No sé qué fue lo que me llevó a sujetar la mano de Mario cuando vi el rostro de Estefanía desplegándose por la pared de la esquina que cruzamos. Venía envuelta en una bata de baño, supongo que proveniente del spa, pendiente de la pantalla de su celular por lo que, antes de que pudiera esquivarla, se chocó, de frente, contra mí, no solo soltando su celular, que cayó el suelo seguido de un sonido poco esperanzador sobre su estado, sino que también enterrando su busto contra el mío.
—Oye, fíjate… —exclamó antes de darse cuenta contra quién se había golpeado. Al levantar la mirada, sus ojos casi se desorbitaron cuando me reconoció—. ¿Tú? ¿Aquí? ¿Pero qué…? ¿Quién te dejó entrar?
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Estaba nerviosa porque sabía que me enfrentaba al ojo abierto del destino, que pondría su atención sobre mí para advertirme por mi insolencia al estarlo desafiando. En el mosaico que formarían las cartas, entre los Arcanos Mayores y los Arcanos Menores, como me explicó Ximena, estaría el tapiz en el que se entrelazaban mis opciones, el susurro de las cartas, transmitido por la tarotista, y del que yo elegiría si empeñarme en nada contracorriente o acogerme, con el suave nado de espaldas, a que me llevasen las aguas por las que discurría mi camino. —Este es un método más complejo, Ivi, en el que empiezas seleccionando doce cartas entre los Arcanos Mayores —explicó Ximena, sentada frente a mí, con el espacio que ocuparían las cartas entre nosotras—. Las colocaré formando un círculo, como las horas de un reloj, y las primeras cuatro cartas determinarán el pasado, las siguientes cuatro el presente y el último tercio el futuro.Después de barajar el mazo de cartas, unas hermosas láminas m
Contrario a los deseos de Estefanía, Ivania se recuperó de sus lesiones en solo unas semanas y estaba de regreso en casa dos meses después del intento de homicidio contra Mario Falinni, su jefe. Pese a que todavía se apoyaba en una muleta, solo era cuestión de unas semanas más para que pudiera reincorporarse a su trabajo.—Al menos estarás más tiempo en casa —dijo Antonella durante la cena que compartía con su mamá.Ivania interrumpió la comida para tomar la mano de su hija.—En estos días estuve pensando en lo que sucedió, junto con otras cosas, y estoy decidida a renunciar.—¿Qué? No, no puedes hacer eso, mamá —dijo Antonel
Estaba asustada, no puedo negarlo, quizá más de lo que nunca lo había estado en mi vida. Me aterraba la idea de que La Loca fuera la carta que cerraba la lectura, aunque era algo alentador ver a La Maga abriéndola. Cuando vi que los labios se Ximena se abrían para dar inicio a la lectura, tomé su mano sin proponérmelo; fue un impulso, una reacción provocada por mi corazón encogido. —Eres una exploradora, pero incluso algo más que eso —dijo Ximena cuando sintió mi mano sobre la suya, sin apartar la mirada de las cartas—. Temes, y es normal que lo hagas, porque tu vida está marcada por una constante exploración de lo incierto, de las cavernas más oscuras y tenebrosas de la vida, y lo es así desde que recibiste, como un regalo, a Antonella. Mi mano se apartó de la de Ximena en ese momento. La mención que hizo de Antonella disipó cualquier temor y sentí lo mismo que había experimentado esa tarde en el club al que me invitó Mario, cuando Estefanía quiso humillarme y se encontró con una m
Al ver la mirada de Ximena cuando estaba por iniciar la lectura de la última línea, Ivania se convenció de que, lo que fuera que estuviera por decirle, lo iba a amenizar, quizá incluso escondiéndole información. No quiso decir nada, no solo porque su sospecha se basaba solo en una impresión, sino también para no ser impertinente. Si Ximena le quería ocultar alguna de las visiones, tendría sus motivos para hacerlo y a la joven solo le restaba confiar en que lo hacía por su propio bien. —Tu camino ha empezado con La Maga —dijo Ximena, dando inicio a la lectura de la última línea—, pero concluye con el Arcano de La Loca y veo la preocupación en tu mirada, una que no tienes porqué sentir.Ximena sonrió y solo continuó hasta que vio que Ivania también lo hacía.—Lo siento, es que no puedo dejar de pensar en que quizá esa Loca sea yo —dijo Ivania— ¿Lo soy? Porque parece una mujer descarriada, que vaga por el mundo sin saber qué es lo que quiere, sin un propósito, divagando.—Y esa es una p
