Fueron muchos los días y las noches en que Isabella oró, y todo lo que pidió fue poder recuperar su casa, la cual estaba llena de recuerdos de sus padres; conseguir un empleo digno y estable que le permitiera mantenerse y poder estudiar una carrera en la universidad.Sin embargo, allí estaba ella, recorriendo las tiendas más exclusivas y caras del país junto a su abuela, Margaret, quien había ordenado a las dependientas traer para Isabella sus prendas más hermosas, excepcionales, a la moda y costosas para su nieta.La vida de la chica había dado un tremendo giro, dándole mucho más de lo que ella necesitaba o deseaba, sin embargo, Isabella era muy consciente de que nada de esto era a cambio de nada, pues tenía un alto precio que pagar: su libertad.Isabella se sentía mareada y nerviosa, se tenía que probar a cada cinco minutos una prenda diferente, la mayoría no era de su gusto, muchas le parecían exageradas o escotadas, pero sin importar lo que Isabella dijera, Margaret mandaba a f
Isabella notó a Máximo detallándola, ese hombre, con esa mirada tan intensa, tan fría y hosca, hacía aflorar sus nervios instantáneamente.Ella volteó hacia su abuela, dándole la espalda a esos hombres, y simuló tomar otro trago de su copa. Ella no podía creer lo que estaba haciendo, si no podía ni ver a Máximo a la cara, ¿cómo podía convertirse en su esposa?—Señora Sinclair… — Una suave voz femenina llamó la atención de la joven, quien volteó rápidamente. — ¿Cómo está?—Bien, ¿qué gusto verte después de tanto tiempo, Marian? — Margaret saludo con cordialidad a la mujer.—Tú debes ser Isabella… — Marian estiró la mano hacia la chica, para darle un apretón.—El gusto es mío, señora. — Isabella se inclinó levemente, en un ademán elegante, luego de soltar su mano.—Mi hijo debe estar muy feliz con una prometida tan hermosa. — Le sonrió la mujer.—Oh, bueno… Yo… Gracias… — Balbuceó Isabella.—Está bien, debes estar nerviosa… — Le sonrió Marian con dulzura. — Solo quería co
—Máximo… Pasa algo. — Murmuró algo alarmada, Marian a su hijo.Ellos seguían sobre la tarima junto a Maximiliano, a unos cuantos metros de Isabella, aunque notaron que había un bullicio y que la gente se agolpaba, no vieron el espectáculo.—Sabes que no me gusta inmiscuirme en asuntos ajenos, madre. — Contestó Máximo. — Ya cumplí con mi parte, padre, me retiraré a mi habitación. — Anuncio a Maximiliano, para luego darse la media vuelta. Marian lo detuvo, extrañada. «¿Su parte?, ¿qué quiere decir con eso?», sopesaba la madre de Máximo.—Espera, ¿te irás?, ¿y la fiesta?, ¿y tu prometida? — Preguntó Marian perpleja.—Tendré mucho tiempo para verla cuando estemos casados, ¿no? — Máximo apretó la mandíbula, su padre sonrió ligeramente entendiendo muy bien la inconformidad de su hijo, al tiempo que Marian los observaba confundida. — Ahora, si me disculpan, necesito descansar, buenas noches.Máximo se soltó del agarre de su madre con delicadeza y se retiró a su habitación, él esta
Nadie se lo esperaba, ni la prensa se vio enterada hasta que llegó el momento, las dos familias más prestigiosas y adineradas del país, los Collins y los Sinclair, se unirían por medio de un matrimonio.¿Cómo era posible este suceso cuando todo el mundo pensaba que ambas familias, eran rivales?Las campanas de la iglesia sonaban, los invitados iban llegando y fueron acomodados en sus respectivos asientos, la crema y nata de la sociedad asistía a la boda del año.Máximo esperaba en uno de los salones de la iglesia, vestido con su traje Brioni hecho a la medida, atractivo y elegante, el novio se paseaba de un lado para el otro, nervioso.Un golpeteo sonó en la entrada, «¿Tan rápido? ¿Ya es la hora?», se preguntó Máximo, al tiempo que se dirigió a la puerta para abrir, frente a él, su amigo Diego, lo esperaba.—¡Máximo! — Diego estiró la mano para saludar, se dieron un apretón y su amigo lo invito a pasar.—Pensé que no llegarías. — Murmuró por lo bajo.—Si, lo lamento, pero úl
