–¿Estás jugando? –Preguntó Sebastián incrédulo– No te creo, mentiroso.
–Es verdad ¿Crees que sería capaz de inventar algo tan bizarro como esto? Yo tampoco puedo terminar de procesarlo…
–Eres un maldito Suertudo Drew… Solo a ti pueden presentarse situaciones como esa y no aprovecharla –Después empezó con las cuestiones, típico después de una narración como tal– ¿Cómo se veía anoche? ¿Qué te pareció?
–Se veía bien, aunque eso era lo de menos, estaba muy enfadado por su comportamiento tan altanero… –Confesó sincero– cuando trepó por el árbol le vi la ropa interior…
–¿Y…. de qué color era?
–¿Qué clase de pregunta es esa? Eres un maldito pervertido Sebastián –La carcajada de su hermano sonó más jocosa de lo normal a través del teléfono–
–¿Qué harás entonces? ¿Vas a seguir repeliéndola como si fuera una peste? Si yo fuera tú ya hasta la hubiera invitado a mi departamento…
–Sigue siendo la hija de mi jefe, lo último que quiero es que Liam piense lo peor de mí por tenerle ganas a su hija… –Suspiró– debo mantenerme alejado de ella por mucho que me guste, además solo es atracción física.
–Pero si es ella quién ha empezado todo esto, no tienes por qué sentirte mal.
–Su padre va a matarme si descubre lo que puede suceder entre nosotros, no quiero eso, me gusta mi trabajo, me agrada Liam, no deseo decepcionarlo, mucho menos por no poder controlar la bragueta –Su hermano rodó los ojos desde donde estaba–
–Bien, entonces deja pasar a Emily, ni vuelta que darle…
–¿Eso es todo? ¿No vas a decirme nada más o darme otra cantidad de razones para seguir mirándole el trasero cada vez que se voltea?
–¡Acabas de decir que está prohibida para ti! ¿Qué rayos quieres que te diga entonces? –Se oyó un suspiro de confusión– ¿Sabes qué? Deja pasar todo lo que tenga que pasar, si ella te empieza a mandar indirectas respóndelas como debe ser. Amas mucho tu trabajo ¿No es así? Te gusta trabajar con el señor Liam Dunhee e incluso en el bloque de hielo de su hijo. Debes ir con cuidado, no es cualquier chica que conociste en un bar.
–Buena idea –El toque de la puerta desvió la conversación, Caroline, su secretaría, la abrió con sumo cuidado, asomando medio cuerpo para mirarlo–
–Señor Lee, lamento molestarlo pero el señor Dunhee está de camino aquí, me ha dicho que desea conversar con usted.
–Bien, deja que pase cuando venga –la hermosa pelirroja asintió y lo dejó a solas–
–Debo cortar, Liam vendrá.
–Tu adorado jefe… –bromeó Sebastián, lejos de aportar la seriedad del caso a la despedida telefónica– ¡Puedes iniciar dándole gracias por la hija tan buena que te está dando!
–¿Has bebido tan temprano? –Cuestionó en un sarcasmo–
–Te veré luego.
–Hecho
La puerta se abrió pocos minutos después de colgar y la imagen de Liam Dunhee apareció tras ella, se acercó al escritorio en el que se encontraba sentado, tenía un mejor semblante que el de la velada anterior, aparentemente no se había dado cuenta para nada de la ausencia de Emily durante la noche. –Qué maldita suertuda– Pensó para sus adentros mientras Liam se acomodaba en uno de los sofás cercanos a la ventana.
Casi no pudo concentrarse en el saludo del hombre, tampoco en toda la cantidad de cosas que le dijo al principio, debido a que no le era posible sacar de su mente la imagen de una Emily inocente durante el desayuno preguntándole si había dormido bien, como si nunca hubiera abandonado la enorme mansión a escondidas.
–Emily me ha hablado maravillas de ti –enfocó la atención en la conversación después de oír aquel dichosos nombre– Me ha comentado hoy durante el desayuno que hablaron mucho el día de ayer en la fiesta de beneficencia, siendo sincero me agrada que haya hecho amistad con alguien como tú, podrás ayudarla a darse una idea del rumbo que puede tomar su vida, sobre todo con la elección de una buena universidad.
–Sí, supongo, el día de ayer no llegamos a ese tema pero en cuanto tenga oportunidad intentaré aconsejarla lo mejor que pueda –Lo miró con agradecimiento, aparentemente estaba muy preocupado por el futuro de su hija, después de todo ya había encaminado bien a Lian, su hijo mayor–
–Me ha contado también que la invitaste a jugar tenis en el club el día de mañana –¿Qué? ¿Cuándo? – está un poco emocionada al respecto, el día de hoy iremos a comprarle ropa deportiva por la tarde.
–¿Mañana?
–Si, por la mañana –La mirada de Liam se tornó dudosa, seguramente había notado la sorpresa en su pregunta–
–Sí –disimulo muy bien la afirmación de inmediato, detestaba que organizaran y manejaran su tiempo a su antojo sin antes consultarle así que debía darle una lección para que aprendiera a no hacer las cosas como se le antojaban– Me contó que planeaba unirse al club y aproveché para preguntarle si deseaba jugar tenis conmigo, los sábados acostumbro jugar ahí.
