—Hola —saludó un atractivo castaño de ojos miel—. ¿Tú eres? —cuestionó él.—Yo...—Si, tú no veo a nadie más aquí. —Dijo él con una sonrisa resaltando lo obvio. —Me llamo Noa, soy la niñera. —Si ya recuerdo, creo que te vi en la cena de hace poco —respondió poniendo atención a la morena frente a él—. y dime algo linda ¿Eres soltera o...? —Francisco llegas tarde —habló un rubio de semblante serio saliendo del estudio—, pensé que ya no vendrías. —Oh si lo siento Alex, ayer la cosa se puso interesante y bueno ya tú sabes cómo son las reconciliaciones... —Ven aquí y ya deja de perder el tiempo con la niñera y, deja de hacer que ella también pierda su tiempo. —gruñó el rubio cruzandose de brazos.La silenciosa morena miró con el rabillo del ojo a Alexander, este traía un semblante de pocos amigos uno muy diferente al amable jefe de momentos atrás. «Este es tu momento para irte» pensó ella andando escaleras abajo desapareciendo de la disputa del par de primos. Francisco bufó con
El día no fue para nada como Noa pensó, ir al museo y estar con Luna fue divertido, la pequeña a cada momento le proporcionaba datos que ni ella sabía. Pensó que la niña era una wikipedia andante. —¿Te gustó la excursión Luna? —preguntó la niñera ayudando a la pequeña castaña a ponerse el pijama. Luna asintio emocionada, luego de ponerse el pijama corrió a su cama, para acto seguido tomar un dinosaurio de felpa de color púrpura con motas azules —¡Si quiero ir de nuevo! —dijo ella emocionada jugando con su nuevo peluche favorito. —¿A dónde quieres ir de nuevo? —habló Alexander adentrándose a la habitación de su hija.—¡Papi! —gritó Luna levantándose dando saltitos en la cama, para acto seguido brincar a los brazos de su progenitor—, Noa y yo fuimos a ver dinosaurios, quiero ir otra vez al museo. —pidió la pequeña castaña emocionada. Miró a la niña con cara pensativa —no lo sé ¿Te portaste bien hoy? —habló el rubio regalandole una sonrisa a su pequeña. —Si me porté bien. —¿Segura?
°°°°°Su pecho bajaba y subía agitado, sus labios recorrían con maestría lo que pudiese de su cuello. Gimió con fuerza tomando al causante de su placentero suplicio.—Más. —Musitó tirando de los dorados cabellos del causante de su placer. —¿Ah sí? —respondió el rubio en su oído erizando al instante su piel con el roce de su cálido aliento. Ella solo asintio con desespero recibiendo gustosa las caricias. Dió un segundo gemido, este más fuerte que el primero al sentir como unos ágiles dedos jugaban con su sensible intimidad haciéndole al instante. —¡Carajo! —exclamó al sentir su primer orgasmo, sintió todo su cuerpo liviano y al recibir esas caricias. °°°°°Despertó exaltada al sentir como alguien le movió con brusquedad sacándola de tan increíble sueño. Se incorporó en la cama malhumorada y con su cabello hecho un desastre y también con bastante sed. —Noa ¿Estás bien? —preguntó Lilly con notoria preocupación por su amiga y compañera de trabajo. —Si claro que estoy bien —respon
—El señor Alexander dió permiso para comenzar con las decoraciones, a Luna le fascina la navidad y si a la niña le hace feliz él estará de acuerdo. —Dijo Betany con una gran sonrisa. —¿Escuchaste eso? —preguntaba Lilly a Noa, la castaña guardó silencio pues la morena parecía estar en otro mundo, uno donde ignoraba a todos a su alrededor—. Noa ¿Estás ahí? En vista de respuestas Lilly movió a Noa tomándole del brazo. —¡¿Qué ocurre?! —prorrumpió la morena saliendo abruptamente de sus pensamientos. —Estoy hablando mujer y tú simplemente pareces estar metida en otra galaxia. —¿Qué pasa Noa? —cuestionó Betany preocupada por la actitud de la muchacha, en lo personal en lo que tenía de conocer a esa chica siempre era alegre y ruidosa, pero últimamente aquella energía ya no era una de sus características. —No es nada —dijo levantándose del comedor, ya había terminado de cenar—, chicas nos vemos el lunes a primera hora tengan lindo día. Salió del comedor por la puerta de servicio a la sal
