—Digo… Que tú tienes que aceptar este matrimonio, lo quieras o no. — Afirmó Margaret llena de convicción.—¿Por qué? — Isabella sintió un corrientazo por todo el cuerpo, una sensación de ahogo la invadió.—Es complicado, pero necesario… Eso es todo lo que necesitas saber.Replicó Margaret, e intentando evadir el tema, simuló acomodar los papeles sobre su escritorio, esperando que Isabella sé marcharse sin decir nada asumiendo su próximo matrimonio.Por ese momento, Isabella se olvidó del temor que le producía su abuela y de su autoridad… Era más grande el miedo verse casada con Máximo, lo que provocó que tuviera el valor de enfrentar a Margaret.—Pero yo… Yo no quiero, no quiero casarme con ese hombre… Y él tampoco me quiere… Ya lo escuchó, él me rechazó… No soy apropiada… — Balbuceó Isabella con todo el cuerpo temblando.—No importa lo que él diga, tú eres la escogida, eres mi nieta y él tendrá que aceptarlo. — Gruñó Margaret por lo bajo, sin levantarle la mirada a Isabell
—Pero ahora no se trata de asegurar la supervivencia económica de la familia Sinclair… Si no de nuestra supervivencia, de mi vida y la tuya, Isabella… — Aseguró Margaret.—¿Qué? ¿De nuestra supervivencia? — Isabella arrugó el ceño, desconcertada.—La razón de este matrimonio, Isabella, es protegernos nosotras y resguardar el legado de la familia Sinclair…—Pero, ¿de quién?—De mis hijos, Ricardo y Héctor. — Intentó aclarar Margaret, dejando a Isabella todavía más desconcertada.—¿Sus hijos? — Preguntó Isabella aturdida.—Fui exiliada, luego de la muerte de tu padre, mis propios hijos se aseguraron de mantenerme alejada de la familia para quedarse ellos como cabecillas los Sinclair… — Voceo Margaret con una expresión llena de disgusto. — Ese par de buitres y traidores, han hecho cosas terribles y ha sido muy duro tener que enterarme de todo… Por eso, ellos no merecían ser escogidos como los herederos de la familia Sinclair… Debía escoger a uno de mis nietos como heredero…
A la mañana siguiente, el crucero llegó al embarcadero y una fila de autos lujosos esperaban frente al edificio del puerto.Desde muy temprano, Isabella preparó su maleta, ya no llevaba el pequeño bolsito sucio y rasgado, había conseguido una maleta nueva y grande en la boutique, dónde pudo guardar todas sus nuevas prendas.Desde la larga conversación que tuvo con su abuela la noche anterior, luego de aceptar su triste destino en un matrimonio arreglado, la chica no había vuelto a ver a Margaret, así que no sabía a dónde iría al bajar del barco, lo que la tenía nerviosa.En cuanto a Aiden, él se había enojado mucho con Isabella, sobre todo cuando ella no le quiso dar sus razones, y que fueran razones reales y de peso, para aceptar el matrimonio.Todo esto tenía algo desanimada a la joven, quien apenas vio el barco atracando en el muelle, salió de su habitación, arrastrando la enorme maleta y justo en la puerta, un joven empleado la esperaba.—Oh, Julián… Qué gusto verte de nuevo
Máximo quería irse a su apartamento, aunque se suponía que él todavía vivía en la mansión principal, él contaba con su propio lugar, un espacio de lujo en uno de los edificios más vistosos del centro de la ciudad.Él se quedaba en la casa principal de la familia solamente en ocasiones especiales, en dónde también tenía una amplia habitación equipada con todo lo necesario.Pero ese día no estaba de humor para enfrentar de inmediato a su padre, prefería llegar primero a un sitio tranquilo, tomar una ducha y despejar su mente, ser listo y crear una buena estrategia que le evitara la inminente discusión con Maximiliano.Sin embargo, apenas el Rolls-Royce arrancó, el chófer le informó que su padre lo esperaba en la mansión principal con urgencia.—Tranquilo, Max, yo te apoyaré. — Murmuró Emily, notando la evidente tensión de su hermano, él solo pudo asentir en respuesta.Llegaron a la imponente mansión de los Collins y como lo instruyó el mayordomo apenas entraron por la puerta princ