—¡¿Qué?! ¡¿Me estás diciendo que quieres que le haga a esa chica, lo mismo que le hiciste a mi madre?! — Gruñó Máximo, con los puños apretados.—¡Oye! ¡No seas grosero e irrespetuoso con tu padre! ¡Tu madre se fue porque así lo quiso, ella te lo ha dicho muchas veces! ¡No le gusta la ciudad! — Voceo Maximiliano, mostrándose indignado.—¡Puede decirlo mil veces y no lo creeré! ¡Por algo vive encerrada, por algo se apartó! ¡¿Crees que yo sería capaz de hacerle lo mismo a esa chica?! — Gruñó Máximo.—¡¿Y eso qué?! ¡Tú ni la quieres, te parece desagradable, tú mismo lo dijiste! ¡¿Cuál es el problema?! — Maximiliano se encogió de hombros, como si sus insinuaciones no significarán nada. — No la estás botando con el bebé, ella lo tendrá todo y te apuesto que será muy feliz, vivirá una vida de lujos, bien cuidada, ¿no que era una indigente? Definitivamente, lo que describo, es mucho mejor que eso.—Igualmente, no lo haré. — Escupió Máximo, caminando hacia la salida.—No tienes opci
—¡¿Qué?! — Margaret se estremeció.¿Qué estaba pasando? ¿Isabella se estaba retractando de la boda a último momento?—Yo, lo siento, abuela… Él es Diego, es o bueno, era mi mejor amigo, creció conmigo en los suburbios y luego él se… — Intentó explicar rápidamente la joven, con el pulso acelerado, confundida con lo que estaba pasando. Margaret respiró con alivio, notando que Isabella no se estaba echando para atrás con la boda.Diego contrajo su expresión con una mueca de dolor, sabiendo lo que estaba por decir la joven, así que la interrumpió.—Isabella, yo me fui, lo sé, pero tengo buenas razones… Quería ayudarte, yo… — Diego intento acercarse más a ella.La joven no supo qué hacer ante la proximidad tan inesperada de Diego, ella solo deslizó la mirada entre su abuela y el hombre, Isabella estaba totalmente confundida y aturdida.—Bueno, señor… — Intervino Margaret, deteniendo a Diego de su acercamiento a Isabella, interponiéndose entre ambos. — Por lo menos ya sé que se co
Las campanas de la iglesia hicieron eco en las afueras y justo cuando el último campanazo sonó, el ritmo de la marcha nupcial comenzó a tocar en manos de una orquesta.Las enormes e impresionantes puertas de la antigua e imponente iglesia se abrieron y desde sus respectivos asientos, los presentes voltearon hacia la entrada, expectantes.Todos querían ver a la novia, la mayoría de los invitados no la conocían, ni sabían de su existencia, ¿quién es Isabella Sinclair?, ¿cómo es que nadie había escuchado hablar de ella antes?Máximo esperaba nervioso al final del pasillo, aunque procuraba mantenerse serio y solemne frente a todos los invitados, su corazón no dejaba de palpitar arrítmico.—Lo siento… Llego tarde. — Escuchó decir a su espalda.—¿Dónde demonios estabas? — Gruñó Máximo por lo bajo, en respuesta.—Estaba en el baño… Creo que esta repentina boda me tiene más nervioso que a ti. — Susurraba Diego, cuando la organizadora lo mandó a callar, pues la novia ya entraba.La j
La limusina arrancó, con una caravana de autos lujosos siguiéndola más atrás, todas las personas observaban desde las calles, asombrados por el nivel de esplendor y suntuosidad de las dos familias más importantes del país, que ahora se unían.Era el momento de la fiesta, un acto que la crema de la sociedad no se podía perder y todos se dirigieron allá.Dentro del auto, Isabella bajó la mirada apenada, todavía sentía las mejillas calientes ante el significativo beso que Máximo le había dado en la iglesia.Ella no había sentido algo así antes, sus manos temblaban, el cosquilleo en el estómago, su mente parecía haberse nublado.Máximo observó a la chica de soslayo, notando su timidez y nerviosismo, él todavía podía sentir el sabor de ese beso, la sensación suave de los labios de ella en los de él, un calor le recorría el cuerpo con solo recordarlo.Máximo volteó hacia el otro lado, inquieto ante el evidente efecto que Isabella le estaba causando.Llegaron a la fiesta, una de las ta