaciones sin problemas. No me cansarĂ© de agradecerselo a Nikolay—respondiĂł ella con ternura.— creo que es un buen hombre— le dijo con sinceridad y su hermana sonriĂł. —Lo es, un poco difĂcil y a veces me saca de mis casillas, hace explotar mi espĂritu rebelde — sonriĂł — pero si, es un buen hombre. ÂżCĂłmo está padre? —Bien...
El helicĂłptero se detuvo en el techo de la mansiĂłn de la isla, habĂan regresado a su lugar de entrenamiento y su hogar temporal, el trayecto como siempre habĂa sido largo y Amaia habĂa permanecido particularmente callada, es por eso que en cuánto bajaron Nikolay la observĂł con interĂ©s. —¿Está todo bien Amaia?— le preguntĂł con un pequeño tono de preocupaciĂłn. —SĂ claro, está todo bien. ÂżPor quĂ© lo dices?—No lo sĂ©, pareces bastante retraĂda, sĂ© que el trayecto es largo y un poco agotador pero has estado particularmente callada, tu y yo sabemos que no eres asĂ, sueles hablar mucho aĂşn cuando hay cosas que te preocupan, pero este silencio me resulta bastante extraño asĂ que, si hay algo que realmente estĂ© ocupando tu mente me gustarĂa saberlo. ÂżSucediĂł algo con tu hermana?—No, Aimara está muy bien. Me contĂł que mi padre, por fortuna se ha estado portando bien y ha estado esforzándose en trabajar para levantar el poco prestigio que le queda su pequeña empresa, sus clases van muy bien,
—Bienvenido, jefe— le dijo uno de sus hombres, Nikolay no se preocupĂł en responder solo hizo un leve asentimiento con su cabeza a modo de saludo. —¿En dĂłnde está Ă©l?— preguntĂł Igor, con el rostro inexpresivo, y los tres hombres más que venĂan en compañĂa de ellos, guardaron silencio absoluto. Cinco hombres jĂłvenes, fuertes y con un rostro que indicaba que tenĂan pocos o niños amigos. —Está abajo, en el sĂłtano— responde el hombre sintiendo pesar por su compañero porque sabĂa que aquel serĂa el Ăşltimo dĂa de su vida, y no serĂa un final nada agradable, habĂa decidido jugar mal sus cartas y si en aquel momento el propio LeĂłn rojo estaba allĂ para verle, significaba que no habrĂa para Ă©l benevolencia sino que pagarĂa con su vida su traiciĂłn y no serĂa una muerte rápida— lo hemos mantenido allĂ a espera del jefe. —Bien, en ese caso vayamos por Ă©l— dijo Igor. Nikolay estaba serio, mudo y con el rostro enrojecido. —¿CĂłmo es posible que ese tipo de cosas sigan sucediendo dentro de m
—Ven aquĂ, pequeña bola de pelos— Amaia se agachĂł para recibir a la hermosa tigresa albina que corrĂa hacia ella, la tigresa se lanzĂł hacia su regazo y Amaia la llenĂł de caricias, le encantaba el vinculo que estaba desarrollando con ella, cada dia se sentĂan muy cĂłmodas la una con la otra.—¡creces muy rápido, Alba!— le acariciĂł justo junto a la oreja. —¿Ves cuánto le gustas?— preguntĂł Nikolay con una leve sonrisa bailando en sus labios.— son una buena dupla. —Lo somos— asintiĂł abrazando a la tigresa y colocándose de pie— no me habĂa dado cuenta de cuanto la habĂa extrañado. Me alegra verla. —Si, sin embargo la reuniĂłn no debe ser muy larga, recuerda que Katerina le espera para ir a correr— Amaia asintiĂł, una de las mujeres de servicio que aguardaba por si habĂa alguna necesidad de parte de los jefes. —Por favor— le dijo a la mujer— alimentala, un buen trozo de carne para desayunar. —Si, señora— dijo la mujer acercándose y tomando a la tigresa entre sus brazos y asintiendo
—¿Lista para irnos?— preguntĂł Nikolay llegando a donde Amaia se encontraba, ella sonriĂł al ver que Ă©l solo traĂa unos pequeños pantalones cortos, el cabello atado hacia atrás con una liga y su pecho completamente desnudo bronceado con aquel tuaje del leĂłn imponente sobre su pecho y una pequeña parte del escorpiĂłn y la rosa saliendo desde el borde de su pantalĂłn, se veĂa tan sexy, tan ardiente... era increĂble el efecto que su sola presencia tenĂa sobre su piel y sobre todo su ser, una sensaciĂłn de ansiedad... un deseo latente y constante. —Completamente lista— le respondiĂł con una enorme sonrisa, mientras daba un giro sobre su eje, mostrandole una vision completa de su atuendo, Nikolay por su parte observĂł el esbelto cuerpo de su esposa, cubierto Ăşnicamente por un traje de baño color azul, un azul casi tan intenso como el color de sus ojos, su cabello suelto y unas gafas para sol sobre su cabeza, además de eso un lindo pareo atado a su cintura, la sola imágen le encendiĂł la piel y
Bebieron del vino mientras compartĂan sonrisas pĂcaras y cargadas de deseo, Amaia se sorprendiĂł de cĂłmo habĂa pasado de ser una mujer que no disfrutaba del sexo, para convertirse en la esposa de un ardiente ruso que era capaz de enloquecerla solo con mirarla o decirle una palabra. —¿Seguro que nadie nos verá desde casa? —Completamente seguro, di Ăłrdenes expresas de no acercarse y no vigilar pues seguramente tendrĂamos tiempo a solas.— dijo con una sonrisa. —En ese caso...— dejo la copa a un lado, sobre la arena y ya con las manos libres y mirándolo, se quitĂł la parte superior del traje de baño con mucha lentitud, la mirada de Nikolay fue directa a los turgentes senos y una sonrisa de satisfacciĂłn bailĂł en sus labios.— se cuánto te gustan asĂ que quiero devolverte las buenas vistas. —Me encantan— dijo alejando su copa, y buscando en la canasta sacĂł una fresa y un contenedor de chocolate fundido, aĂşn tibio, untĂł la fresa hundiendola en la espesura del chocolate, para luego ll
—Lo entiendo Amaia y agradezco que como siempre, te preocupes mucho por mà — la miro con un profundo agradecimiento— aceptarĂ© colocarme el localizador. ÂżDuele mucho?— pregunto con la mirada llena de turbaciĂłn.— ya sabes que odio las agujas y esas cosas. —Lo sĂ© y por eso agradezco tanto que aceptes, se lo que significa para ti una inyecciĂłn, no te mentirĂ© Aimara, es un poco incĂłmodo, al principio cuando se inserta bajo la piel hay un poco de dolor y ardor, supongo que al ser un un factor extraño nuestro propio cuerpo intenta rechazarlo, pero con un par de dĂas olvidarás que está allĂ. —Bien— dijo con seguridad y la firmeza se vio reflejada en sus ojos— si esto contribuye a mi seguridad y a que tĂş puedas estar más tranquila entonces acepto hacerlo. —MuchĂsimas gracias Aimara, no sabes cuánto te agradezco esto— le dijo mientras la abrazaba y besaba su frente. —Y yo te agradezco que te tomes tantas molestias por mĂ, sĂ© que tu vida Ăşltimamente ha estado bastante complicada y me