El silencio solo fue roto por el crujir de la leña, Alexander y Noa se quedaron mirando, sin darse cuenta sus rostros se juntaron hasta unir sus labios, ambos se movieron en absoluta sincronia, lo que comenzó como un roce de labios se convirtió en un apasionado beso, el rubio tomó a la niñera de la cintura apegandola más a su cuerpo. Por falta de oxígeno Noa se separó de los labios de Alexander respirando agitada, se sintió avergonzada y fuera de lugar en este momento había cruzado la línea de jefe y empleada. —Noa... —¡Lo siento, de verdad lo siento! —prorrumpió la morena levantándose del sofá para acto seguido correr a su habitación. Alexander intentó detenerla pero la muchacha solo lo ignoró, volvió a tomar asiento llevó sus manos al rostro meditando en lo que acababa de pasar. —¿Qué hice? —se preguntaba el rubio confuso por lo que acababa de suceder, no tenía atracción alguna por la niñera. Noa solo era la niñera ¿Ahora que le diría? O peor aún ¿Cómo miraría ahora a la muchac
El lugar estaba lleno de personas era normal por la festividad. —Luna —habló Alexander a su hija sacándole de sus pensamientos—. Hija si quieres podemos venir luego, cuando no estén tantas personas ¿Te parece? Luna miró a su padre, luego a la concurrida pista de hielo para luego negar con un movimiento de cabeza algo exagerado típico de la niña; la castaña se acercó más a la orilla de la pista de patinaje, una muchacha que patinaba como una profesional llamó la atención de la chiquilla. —¡Papi ponme los patines! —dijo emocionada tomando la mano de Alexander—, ustedes también pónganse los patines para patinar juntos. —insistió Luna a los dos adultos. —Esta bien vamos yo te ayudo, ven vamos a prepararte. Alexander llevó a la pequeña a ponerse los patines, él también se puso un par de patines, entró con la niña. Noa se acercó a la orilla de la pista, allí veía a su jefe y a la pequeña Luna ir de espacio, la morena se animó a rentar un par de patines para unirse a padre e hija, ambo
Lo veía entre los presentes con mayor interés, para la bailarina aquel par de ojos azules como el mar eran su perdición, en aquel momento no bailaba para nadie, solo para él, Alexander era su foco principal de atención esa noche. Está noche solo bailaría en la despedida de soltero de Francisco Von Parker, a diferencia de la primera vez está vez la bailarina se acercaba a Alexander de manera traviesa sin mucho pudor atrayendo la mirada de todos ahi. Para Violet el caso no era el mismo, la bailarina pelirroja miraba al castaño agasajado con furia. Todos los presentes en el salón vip estaban eufóricos con las chicas, algunos hasta ponían billetes en la pequeña tarima buscando que una de las bailarinas, la más dada con los presentes era Rubí la mujer de exótica lencería roja con detalles en negro era quien más billetes había sacado. —Ya quiero que está m*****a falacia termine —susurró Cameron al oído de Azul—, si no fuera porque este es mi trabajo y debo cuidarlo, ya le habría dado a es
El lugar era simplemente precioso, la arquitectura impresionante nunca imaginó conocer un lugar tan encantador, era el segundo país que conocía desde que llegó Estados Unidos cuando era pequeña. —¡Wow! —musitó ella emocionada entrando a la habitación que se le asignó mientras estuviera alli—, Cameron no creerá dónde dormiré. Abrió la amplia ventana el atardecer fue el marco perfecto para tomarse una foto y enviarla a su mejor amiga y a su abuela margarita, la mujer estaba muy emocionada en cuanto Noa le contó que iría a Italia, guardó el móvil en cuanto escucho a alguien tocar a su puerta. —Noa le pedí permiso a mi padre para ir a un museo que está cerca. En cuanto la morena escucho aquello se asustó un poco ¿Cómo saldría ella a un lugar desconocido y sin saber nada de italiano? «calmate Noa, esto seguramente tiene una solución» —Estan listas... Alexander guardó silencio al ver a Noa iba a decir algo pero Kate su asistente entró también a la habitación. —Señor se que me trajo p
