Emily estaba furiosa, se sentía traicionada y sobre todo, indignada. Aiden acababa de decirle que sentía algo por ella y, sin embargo, él la había humillado haciéndole tirar la copa.Y no contento con eso, se paseaba por el salón, muy campante, sonriendo y charlando con la indigente.Era tanta la rabia, que Emily contenía las lágrimas y apretaba los puños, mientras refunfuñaba desde un rincón apartado del salón.Isabella regresó con su marido, Aiden se acercó al bar para pedir un trago, en el camino, le dirigió una mirada a Emily y le guiñó un ojo.Ella ya no pudo soportarlo más, quería marcharse de ese lugar. Aprovechó que su padre estaba descuidado conversando con los invitados e intento escapar de esa estúpida reunión, caminando a paso rápido hacia la puerta.—¡Emily! ¡¿A dónde crees que vas?! — Voceo Maximiliano con autoridad, cuando ella ya estuvo a punto de salir, todos voltearon al escuchar la voz del anfitrión.—Me voy a mi habitación… — Se giró ella, sintiendo algo
La puerta de la habitación se había cerrado con un fuerte golpe, Aiden se acercó con mucho sigilo para luego girar la perilla en un movimiento rápido, entrando en la habitación sin ser visto.Emily estaba de espaldas, con el brazo hacia atrás, sosteniendo la cremallera de su vestido, la cual acababa de bajar, ella volteó rápidamente la mirada, apenas escuchó el sonido de la puerta, para quedarse pasmada.—¿Qué…? ¿Qué haces aquí? — Giró el cuerpo, quedando de frente a él.—Lo siento… — Aiden volteó la mirada. — No quise entrar así, es que…—¿Qué haces aquí? — Repitió Emily con algo más de fuerza.—Vine a ver cómo estabas…—¿Qué como estaba? ¿Esa es tu excusa? Acosador depravado. — Gruñó Emily.—¡Oye! Yo no soy ningún acosador, ni mucho menos un depravado, solo me sentí mal por como te fuiste y te seguí. — Replicó Aiden volteándose nuevamente hacia Emily, con el entrecejo arrugado.—¿Te sentiste mal? — Ella apretó los labios con disgusto. — Tú fuiste el culpable, tú me hu
Máximo siguió tocándola, besándola, aferrándose a los brazos y la piel de Isabella, como nunca antes lo había hecho, él parecía querer grabar y probar cada centímetro del cuerpo de su esposa y fundirse a ella.Acomodándose sobre Isabella y tomando sus labios con ardor, Máximo entró en el centro de su esposa, embistiéndola lentamente.Las pequeñas uñas de Isabella se aferraron a sus hombros y espalda, los gemidos llenaron sus oídos, el poco control que le quedaba a Máximo, se fue esfumando provocando en él, movimientos se hicieron más rápidos y rítmicos.En un gruñido gutural que hizo eco en la habitación, Máximo estalló en el interior de Isabella, arrancándole un fuerte gemido de placer a su esposa.Un momento después, solo se escuchaban sus respiraciones, ellos intentaban recuperar el aliento, con los ojos fijos el uno en el otro, con el corazón latiendo en un rápido movimiento.Máximo le dio un beso más a Isabella, pero este se sentía diferente, era muy pausado, suave, ligero y
Todo cambió, un nuevo mundo lleno de felicidad y posibilidades se abrió para Isabella, la joven era completa y absolutamente feliz.Tan feliz que, ocasionalmente, tenía miedo.Ella tenía miedo de despertar en una realidad diferente y que todo se hubiera tratado de un mágico sueño.¿Este era su final feliz? Lo que le había dicho su madre, era cierto, a las buenas personas le ocurren cosas buenas y aunque había perdido a sus padres, ahora tenía a su abuela, Margaret, y su primo, Aiden, quienes la cuidaban y estaban al pendiente de ella.Además, tenía un esposo que la trataba como a una reina, llenándola de atenciones, amor y cariño.Ella sentía que todo lo que había perdido, se le había devuelto por multiplicado y aunque sabía que era imposible, muchas veces se imaginaba que dirían sus padres si vieran el cambio que dio su vida.Esa era su forma de recordarlos.Isabella comenzó a conocer nuevos lugares, personas importantes, lujos que no se imaginaba, entre cenas, fiestas, actos