–Gracias por invitarla, supongo que con el tiempo hará más compañías y dejará de fastidiarte tanto, por lo pronto eres su único amigo aquí –La seguridad volvió a Liam, creyéndole de inmediato–
–No tiene que preocuparse, además, es interesante charlar con ella…
Drew no desempolvaba su vieja raqueta desde hace dos años atrás, solía jugar con Sebastián cada vez que tenían tiempo libre, pero todo ello fue quedando de lado tras hacerse novio de Marceline, otro asunto que tenía pendiente y no podía dejar a medias.Nunca había sido un experto jugando, de hecho, le habían ganado varias veces otros contrincantes; aún así consideraba que podía defenderse lo bastante bien de un partido para no lucir como un perdedor. Para cuando apartó una cancha Emily todavía no se aparecía, diez minutos más tarde de lo pactado con su padre ella se presentó, luciendo un traje blanco que la hacía ver más fresca y libre, los flequillos de la falda bailaban al compás de los trotes que daba al bajar los escalones, mostrándole un poco de su tersa piel cada vez que ponía un pie en el suelo.
El perfume de la morena llegó hasta su nariz, haciéndolo caer en un tipo de trance en el que jamás había estado antes. Como si estuviera fuera de sí, se acercó un poco más para disfrutar del olor y empleó una voz más ronca de la que pretendía.–Por lo menos ahora ya sé que aroma tiene tu cuerpo –aspirando descaradamente el perfume que emanaba su cuello, probablemente Chanel, el olor era exquisito––Empiezo a creer que esto ha sido una estrategia de tu parte para tenernos así –Mentira, en realidad había fingido ser lo bastante tonta como para no entender un absurdo paso de tenis–
–¡Emily! ¡Emily! ¿Dónde has estado ingrata? ¡Prometiste llamarme en cuanto llegaras a casa de tu padre! ¡Han pasado seis días! –La voz de Helena se oyó muy fuerte en auricular, Emily tuvo que cerrar la puerta de la habitación con llave por si a su hermano se le ocurría ingresar sin tocar––Lo siento, no tengo teléfono todavía, he tenido que pedirle prestado a papá el suyo, además, he estado ocupada en estos días ¡He ido a una fiesta de beneficencia, a un concierto y hasta he jugado tenis! ¿Cómo te ha quedado el ojo? –Mofándose de su propia suerte––¿En serio? Parece que estás mejor con tu papá ¿Cómo son las cosas por allá? ¿Cómo está tu hermano? ¿Igual de bueno que siempre? Marceline disparaba una cantidad increíble de palabras por minuto, bebía un poco de vino para tomar un poco más de fuerza e iniciar nuevamente, como en toda la velada. Drew, por el contrario, se había perdido en el universo paralelo de recuerdos, devolviéndose al momento más emocionante de esa mañana: Emily pegada a sus pantalones.No era fácil quitar aquella escena de su mente, ni siquiera con Marceline en frente, hablándole sobre lo mucho que Katherine, su hija, había progresado en la escuela. Estaba claro que a él no le interesaba saber el día de una infante en el jardín.–Le he preguntado a la prCapítulo 11: Adicto al trabajo
Emily vio como Drew esperaba por ella, apoyado sobre la puerta cerrada de su modesto auto negro. No volvieron a hablar más por teléfono hasta ese momento y todavía dudaba en preguntarle por qué había cortado la conversación de esa manera la noche anterior.Lo hizo esperar casi diez minutos antes de salir a su encuentro. Lucía más casual que las otras veces, con unos jeans negros y una camisa azul oscuro, los tonos opacos le iban de maravilla. Ella en cambio, se había puesto un vestido lo suficientemente alto y unas zapatillas cómodas para caminar, esa tarde iba a provocarlo hasta con la respiración.–¿Siempre eres así de tardona? –Preguntó al verla llegar con ese aire de superioridad que caracterizaba a los de su familia–<
–¿Qué? ¿Estás demente o qué?–Has aceptado el reto y te he pedido que me beses ¿Acaso he hablado en griego o en ruso?–Emily –La miró realmente serio, no sabía en realidad como sentirse al respecto. El temor, confundido con la adrenalina y la presión del momento eran mala combinación– sabes que no puedo hacerlo, te seré directo ¿bien? Tu padre me cae muy bien, adoro mi trabajo y no voy a exponerme a perderlo todo solo porque tienes ganas…–Y porque tú también las tienes –agregó, escuchando atenta su explicación––Lo que sea que fuese Emily… no estoy dispuesto a ganarme complicaciones p
No volvió a saber nada de Emily después de su último encuentro. Una parte de él se sentía serena y aliviada de haber prácticamente acabado con todo lo poco que tenían, la otra parte en cambio, se sentía impotente y poco conforme de haber concluido de forma tan tajante lo que parecía convertirse en una relación divertida y amena.Por lo menos tenía la seguridad de que ya no tendría que preocuparse por ese miedo de hacer cosas a espaldas de su jefe, o por la turbación de ser descubierto a cada instante.Cuando atravesó el pasillo que dirigía a su oficina, atisbó la silueta alta de Lían en medio del camino, el muchacho hablaba por teléfono muy malhumorado –como siempre–
–¿Mal agradecida? Te has equivocado, eres tu quien se mete en donde no lo llaman ¿Quién rayos crees que eres para tratarme de esta forma? –Drew no podía contener la ira, era una joven muy guapa y provocadora, sin embargo, despertaba en su ser la carencia de la paciencia, lo enfadaba como ninguna otra persona podía hacerlo, hasta el punto de querer desaparecerla––¡Eso no decías cuando movías tu trasero en mis pantalones! –Se arrepintió de inmediato tras haber dicho aquello. ¡Carajo! ¡No debí decir eso! Se regañó completamente asustado, presa de la ira había dicho lo primero que le llegó a la cabeza sin pensar en las consecuencias. Aquella muchacha lo volvía irracional, com