La habitación era hermosa. Como me dijo Jaime, tenía vista a la calle y al jardín de la casa a través de una gran ventana doble que casi llegaba al techo. Aunque la casa debía tener al menos cincuenta años, el piso era de madera y crujía, igual que el techo y las vigas que lo atravesaban, tenía un encanto como de cuento de hadas, cual si fuese el hogar de una maga bondadosa que cultiva su propia huerta, decora su hogar con atrapasueños y tapices de tierras mágicas y lejanas, aromatiza los espacios con incienso y, lo mejor de todo, hace magia cuando cocina.
La primera impresión que tuve de la mamá de Jaime fue la de una mujer irresponsable, que no cuidaba su apariencia y debía tener un paquete de marihuana en su mesa de noche, pero bien pronto me di cuenta de que no podía estar más eq
Ivania se acomodó a su nueva rutina con facilidad. En las mañanas dejaba a Antonella con la señora Laura, iba a su trabajo en la panadería y regresaba en la noche por la bebé para devolverse a la casa de Ximena, que la esperaba con una cena deliciosa. Los fines de semana trabajaba con Jaime, que por lo general iba acompañado con Carolina y cuando Ivania completó las treinta horas de entrenamiento, empezó a alternarse con Jaime, con Carolina o algún otro chico.—Hice cuentas —dijo Ivania a la señora Laura, mientras recogía a Antonella—, y puedo aplicar a un crédito para estudiar, como tenía planeado.La señora Laura miró a Ivania con un brillo en sus ojos.—¿Por qu&
Ximena me había pasado una copia de las llaves e intenté entrar sin hacer ruido, pero Antonella se despertó en el momento en que estaba por colgar el blazer que Mario dejó sobre mis hombros. La levanté y sus labios se dirigieron a mi pecho. Me recosté con ella, mi espalda apoyada contra el cabezal de la cama, y sin haberme podido quitar el blazer, desabroché mi blusa para que Antonella pudiera comer. Estaba muy cansada y el sueño empezó a vencerme, por lo que no escuché cuando Jaime se acercó, por el pasillo, y abrió la puerta de mi habitación. Solo supe que estaba asomado cuando el rechinar del piso me despertó. Lo miré con una sonrisa. No me acordaba que tenía la blusa abierta y mis senos estaban expuestos. Sus ojos no solo tenían el doble de su tamaño normal, sino que estaban clavados en mi pecho y los labios reducidos a una
El rector de la academia de carreras técnicas, Inocencio Bejarano, recibió a Ivania en su oficina. Era un hombre de mediana edad, alto y grueso, de espeso cabello negro entrecano.—¿Me dice que quiere estudiar la carrera de secretariado bilingüe, señorita?—Así es, señor Bejarano.El rector tenía entre sus manos un registro de las calificaciones que Ivania había obtenido en el bachillerato y paseaba su mirada entre los resultados y los ojos de la joven.—Bueno, estas notas están muy bien, si fuera por ellas, no vería ningún problema para la concesión de una beca completa.Ivania no dijo nada, pero
Entré a mi habitación sintiéndome terrible. Había ido a la cocina con la idea de no contarle nada de lo sucedido a Ximena, pero me resultó imposible. ¿Cómo iba a imaginarme que ella sabía que las becas sí las conceden desde el primer semestre? Soy muy mala para mentir y, cuando me empiezo a ver descubierta, quedo hecha un manojo de nervios. Aunque, luego de verlo con más claridad, después de haber comido la deliciosa cena que preparó Ximena y con Antonella dormida en mis brazos, me di cuenta de que lo que pasó fue lo mejor y que, tarde o temprano -quizá más temprano que tarde- Ximena iba a descubrir que algo me estaba ocurriendo. Cuando acosté a Antonella en su cuna me decidí a contárselo y sabía que Ximena era una mujer muy inteligente y sabia, que sabría qué hacer y podría orientarme en esta situac