Logró escabullirse a un área del club restringida para los clientes, se quedó escondido tras una pared no debía cometer errores y abrir la puerta equivocada. La vió entrar ya sabía dónde estaba. Rapido siguió a la bailarina a lo que supuso era su vestidor. Al entrar se topo con ella frente a frente, se sorprendió al no verla sorprendida, al contrario Azul sonrió con coquetería en cuanto lo vio. —Eres un chico malo —dijo ella con voz traviesa—, pero como me agradas no dije nada y te dejé seguirme. —Dijo la morena acercándose a Alexander tocando su mentón con la punta de su dedo. —¿Agradar? —musitó Alexander confuso tomando con delicadeza el dedo que Azul tenía en su barbilla. Ella asintio como respuesta —aquí no vienen los clientes galan. Hizo a un lado al rubio caminó hasta el tocador, debía mantenerse serena y disfrazar un poco su voz para no ser descubierta, por fuera seguía el juego pero en su fuero interno temblaba asustada ante el pánico de ser descubierta por Alexander —¿
Quería dormir un poco más era domingo no trabajaría hoy pero necesitaba dormir un rato, abrazó un panda de felpa que desde que era niña le acompañaba; recordaba lo sucedido la noche anterior, inconsciente acarició sus labios con la yema de sus dedos recordando como se sintió su tacto sus labios eran suaves y calidos. Suspiró abrazando con más fuerza al peluche apegandolo más a su pecho —¡Estás enamorada como estúpida! —se reprendió—, Noa no puedes ser tan idiota y enamorarte de ese tipo. —Se incorporó sentandose en posición de indú con sus piernas cruzadas. —Tienes aún la oportunidad de renunciar. Hundió su cara en el oso de peluche ahogando un grito de frustración, las imágenes de lo acontecido en la noche anterior simplemente no salía de su cabeza. ———Escuchó unos pasos, miraba con cautela retrocediendo unos pasos, siguió caminando ignorando al posible acosador. Ella entraba al camerino, usualmente se habría quitado su antifaz y retirado el resto del maquillaje, pero prefirió
Olvidó el amargo momento que esa mujer le hizo pasar al ver a Luna jugar con los primeros copos de nieve. —¡Noa cuando haya más nieve haré muñecos de nieve como Olaf! —dijo la chiquilla atrapando los copos con sus manos. —De seguro te quedará muy bonito pequeña. —Dijo Noa mirando a Luna jugar. La niña corrió al ver a su padre, era la única persona a la que Luna permitía que la cargará. Alexander tomó a la niña en sus brazos —¿Cómo te fue en la escuela pequeña? —habló el rubio a su hija. —Bien hoy escribí mi carta a Santa. —¿Y qué pediste? —cuestionó Alexander interesado en lo que su hija quería para navidad-, será un secreto. -susurró al oído de la niña. —Si no se lo cuentas a tu padre, se lo puedes decir a tu tío Frans pequeña Luna. —Dijo el castaño guiñando un ojo a la pequeña. —Hola señor Alexander, hola a usted también señor Francisco. -Saludó Noa acercándose al par de hombres con la niña en brazos. —Hola Noa —saludó el rubio a la niñera—, ¿Usted sabe que pidió Luna, a San
Era tarde Francisco se había ido ya hace un par de horas el estudio estaba a oscuras, solo era iluminado por la tenue luz de luna que se colaba en la ventana. Recordó las palabras de Frans, ciertamente Noa era una chica bonita, tenía ojos y él sabía reconocer la belleza de la niñera sin así no veía similitud en ambas mujeres. —Alexander deja de pensar en idioteces, ya pareces Frans. —Se levantó ya era más de media noche debía irse a dormir ya era tarde y debía descansar. Salió de la oficina, su andar era pausado por el cansancio, sintió remordimiento había terminado tarde de trabajar y por eso no fue a leerle a Luna como hacía cada noche, tampoco le dió su beso de buenas noches a la pequeña dió vuelta sobre sus pasos quería ver a su pequeña antes de irse a dormir y quizás la niña estaría despierta. Giró de espacio la perilla de la puerta fue cauteloso en absoluto, no quería interrumpir el descanso de la pequeña aunque a esa hora seguramente su sueño era profundo a causa de las