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Una pelea y un chico lindo II

La primera semana ha sido agotadora, acostumbrarme a todo y manejar el idioma era más sencillo en mi mente.

Por otra parte, Aria y América se han acercado mucho a mí, son unas chicas divertidas me rio demasiado con ellas y me hacen olvidar a Valeria y Matías, hacen que me distraiga de la razón por la cual estoy aquí. No quiero confiar mucho en ellas, no quiero que me suceda lo mismo, ellas aún no saben quién soy, no saben la razón por la cual estoy aquí y tampoco tengo muchos ánimos de decirles.

Estoy preparando mi cena mientras escucho música cuando suena mi timbre, esta última semana no se siente tan raro escucharlo sé perfectamente quienes son.

—Hola—sonríe América apenas abro la puerta. Esta chica es demasiado enérgica.

—¿Qué harás hoy? — pregunta Aria.

—Dormir—contesto con obviedad.

—Nada de eso—dice Aria—Vístete que nos vamos.

—¿A dónde? —pregunto siendo arrastrada a mi habitación.

Tengo sueño y estoy cansada, tengo hasta mi pijama puesta y mi mamá siempre dice que salir así de casa no es bueno.

—A una pelea.

—¿Cómo? —pregunto parándome en seco.

—Como escuchaste—dice América—una pelea.

Dos horas más tarde estamos en un lugar prácticamente abandonado, parece un almacén de película de terror, pero se ve así solo por fuera, porque por dentro parece el mismísimo bar, aunque con un ring de pelea en todo el medio.

Me aferro a América, no es primera vez que estoy rodeada de este ambiente, pero si tan lejos de casa y con personas completamente desconocidas.

—Relájate, Bella, aquí está prácticamente toda la universidad.

Luego de dar un vistazo al lugar me doy cuenta que tiene toda la razón, hay muchos rostros que he visto en esta primera semana.

—¿Qué es esto? — pregunto por encima del bullicio.

—Son peleas clandestinas que se hacen desde hace años en las universidades del condado, aquí hacen apuestas y el chico que gana se lleva el 70% de las ganancias de toda la noche. Esto hace que sean muy conocidos por las otras universidades. Hoy pelea Alan, uno de nuestros mejores amigos, él es increíble, lo hace desde el primer año y son muy poca las veces que ha perdido. —me contesta Aria mientras nos abrimos camino entre la gente

—Interesante, pensé que esto solo salía en esas películas americanas que veía con mis hermanas.

Las chicas carcajean, pero antes de decir algo son interrumpidas.

—Hola, chicas—aparece el moreno alto del otro día.

—Hola—Aria le da un pequeño beso a Brian en la boca.

—Chicos ella es Bella—me presenta América—la chica extranjera de la cual le hablamos en estos días.

—Buenas noches—les sonrío a ambos.

Me percato que América se siente un poco incómoda.

—¿Pasa algo? —le pregunto.

—Sí, bueno... No. —duda un poco hasta que me aparta un poco del grupo. —Es Thiago.

—¿Qué sucede? —pregunto muy curiosa.

—Él es... Es el chico que me gusta.

—¿Cómo así? —miro al moreno distraído hablando con Brian y Aria.

—Es una historia muy larga, todo comenzó en la escuela, él realmente me gusta y muchísimo, desde hace varios años. A veces siento que yo igual, cómo hay veces que no lo entiendo, de verdad no comprendo mucho, él ha pasado por algunas cosas que tal vez lo hagan sentir miedo, o eso me dice Aria.

—¿Y él sabe que te gusta? —pregunto curiosa.

El hecho que esta chica me cuente algo así me causa un pinchazo en el pecho ¿Será que de verdad me tienen confianza?

—No. —me mira a los ojos con tristeza.

Nuestra conversación es interrumpida por una bocina.

Se hace un círculo alrededor del ring de boxeo. Aria, Thiago, Brian, América y yo estamos por decir en “primera fila”, hay muchísima gente.

El chico de la bocina empieza a presentar a las personas que se enfrentan. Uno es un chico muy alto y flaco, quien presenta como "Goofi" no lo conozco, supongo que es de otro instituto. Mientras que del otro lado sale un joven blanco de cabello negro, a quien presentan como "La Bestia" tiene algunos tatuajes en su brazo y torso, me percato que tiene un tatuaje igual al mío que dice "familia".

Mi mano va por instinto a la parte de mi brazo donde lo tengo.

El pelinegro busca a sus amigos entre la gente y cuando los consigue me mira directo a los ojos, su mirada es intensa, me doy cuenta que los tiene de un gris muy llamativo, pero se desvía cuando empieza la pelea.

Es algo que no me gusta ni un poco, nunca me ha gustado ver a dos personas agredirse así, el desconocido quiere golpear al tatuado en el rostro, pero este lo esquiva y le lanza un derechazo como si fuese pez bajo el agua, logrando que el chico quede en el piso salpicando a algunas personas de su sangre, entre ellas a mí.

Mi mente viaja a ese día.

Estoy sentada en un charco de sangre y duele, es un dolor desgarrador. Estoy muy confundida, aturdida, desorientada y la desesperación corre por mi sistema, no creo poder aguantar más de lo débil que me siento.”

Despierto de mi trance cuando escucho mi nombre a un lado, al ver mi camisa y pantalón lleno de sangre me invade una rabia absurda pero potente, mi pecho se comprime y tengo la necesidad de tomar aire. Salgo de ahí, trato de hacerme espacio entre la gente, no sé dónde estoy ni como llegaría a mi departamento, pero eso no me gusta, lo odio, odio la violencia, odio la sangre, odio que vean como diversión dos personas golpeándose.

—Bella—me llaman Aria y América. No me detengo hasta que no estoy afuera—no te puedes ir así—habla la pelinegra. Pero su voz la siento un poco lejana.

—Me quiero ir, no quiero estar aquí. —digo sin girarme.

Cuando salgo del encierro y respiro el fresco aire de la noche siento en mis pulmones como si le quitarás el tapón a una bañera y saliera toda el agua. Pero en este caso es el aire entrando a mis pulmones.

Dentro sentía que me ahogaba como aquella noche y no podía hacer nada.

—Bella, lo siento—la voz de Aria es más clara. —no sabía que podría pasar eso—veo a los dos chicos llegar hasta nosotras.

—¿Estás bien? —pregunta América.

—Sí, tranquilas, me altere un poco, es solo que no me gusta la sangre—bajo la vista para mirar mi camisa— y estoy llena de ella.

—Entonces deberías de quitarte la sangre que tienes en tu rostro. —habla alguien desconocido para mí.

Una voz melodiosa y al mismo tiempo áspera que nunca he escuchado.

Cuando alzo la vista veo al chico tatuado estirándome un pañuelo y tocando mi rostro con este.

Mi corazón se detiene por un momento olvidando a las personas a mi alrededor, mis manos se ponen frías, el chico limpia mi mejilla con suma paciencia y delicadeza.

Para su aspecto alto, delgado pero musculoso, y ese rostro serio, el tacto es todo lo contrario. Es genial.

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