Máximo siguió tocándola, besándola, aferrándose a los brazos y la piel de Isabella, como nunca antes lo había hecho, él parecía querer grabar y probar cada centímetro del cuerpo de su esposa y fundirse a ella.Acomodándose sobre Isabella y tomando sus labios con ardor, Máximo entró en el centro de su esposa, embistiéndola lentamente.Las pequeñas uñas de Isabella se aferraron a sus hombros y espalda, los gemidos llenaron sus oídos, el poco control que le quedaba a Máximo, se fue esfumando provocando en él, movimientos se hicieron más rápidos y rítmicos.En un gruñido gutural que hizo eco en la habitación, Máximo estalló en el interior de Isabella, arrancándole un fuerte gemido de placer a su esposa.Un momento después, solo se escuchaban sus respiraciones, ellos intentaban recuperar el aliento, con los ojos fijos el uno en el otro, con el corazón latiendo en un rápido movimiento.Máximo le dio un beso más a Isabella, pero este se sentía diferente, era muy pausado, suave, ligero y
Todo cambió, un nuevo mundo lleno de felicidad y posibilidades se abrió para Isabella, la joven era completa y absolutamente feliz.Tan feliz que, ocasionalmente, tenía miedo.Ella tenía miedo de despertar en una realidad diferente y que todo se hubiera tratado de un mágico sueño.¿Este era su final feliz? Lo que le había dicho su madre, era cierto, a las buenas personas le ocurren cosas buenas y aunque había perdido a sus padres, ahora tenía a su abuela, Margaret, y su primo, Aiden, quienes la cuidaban y estaban al pendiente de ella.Además, tenía un esposo que la trataba como a una reina, llenándola de atenciones, amor y cariño.Ella sentía que todo lo que había perdido, se le había devuelto por multiplicado y aunque sabía que era imposible, muchas veces se imaginaba que dirían sus padres si vieran el cambio que dio su vida.Esa era su forma de recordarlos.Isabella comenzó a conocer nuevos lugares, personas importantes, lujos que no se imaginaba, entre cenas, fiestas, actos
Máximo avanzó hacia Margaret, mientras la sala se mantuvo en silencio, era obvio para todos la ira que emanaba el sucesor de los Collins.Una vez que Máximo se detuvo junto a Margaret, se escuchó la voz algo balbuceante de Ricardo, quien recordaba claramente el último encuentro que tuvo con Collins en la clínica y la amenaza que le hizo.Por lo que, obviamente, no quería hacerlo enojar de nuevo.—Madre… Ya te lo dije, nosotros no lo hicimos…—Ya lo veremos… — Gruñó Margaret en respuesta, para luego dirigirse a Máximo. — ¿Me trajo lo que le pedí, señor Collins?—Así es. — Máximo estiró un sobre hacia la mujer, el cual ella revisó ansiosa y al sacar las páginas de su interior, abrió los ojos con una expresión de sorpresa.—Bien… — Margaret apretó los labios en una línea, su faz estaba marcada por la decepción. — ¿Cree usted que haya alguna manera de hacer mermar este escándalo?—Por supuesto, señora Sinclair, un escándalo siempre es opacado por otro más grande, aunque me tem
Isabella iba en el auto tensa, con los puños apretados en su regazo, «Cruel, eso fue muy cruel» concluía al recordar lo que acababa de suceder entre Máximo y Valeria, en la casa de su abuela.Ella era consciente de que Valeria la perjudicó, que actuó en su contra, pero desde un principio Isabella supo qué clase de persona era su prima.Sin embargo, aunque le tuvo miedo en un principio a Máximo, con el tiempo ella se terminó encontrando con un hombre amable, comprensivo y amoroso, que solo actuaba ante el público con una máscara frívola llena de orgullo y prepotencia.Pero ahora que había presenciado esa humillante escena, Isabella comenzaba a deducir que su esposo no solo llevaba una máscara frívola, en el fondo, en realidad, ¿él era así de cruel?Porque aunque para Isabella, definitivamente Valeria merecía un castigo y una lección por lo que le había hecho, lo que le hizo Máximo: humillarla, engañarla y luego desterrarla, a Isabella le pareció demasiado.—No me llamaste. — Un gruñid
