La comida de Ximena siempre ha sabido muy bien y sé que cualquier plato preparado por ella me va a encantar, pero no fue el caso del sancocho de pescado, los plátanos fritos, hogao y arroz con los que agasajó a Mario, que sí parecía muy contento con la comida y no dejaba de ofrecer sus elogios.—La debes pasar muy bien, aquí, Ivi —dijo Mario en su primera ovación—. Con esta comida tan rica, yo también quisiera quedarme a vivir.Sonreí con los dientes apretados porque la verdad era que todo lo que colocaba en mi boca me sabía amargo y, cada vez que alguno de los dos abría la boca, temía que fueran a hacerse alguna pregunta que me comprometiera. Si bien Ximena ya sabía que Antonella no era hija mía, Mario sí lo creía -sin s
El almuerzo terminó con la interrupción impuesta por Antonella, la única a la que nadie pudo contraargumentar, preguntar o poner incómoda con su opinión o dudas.—No llegues muy tarde, Ivi —dijo Ximena al despedirse de Ivania y Antonella, luego de haber advertido, en el mismo sentido, a Mario, que ahora esperaba a sus invitadas a un costado de la puerta trasera del auto.Después de haber asegurado a Antonella en su silla de bebé, Ivania subió, aseguró el cinturón y esperó a que Mario diera marcha al auto, camino a la primera visita que haría en su vida a un club campestre.—Noté que, pese al tiempo que pasamos en las mañanas y las tardes, hay muchas cosas que no sé de ti
Resultó que, como sospechaba, Estefanía fue novia de Mario, y no una vez, sino como cinco veces, según la cuenta de él. Iniciaban y terminaban su relación de acuerdo con el signo zodiacal que estuviera rigiendo en ese momento, la conjunción de la luna con cualquiera de los planetas o solo porque tenían una discusión sobre si la fresa pegaba o no con el chocolate. —Es complicado y por eso he querido crear una barrera con ella —explicaba Mario cuando ya estábamos por llegar al club, a las afueras de la ciudad—, pero como nuestras familias son tan unidas, es imposible que funcione. Cuando no me la encuentro en algún cumpleaños, la veo en Navidad, o en una Primera Comunión, o un Bautismo, o en cualquier almuerzo familiar, lo que sea y, dependiendo del humor que tenga ese día, iniciamos o rompemos nuestra relación. Llegué hasta a compadecer a Mario por el ka
No sé qué fue lo que me llevó a sujetar la mano de Mario cuando vi el rostro de Estefanía desplegándose por la pared de la esquina que cruzamos. Venía envuelta en una bata de baño, supongo que proveniente del spa, pendiente de la pantalla de su celular por lo que, antes de que pudiera esquivarla, se chocó, de frente, contra mí, no solo soltando su celular, que cayó el suelo seguido de un sonido poco esperanzador sobre su estado, sino que también enterrando su busto contra el mío.—Oye, fíjate… —exclamó antes de darse cuenta contra quién se había golpeado. Al levantar la mirada, sus ojos casi se desorbitaron cuando me reconoció—. ¿Tú? ¿Aquí? ¿Pero qué…? ¿Quién te dejó entrar?<
Estaba nerviosa porque sabía que me enfrentaba al ojo abierto del destino, que pondría su atención sobre mí para advertirme por mi insolencia al estarlo desafiando. En el mosaico que formarían las cartas, entre los Arcanos Mayores y los Arcanos Menores, como me explicó Ximena, estaría el tapiz en el que se entrelazaban mis opciones, el susurro de las cartas, transmitido por la tarotista, y del que yo elegiría si empeñarme en nada contracorriente o acogerme, con el suave nado de espaldas, a que me llevasen las aguas por las que discurría mi camino. —Este es un método más complejo, Ivi, en el que empiezas seleccionando doce cartas entre los Arcanos Mayores —explicó Ximena, sentada frente a mí, con el espacio que ocuparían las cartas entre nosotras—. Las colocaré formando un círculo, como las horas de un reloj, y las primeras cuatro cartas determinarán el pasado, las siguientes cuatro el presente y el último tercio el futuro.Después de barajar el mazo de cartas, unas hermosas láminas m
Contrario a los deseos de Estefanía, Ivania se recuperó de sus lesiones en solo unas semanas y estaba de regreso en casa dos meses después del intento de homicidio contra Mario Falinni, su jefe. Pese a que todavía se apoyaba en una muleta, solo era cuestión de unas semanas más para que pudiera reincorporarse a su trabajo.—Al menos estarás más tiempo en casa —dijo Antonella durante la cena que compartía con su mamá.Ivania interrumpió la comida para tomar la mano de su hija.—En estos días estuve pensando en lo que sucedió, junto con otras cosas, y estoy decidida a renunciar.—¿Qué? No, no puedes hacer eso, mamá —dijo Antonel
Estaba asustada, no puedo negarlo, quizá más de lo que nunca lo había estado en mi vida. Me aterraba la idea de que La Loca fuera la carta que cerraba la lectura, aunque era algo alentador ver a La Maga abriéndola. Cuando vi que los labios se Ximena se abrían para dar inicio a la lectura, tomé su mano sin proponérmelo; fue un impulso, una reacción provocada por mi corazón encogido. —Eres una exploradora, pero incluso algo más que eso —dijo Ximena cuando sintió mi mano sobre la suya, sin apartar la mirada de las cartas—. Temes, y es normal que lo hagas, porque tu vida está marcada por una constante exploración de lo incierto, de las cavernas más oscuras y tenebrosas de la vida, y lo es así desde que recibiste, como un regalo, a Antonella. Mi mano se apartó de la de Ximena en ese momento. La mención que hizo de Antonella disipó cualquier temor y sentí lo mismo que había experimentado esa tarde en el club al que me invitó Mario, cuando Estefanía quiso humillarme y se encontró con una m
Al ver la mirada de Ximena cuando estaba por iniciar la lectura de la última línea, Ivania se convenció de que, lo que fuera que estuviera por decirle, lo iba a amenizar, quizá incluso escondiéndole información. No quiso decir nada, no solo porque su sospecha se basaba solo en una impresión, sino también para no ser impertinente. Si Ximena le quería ocultar alguna de las visiones, tendría sus motivos para hacerlo y a la joven solo le restaba confiar en que lo hacía por su propio bien. —Tu camino ha empezado con La Maga —dijo Ximena, dando inicio a la lectura de la última línea—, pero concluye con el Arcano de La Loca y veo la preocupación en tu mirada, una que no tienes porqué sentir.Ximena sonrió y solo continuó hasta que vio que Ivania también lo hacía.—Lo siento, es que no puedo dejar de pensar en que quizá esa Loca sea yo —dijo Ivania— ¿Lo soy? Porque parece una mujer descarriada, que vaga por el mundo sin saber qué es lo que quiere, sin un propósito, divagando.—Y esa es una p