Fueron muchos los días y las noches en que Isabella oró, y todo lo que pidió fue poder recuperar su casa, la cual estaba llena de recuerdos de sus padres; conseguir un empleo digno y estable que le permitiera mantenerse y poder estudiar una carrera en la universidad.Sin embargo, allí estaba ella, recorriendo las tiendas más exclusivas y caras del país junto a su abuela, Margaret, quien había ordenado a las dependientas traer para Isabella sus prendas más hermosas, excepcionales, a la moda y costosas para su nieta.La vida de la chica había dado un tremendo giro, dándole mucho más de lo que ella necesitaba o deseaba, sin embargo, Isabella era muy consciente de que nada de esto era a cambio de nada, pues tenía un alto precio que pagar: su libertad.Isabella se sentía mareada y nerviosa, se tenía que probar a cada cinco minutos una prenda diferente, la mayoría no era de su gusto, muchas le parecían exageradas o escotadas, pero sin importar lo que Isabella dijera, Margaret mandaba a f
Isabella notó a Máximo detallándola, ese hombre, con esa mirada tan intensa, tan fría y hosca, hacía aflorar sus nervios instantáneamente.Ella volteó hacia su abuela, dándole la espalda a esos hombres, y simuló tomar otro trago de su copa. Ella no podía creer lo que estaba haciendo, si no podía ni ver a Máximo a la cara, ¿cómo podía convertirse en su esposa?—Señora Sinclair… — Una suave voz femenina llamó la atención de la joven, quien volteó rápidamente. — ¿Cómo está?—Bien, ¿qué gusto verte después de tanto tiempo, Marian? — Margaret saludo con cordialidad a la mujer.—Tú debes ser Isabella… — Marian estiró la mano hacia la chica, para darle un apretón.—El gusto es mío, señora. — Isabella se inclinó levemente, en un ademán elegante, luego de soltar su mano.—Mi hijo debe estar muy feliz con una prometida tan hermosa. — Le sonrió la mujer.—Oh, bueno… Yo… Gracias… — Balbuceó Isabella.—Está bien, debes estar nerviosa… — Le sonrió Marian con dulzura. — Solo quería co
—Máximo… Pasa algo. — Murmuró algo alarmada, Marian a su hijo.Ellos seguían sobre la tarima junto a Maximiliano, a unos cuantos metros de Isabella, aunque notaron que había un bullicio y que la gente se agolpaba, no vieron el espectáculo.—Sabes que no me gusta inmiscuirme en asuntos ajenos, madre. — Contestó Máximo. — Ya cumplí con mi parte, padre, me retiraré a mi habitación. — Anuncio a Maximiliano, para luego darse la media vuelta. Marian lo detuvo, extrañada. «¿Su parte?, ¿qué quiere decir con eso?», sopesaba la madre de Máximo.—Espera, ¿te irás?, ¿y la fiesta?, ¿y tu prometida? — Preguntó Marian perpleja.—Tendré mucho tiempo para verla cuando estemos casados, ¿no? — Máximo apretó la mandíbula, su padre sonrió ligeramente entendiendo muy bien la inconformidad de su hijo, al tiempo que Marian los observaba confundida. — Ahora, si me disculpan, necesito descansar, buenas noches.Máximo se soltó del agarre de su madre con delicadeza y se retiró a su habitación, él esta
Nadie se lo esperaba, ni la prensa se vio enterada hasta que llegó el momento, las dos familias más prestigiosas y adineradas del país, los Collins y los Sinclair, se unirían por medio de un matrimonio.¿Cómo era posible este suceso cuando todo el mundo pensaba que ambas familias, eran rivales?Las campanas de la iglesia sonaban, los invitados iban llegando y fueron acomodados en sus respectivos asientos, la crema y nata de la sociedad asistía a la boda del año.Máximo esperaba en uno de los salones de la iglesia, vestido con su traje Brioni hecho a la medida, atractivo y elegante, el novio se paseaba de un lado para el otro, nervioso.Un golpeteo sonó en la entrada, «¿Tan rápido? ¿Ya es la hora?», se preguntó Máximo, al tiempo que se dirigió a la puerta para abrir, frente a él, su amigo Diego, lo esperaba.—¡Máximo! — Diego estiró la mano para saludar, se dieron un apretón y su amigo lo invito a pasar.—Pensé que no llegarías. — Murmuró por lo bajo.—Si, lo lamento, pero úl