La cena fue increíble, la ciudad de noche era igual de encantadora que en el día, miraba el paisaje nocturno desde la ventanilla del auto, prefería no mirar al otro lado aún se sentía apenada por llevarse a la niña sin comunicarle a Alexander sobre el paseo, pero sabía que si le decia el frío refrigerador alemán le diría no sin pensarlo. —Noa —llamó pero no tuvo respuesta de la morena —. Noa ¿Ocurre algo? —volvió a hablar. —No, nada ¿Por qué lo dice? —respondió ella quitando la vista de la ventana. —Por nada en específico, es solo que le hablé y usted no respondió. —No le escuché lo siento —se disculpaba ella por ignorar al rubio—. ¿Pero que me quería decir? —No nada importante, solo quería preguntar cómo la estaba pasando está noche. —La verdad muy bien señor Alexander, desde que bajé del avión todo me ha parecido increíble, no pensé nunca hacer un viaje así —le pareció extraño que Alexander le preguntara algo así—, gracias por traerme. —Mas bien gracias a usted por ser como es
Entró a la casa con su hija en brazos dormida y acurrucada en su pecho. —Lleve a la pequeña a su habitación, yo iré en un momento a ponerle la pijama será muy incómodo para ella pasar la noche con ese peinado y esa ropa. —Gracias. —Dijo llevando a la pequeña en sus brazos. Subió las escaleras, entró a la habitación donde Luna se estaba quedando acostó a la chiquilla, acto seguido tomó asiento a un lado para quitarle los zapatos a la pequeña castaña. —Ya estoy aquí —dijo Noa entrando a la habitación, la morena caminó al armario de ahí saco una dormilona azul celeste con pequeñas lunas y estrellas de color amarillo—, será más fácil ponerle está pijama, trataré de desarmar su peinado así dormirá más cómoda. Alexander se puso de pie para que Noa cambiara a Luna con más comodidad. En cuestión de minutos la morena con la mayor paciencia retiró el vestido de la niña, para acto seguido envolver a Luna en el camisón celeste que había escogido la niñera para ella. —Con cuidado —musitó No
Intentó moverse pero un par de brazos se lo impidieron, Noa abrió sus ojos con pesadez, los primeros rayos de sol eran muy fuertes para sus ojos. Se volvió a acurrucar plácida ignorando todo a su alrededor, ella solo quería seguir durmiendo. Minutos después abrió sus ojos se incorporó de manera abrupta mirando todo en el lugar, esa no era su habitación, giró lentamente su cuerpo miró por encima del hombro y ahí lo vió acostado junto a ella dió todo de su parte para no pegar un grito de sorpresa. Él la miraba callado no sabía que decirle a la chica, aunque siendo honesto la situación aunque extraña no le incomodaba en absoluto. —Buenos días Noa. —Habló en tono calmo. —Buenos días señor. —Respondió la nombrada con un leve tartamudeo en su voz. Rió ante el notorio nerviosismo de la pelinegra, que al verlo abrió sus ojos al máximo, rápidamente cubrió su cuerpo con las sábanas, su actitud distaba mucho de la mujer que estuvo anoche con él, la Noa de ahora era una mujer tímida muy dife
El viaje había sido algo cansado, fueron un poco más de once horas de vuelo. Pero para ella aquellas horas junto a Alexander eran las mejores. Aún no creía en lo sucedido en Italia, de solo recordar le parecía un sueño sacado de las novelas dramáticas de esas que su madre veía emocionada por las noches al llegar de su trabajo. ---La fría brisa marina era mitigada por el sol de medio día, se detuvieron porque la pequeña Luna quería un helado. —Noa. —¿Si? —Respondió ella volviendo la vista al rubio a su lado. —¿Tú también quieres un helado? Negó ante el ofrecimiento de Alexander. —Así estoy bien. —Llevó las manos a su abrigo quería preguntar algo a Alexander, pero no era capaz de hacerlo. «Noa ya te dijo que le gustas porque no se lo preguntas ya, no eres una cobarde» luego de esa charla motivacional con su subconsciente tomó el coraje necesario para preguntarle a Alexander qué pasaría con lo sucedido con la noche anterior. Buscaba al rubio pero no lo vio, caminaba hasta que lo d