—Esto funcionaría mejor si compartiéramos algo de calor corporal juntos. — Murmuró Máximo, logrando ver en la tenue oscuridad, como Isabella abrió los ojos de par en par. — Ven, acércate un poco.Máximo se deslizó hacia Isabella, por debajo de las sábanas, y pasó su brazo bajo el cuello de ella, quien apenas se movió, levantando ligeramente la cabeza al notar su intención.Él se quedó boca arriba para no asustarla con lo que pudiera sentir en medio de sus piernas, Máximo la apretó con su brazo, obligando a Isabella para que se acercara más a su cuerpo.Ella quedó recostada de medio lado sobre el cuerpo desnudo de Máximo, sus pechos estaban prácticamente sobre él, pero por suerte, ella pudo recoger sus piernas para evitar afincarlas en los muslos de él.Isabella cerró los ojos con fuerza, en un principio incómoda con la situación, pero no pudo poner ninguna objeción, él era su esposo, él la había rescatado y él la estaba ayudando a calentarse.—Lo ves, estamos mucho mejor. — Con
La extremidad hinchada de Máximo era grande y ella, obviamente, era virgen, eso él no lo había dudado nunca, pues la actitud y personalidad de Isabella lo hizo deducirlo desde un principio y ahora, lo confirmaba al sentir lo apretada que su esposa estaba.Con mucha lentitud y delicadeza, Máximo fue adentrándose, en un proceso que resultó doloroso hasta para él mismo. Pero nunca dejo de besarla, acariciarla y estimularla en un intento de aminorar el dolor de la joven.Isabella mantenía los ojos cerrados con fuerza, sintiendo el dolor que había estado esperando desde un principio, hasta que algo hizo clic en su interior, arrancándole un quejido desde el fondo de la garganta.Máximo había excavado hasta lo más profundo de Isabella y ahora, ella le pertenecía, de verdad era completamente de él, pues el matrimonio había sido consumado.—Tranquila, cariño… Respira profundo. — Murmuró Máximo al pie de la oreja de Isabella, con un tono lleno de dulzura, ella asintió apretada a su abrazo.
Un fuerte golpeteo en la puerta arreció a medida que pasaban los segundos, una de las empleadas se acercó para abrir, encontrándose con un hombre increíblemente guapo y sensual.—¿Sí, joven? ¿En qué le puedo ayudar?—Busco a Máximo Collins…—El joven Collins… Creo que está en su luna de miel… — Replicó la empleada y el hombre arrugó el entrecejo con molestia, quedándose un instante pensativo.—Entonces, llame a Emily Collins…—¿De parte? — Preguntó la empleada con curiosidad.—Dígale que Aiden Sinclair necesita hablar con ella, es urgente y no me iré hasta que venga. — Declaró Aiden con convicción.La joven empleada, quien seguía aturdida por el atractivo de aquel muchacho, asintió y se dirigió de inmediato a la habitación de Emily.—¿Señorita? — Tocó la puerta.—¡¿Qué pasa?! ¡¿Quién me molesta?! — Replicó Emily al tiempo que abría la puerta.—Disculpe, señorita… — La empleada bajo la cabeza en forma de reverencia, aunque tenía poco tiempo trabajando en la mansión,
Los días se volvieron esencialmente hermosos, Máximo se había convertido en todo un caballero y en el hombre con el que, cualquier mujer soñaría.Sin embargo, aunque Isabella no podía pedir más, muchas veces sentía miedo de que su burbuja de felicidad estallara y terminara chocando con una triste realidad.¿Podría ser cierto?, ¿sería así para siempre o su cambio era momentáneo por qué estaban solos en su luna de miel?Isabella observaba desde el balcón a su esposo, quien salía de la playa en su pequeño traje de baño, con ese aire tan atractivo y varonil, con sus músculos goteando, su corazón dio un sobresalto como siempre le ocurría cuando lo veía.Había muchas dudas en la mente y el corazón de Isabella, no obstante, había una única certeza, algo que había descubierto hacía muy poco y de lo que ella, ya no dudaba, se había enamorado de Máximo Collins.Desde hacía algún tiempo ella lo había supuesto, ¿él le gustaba, le atraía o era amor?Pasó muchos días en los que pensó en esa p