Maximiliano se mantuvo firme frente a su hijo, confundido con la respuesta que había recibido.—¿Qué?—Que no lo haré, no haré lo que me pides, no dejaré a Isabella, no la enviaré al campo, ni la exiliaré… Y tampoco, te firmaré el poder que quieres. — Recalcó Máximo con temple, sin un atisbo de dudas en su mirada.—No, no, no… ¿Qué estás diciendo, Máximo? — Preguntó Maximiliano, incrédulo a lo que escuchaba.—Lo que escuchaste, padre, yo… Estoy enamorado de ella, amo a Isabella.—JA, JA, JA. — Explotó Maximiliano en una sonora carcajada, girándose sobre los talones, para recorrer la oficina.—¿De qué te ríes? ¿Qué te causa tanta gracia? — Máximo apretó los puños, comenzando a sentir la chispa de la furia ante la burla.—¿Tu enamorado de la indigente? — Maximiliano volvió a girarse para mirar a su hijo, mientras intentaba contener la risa. — Por favor, no seas ridículo.—No me importa si no me crees… — Máximo apretó la mandíbula, la rabia se hacía cada vez más fuerte. — No haré
Isabella había llegado al pent-house, uno de los empleados abrió la puerta de la entrada para ella.—Buenas tardes, señora Collins.—Buenas tardes, Fabricio… — Contestó ella entrando. — ¿Y mi esposo? ¿Sigue en la oficina?—Sí, señora, está en la oficina con el señor Maximiliano, el señor vino de visita. — Avisó el empleado.—Oh, el padre de Máx. — Musitó ella pensativa, para dirigirse de nuevo al empleado. — ¿Crees que sea buena idea pasar directo a saludarlo, o debería dejarlos solos?—Lo que sea su gusto, señora… Esta es su casa. — Respondió el empleado con una leve inclinación de cabeza. — Pero sería de buen gusto, tomarse un minuto para saludar a su suegro. — Completó mientras seguía inclinado.—Sí, tienes razón… Gracias Fabricio.Isabella le sonrió al sujeto, quien elevó la mirada con estima. En los pocos meses que ella había vivido en el apartamento de Máximo, Isabella había hecho algo de amistad con los empleados, pues siempre procuraba tratarlos como sus amigos y con muc
—¡¿Qué?! — Margaret miro perpleja a su nieta, por la petición que estaba haciendo, ¿un divorcio?—Si no lo hago, él o su padre de seguro me obligarán a irme lejos, ¿y quién va a detenerlos? ¡Ahora Máximo es el cabecilla de ambas familias! — Gimió Isabella asustada.—¡Tú también lo eres! — Replicó Aiden.—Yo… ¿Cómo podría enfrentarlo? Si hasta creo que me tiene vigilada… — Alegó Isabella, apretando los labios con decepción.—¿Cómo? — Margaret arrugó el entrecejo.—Yo lo vi extraño… Pero jamás pensé… No lo sospeche… — Balbuceó Isabella, aturdida. — Una empleada le avisó a Máximo que yo estaba mal y que venía a esta casa cuando salió lo de la noticia, por eso, él se comunicó contigo, abuela. — Margaret abrió los ojos de par en par. — Los empleados del pent-house siempre están al pendiente de lo que hago, me preguntan a donde doy o que haré…—Eso no significa… — Intentó explicar Margaret, cuando Isabella se echó hacia abajo, tirándose en el sofá, alicaída.—Debí pensarlo, debí ser
Máximo tuvo un mal presentimiento desde el mismo momento en que recibió esa llamada, ¿qué hacía Isabella y Margaret en la mansión Collins, reunidas con su padre? Eso no podía significar nada bueno.Entró acelerado en el despacho, quedando todavía más confundido cuando vio a su esposa, muy tranquila, tomando el té en compañía de Margaret y su padre.—Recibí el mensaje… — Comentó Máximo con la respiración algo agitada. — Isabella, señora Sinclair.—Qué gusto verlo, señor Collins. — Margaret asintió con cordialidad.—Padre… — Máximo miró a su padre, extrañado por la sonrisa que le mostraba, cuando esa misma mañana salió de su oficina, ofuscado.—Hijo, pasa adelante… — Lo invitó Maximiliano, quien parecía emocionado.—¿Ocurre algo? — Máximo caminó con cautela, a pesar de que el ambiente parecía relajado, su corazón latía acelerado, él presentía que ocurría algo malo.—Tu esposa… Tiene una maravillosa noticia. — Informó Maximiliano señalando a Isabella, quien le sonrió ante el coment