Máximo avanzó hacia Margaret, mientras la sala se mantuvo en silencio, era obvio para todos la ira que emanaba el sucesor de los Collins.Una vez que Máximo se detuvo junto a Margaret, se escuchó la voz algo balbuceante de Ricardo, quien recordaba claramente el último encuentro que tuvo con Collins en la clínica y la amenaza que le hizo.Por lo que, obviamente, no quería hacerlo enojar de nuevo.—Madre… Ya te lo dije, nosotros no lo hicimos…—Ya lo veremos… — Gruñó Margaret en respuesta, para luego dirigirse a Máximo. — ¿Me trajo lo que le pedí, señor Collins?—Así es. — Máximo estiró un sobre hacia la mujer, el cual ella revisó ansiosa y al sacar las páginas de su interior, abrió los ojos con una expresión de sorpresa.—Bien… — Margaret apretó los labios en una línea, su faz estaba marcada por la decepción. — ¿Cree usted que haya alguna manera de hacer mermar este escándalo?—Por supuesto, señora Sinclair, un escándalo siempre es opacado por otro más grande, aunque me tem
Isabella iba en el auto tensa, con los puños apretados en su regazo, «Cruel, eso fue muy cruel» concluía al recordar lo que acababa de suceder entre Máximo y Valeria, en la casa de su abuela.Ella era consciente de que Valeria la perjudicó, que actuó en su contra, pero desde un principio Isabella supo qué clase de persona era su prima.Sin embargo, aunque le tuvo miedo en un principio a Máximo, con el tiempo ella se terminó encontrando con un hombre amable, comprensivo y amoroso, que solo actuaba ante el público con una máscara frívola llena de orgullo y prepotencia.Pero ahora que había presenciado esa humillante escena, Isabella comenzaba a deducir que su esposo no solo llevaba una máscara frívola, en el fondo, en realidad, ¿él era así de cruel?Porque aunque para Isabella, definitivamente Valeria merecía un castigo y una lección por lo que le había hecho, lo que le hizo Máximo: humillarla, engañarla y luego desterrarla, a Isabella le pareció demasiado.—No me llamaste. — Un gruñid
Maximiliano se mantuvo firme frente a su hijo, confundido con la respuesta que había recibido.—¿Qué?—Que no lo haré, no haré lo que me pides, no dejaré a Isabella, no la enviaré al campo, ni la exiliaré… Y tampoco, te firmaré el poder que quieres. — Recalcó Máximo con temple, sin un atisbo de dudas en su mirada.—No, no, no… ¿Qué estás diciendo, Máximo? — Preguntó Maximiliano, incrédulo a lo que escuchaba.—Lo que escuchaste, padre, yo… Estoy enamorado de ella, amo a Isabella.—JA, JA, JA. — Explotó Maximiliano en una sonora carcajada, girándose sobre los talones, para recorrer la oficina.—¿De qué te ríes? ¿Qué te causa tanta gracia? — Máximo apretó los puños, comenzando a sentir la chispa de la furia ante la burla.—¿Tu enamorado de la indigente? — Maximiliano volvió a girarse para mirar a su hijo, mientras intentaba contener la risa. — Por favor, no seas ridículo.—No me importa si no me crees… — Máximo apretó la mandíbula, la rabia se hacía cada vez más fuerte. — No haré
Isabella había llegado al pent-house, uno de los empleados abrió la puerta de la entrada para ella.—Buenas tardes, señora Collins.—Buenas tardes, Fabricio… — Contestó ella entrando. — ¿Y mi esposo? ¿Sigue en la oficina?—Sí, señora, está en la oficina con el señor Maximiliano, el señor vino de visita. — Avisó el empleado.—Oh, el padre de Máx. — Musitó ella pensativa, para dirigirse de nuevo al empleado. — ¿Crees que sea buena idea pasar directo a saludarlo, o debería dejarlos solos?—Lo que sea su gusto, señora… Esta es su casa. — Respondió el empleado con una leve inclinación de cabeza. — Pero sería de buen gusto, tomarse un minuto para saludar a su suegro. — Completó mientras seguía inclinado.—Sí, tienes razón… Gracias Fabricio.Isabella le sonrió al sujeto, quien elevó la mirada con estima. En los pocos meses que ella había vivido en el apartamento de Máximo, Isabella había hecho algo de amistad con los empleados, pues siempre procuraba tratarlos como sus amigos y con muc