Esa tarde, mientras terminaba de atender a un cliente de la panadería, Ivania vio entrar a Jaime y sentarse, como cualquier otro cliente. Se acercó a él con una sonrisa. —¿Qué te puedo servir? —preguntó Ivania. Jaime también le sonrió e Ivania creyó ver que se ruborizaba. —Hoy salí temprano y me preguntaba si te gustaría tomar algo conmigo, cuando termines el turno, por supuesto. Además de su trabajo con la empresa de recreacionistas, Jaime estudiaba Comunicación Social y había sido en la universidad en donde había conocido a Carolina, la otra chica que también trabajaba como recreacionista y con la que Ivania había empezado a hablar desde su primer día. —¿Tomar algo? —preguntó Ivania, más por ganar tiempo que como una verdadera duda. Era obvio que Jaime la estaba invitando a una cita.—Sí, digo, si quieres, claro. Ivania sintió un nudo en el estómago. Había estado pensando en Mario durante todo el día, desde que se despidió de él frente a la casa de la señora Laura, cuando dejó
¡¿Por qué, por qué, por qué?!¿Por qué tenía, cabezona, que mentirle a Jaime?¿Era tan difícil decirle que Antonella no era mi hija, bueno, al menos no biológica, y que, por obvias razones, Mario no era su padre?Después de dejar a Antonella con Ximena, fuimos a un sitio cercano, solo a tomarnos una gaseosa y, bueno, comer algo sencillo, como un perro caliente o una hamburguesa y, apenas nos sentamos, Jaime empezó a bombardearme con preguntas. —Estaba pensando —dijo después de que la mesera nos hubiera pasado la carta, un sencillo cartón laminado salpicado con imágenes de comidas rápidas—, que quien te recogió hoy, es el mismo que conocimos en la primera fiesta de niños a la que fuimos, ¿verdad? El hermano mayor del niño cumpleañero. ¿Cómo no había caído en cuenta de eso?, pensé. Si le decía que era el mismo, entraría a una serie de explicaciones sobre por qué habíamos coincidido en esa piñata, por qué luego él había llamado a Jaime para obtener mis datos… mejor dicho, era un sinsen
Estaba sentada entre los dos hombres que, en ese momento, suspiraban por ella. Jaime, con las cervezas que había ido a pedir a la barra y Mario extrañado por verla en compañía de otro. Ivania se adelantó al estupor de sus dos pretendientes. —Jaime, te presento a Mario —dijo con una sonrisa forzada luego de levantarse, recibir la cerveza y pararse entre los dos. Ambos eran altos, lo que la hizo sentir, por un momento, como una pequeña ratona que mediara entre dos salvajes leones—. Mario, él es Jaime.Ninguno de los dos saludos al otro, solo se dedicaron una mirada apenas amable. —Veo que estás acompañada, Ivania —dijo Mario después del momento más tensionante y frío que Ivania hubiera debido soportar en su vida—. No quería molestarte. Adiós. Ivania se sintió terrible y, de no haber estado Jaime, hubiera detenido a Mario, pero eso solo hubiera complicado la situación. Para su sorpresa, fue Jaime quien tomó una decisión que no se esperaba. —No tiene que irse —dijo Jaime—. Si quiere p
Regresamos casi sobre la medianoche. Jaime se fue a su cuarto y yo entré al mío. Ximena estaba con Antonella, las dos dormidas en mi cama. No quise despertarlas y pasé al baño en silencio. Los senos me estaban matando y no soportaba el roce con la blusa, tuve que usar el extractor y alcancé a llenar tres biberones. Era casi la una de la mañana cuando me acosté en la cama de Ximena. Quedé dormida tan pronto puse la cabeza en la almohada y, entre sueños, me pareció escuchar a Antonella que se despertaba, pero después dejé de escucharla y seguí durmiendo. Lo hice hasta las nueve de la mañana. Me merecía levantarme tarde. Fue Jaime quien me despertó, llevando una bandeja con el desayuno. —Hoy tenemos una fiesta a las tres de la tarde —dijo después de haberme saludado y mientras me comía una tostada.—¿Antonella todavía está dormida? —pregunté, algo extrañada por no haberla escuchado despertarse. —Se despertó hace como dos horas, pero mi mamá está con ella. Me sentí terrible y me levant