Mientras daba pecho a Antonella, no lograba sacarme de la cabeza los recuerdos de esa tarde con Mario. Pese a que la cita no había sido todo lo que yo esperaba, por culpa de la odiosa de Estefanía, sí había sido muy grato estar con él, con Mario, a quien me gustaba imaginar como si, por momento, tomase el papel de Jaime, es decir, que era mi novio y nos besábamos, incluso llegué a recordar el primer beso, el que Jaime me dio cuando logró colarse en mi habitación y cuando nuestros labios se encontraron mientras Antonella, inocente de todo, hacía lo mismo que en ese momento. Al recordarlo, una inmensa oleada de fuego subió hasta mi cabeza, procedente de la parte más baja de mi vientre. Había sido un momento tan erótico, porque mi pecho estaba desnudo y expuesto a las caricias de Jaime, que no llegó a atraverse a tanto, pese a que me hubiera gustado que lo hiciera y, si reemplazaba a Jaime por Mario, la sensación era aún más placentera. No sé por cuánto tiempo estuve imaginando, una y otr
Pese a que lo estuvo pensando durante todo el día, Ivania se sintió incapaz de escribirle a Mario y decirle que no era necesario que pasara por ella esa noche, así que, a la salida del turno, el vehículo de Mario estaba esperándola, estacionado frente al negocio. Solo esperaba que a Jaime no se le ocurriera la genial idea de pasarse también por la panadería y la viera subiéndose al mismo auto que la recogía en las mañanas.—Me temo que esto ya no es conveniente —dijo Ivania después de dirigirle un saludo más bien frío a Mario.—Sabes que lo hago sin otra intención, más que ayudarte…—Por favor, Mario —interrumpió Ivania—, los dos sabemos que no es así y no quiero tener que darle explicaciones a mi novio sobre porqué me estoy subiendo a tu auto, también en las tardes.—Pero, y en las mañanas…—¡No! —dijo Ivania, pese a saber que, con su decisión, estaba por complicarse un poco más su rutina diaria— Tampoco es conveniente, porque entonces serás tú quien deba darle explicaciones a ella,
Renunciar al puesto que tenía era lo más estúpido que podía hacer, en eso Antonella tenía razón, pero la sola idea de tener que volver a ver a Mario, después de lo que le había dicho en el hospital, cuando lo obligó a quitar las rosas… ¿Podía ser más incómodo? Sí, y de hecho ya lo había sido, como cuando, quince años antes, después de salir corriendo de su auto, se volvieron a ver, pero eso era otra historia y lo que estaba por pasar ahora, que ya se había recuperado del atentado y la esperaba el puesto de escolta jefe del esquema de seguridad del CEO de la firma, era otra prueba que debía enfrentar.—Y lo haré por Antonella —se dijo a sí misma Ivania, frente al espejo, mientras se colocaba el chaleco antibalas, que tan bien se acoplaba a su c
Caminamos, tomados de la mano, hasta la casa de Jaime y su mamá. Con su coversación sobre lo que había hecho ese día, Jaime consiguió que me olvidara, al menos durante el trayecto, de lo que acababa de sucederme con Mario y cuando llegamos, no fue distinto. Ximena ya había acostado a Antonella en su cuna y calentó la comida tan pronto nos escuchó llegar.—Pero qué lindos se ven —dijo Ximena cuando nos recibió. Habíamos olvidado soltarnos y me sonrojé, porque era su hijo quien tenía mi mano entre la suya—. Vengan, tortolitos, que deben estar hambrientos.Noté que Jaime también se había apenado y eso me encantó, porque estábamos compartiendo un mismo sentimiento y éramos cómplices del mismo acto que no