Isabella no entendía bien lo que sucedía, pero entendía una cosa, su abuela estaba en problemas y la necesitaba.—¡Vamos! — Ella tomó la mano de Aiden con convicción y ambos se dirigieron a la puerta, cuando una de las empleadas, que seguía allí, los detuvo, atravesándose en su camino.—Señora Collins, no puede irse así, debería esperar a su esposo. — Comentó la mujer, con una expresión algo escandalizada. — El señor nos pidió mantenerla bien cuidada.—Lo siento, pero es una emergencia… — Contestó Isabella apurada. — Le puede decir a mi esposo cuando llegue, que estoy con mi primo, que lo veré más tarde aquí en la casa. — Y salió sin dudar junto a Aiden.Aiden conducía su auto deportivo al tiempo que intentaba explicarle la situación a su prima.—Escucha Isabella… Mi padre y el tío Héctor, aprovecharon tu luna de miel para poner la demanda por demencia, los abogados de la abuela estuvieron defendiéndola, pero… Según he visto, no sé ve un panorama muy bueno.—¿Cómo es que lo
La mujer tragó grueso ante la pregunta de su jefe, ella sabía cómo era el carácter malhumorado del señor Collins y lo que estaba a punto de decirle, no le iba a gustar.—Ella no se encuentra, señor. — Informó la sirvienta y de inmediato Máximo se giró sobre los talones, confundido.—¿Cómo que no se encuentra? ¿Dónde está? — Preguntó muy serio.—Salió con un hombre, su primo, el señor Aiden Sinclair.—¡¿Qué?! — Voceo Máximo, arrugando el entrecejo y sintiendo como la llama de la rabia que había sentido antes, cuando veía a Isabella con Aiden, lo quemaba en su interior.—El joven Sinclair vino hace poco tiempo, dijo que se trataba de una emergencia, intenté detenerlos, pero supuestamente tenían un asunto urgente. — La mujer volvió a bajar más el rostro, temerosa de la ira de Máximo.—¿A dónde fueron? — Resopló Máximo acercándose a ella.—No lo sé, solo escuché que irían a una clínica, que la abuela de la señora está recluida por demencia y hablaron de una demanda.—Entie
En poco tiempo todo estuvo arreglado, el amigo de Aiden había vuelto y luego de darle un resumen de lo hablado entre Isabella y el abogado de Ricardo y Héctor, Bruno comprendió lo que la joven pretendía y redactó un contrato informal.—Esto servirá por el momento… — Le extendió la hoja a la joven. — Pero luego debes hacer un contrato formal, de preferencia más específico.—Entiendo, pero… ¿Con esto ellos…?—No podrán encerrarla, solo eso, pero no se puede hacer nada con respecto a la herencia, ellos seguirán el proceso legal, se convertirán en los tutores y tomarán el poder de la fortuna como los cabecillas de los Sinclair… — Explicó.Isabella bajó la vista hacia el pedazo de papel que tenía entre las manos, detallándolo, pensativa.¿Le quitarán todo a Margaret? A Isabella no le importaba el dinero, ella siempre había vivido con poco y hasta en la calle, pero… ¿Su abuela estaría de acuerdo?Ella no sabía qué hacer, pero, ¿qué otra opción tenía? De hecho, ahora que ella no era
Máximo llamó a Aiden, quien se acercó extrañado.—¿Sí?—¿No es esta una de las clínicas de la familia Sinclair? — Le preguntó Máximo a Aiden.—Por supuesto. — Respondió el primo de Isabella, confundido.—Pues, cómo la heredera, Isabella, es la legítima dueña de esta clínica y si no me equivoco, como dueña, creo que ella tiene el derecho de decidir quién se queda en la clínica y quién no lo hace. — Máximo se irguió, orgulloso y altivo.—Eso no significa que mi madre pueda irse con ustedes… — Gruñó Ricardo con la mandíbula apretada. — Somos sus hijos y nosotros decidimos, no nos pueden obligar a nada…—¿Ah, no? — Máximo chasqueo los dedos y otro de los hombres que lo seguía le acercó un abultado sobre. — Si quieres enfrentarme, te reto… — Máximo saco un montón de papeles que estampó en el pecho de Ricardo. — Estás son las copias de todas las inconsistencias que se han encontrado en los registros de la familia Sinclair durante la administración de ustedes dos… Cabe destacar q