Capítulo 18
Al oír lo que dijo Alejandro, el hombre arrodillado en el suelo aterrorizado se inclinó ante Lucía.

— ¡Señorita Ríos, me equivoqué! ¡De verdad reconozco mi grave error, por favor, déjeme ir!

— ¡De verdad nos arrepentimos, nunca más volveremos a hacerlo!

— ¡Esto es Puerto Río, no la frontera, no así como así a hacer lo que se le de la gana con la vida de otros!

— ¡Señorita Ríos, mejor entréguenos a la policía!

Ahora preferían mejor ser encarcelados por la policía.

— Matar a unos cuantos no es gran cosa. Los matamos y nos volvemos a la frontera y ya está — dijo Alejandro sin darle importancia alguna. Quienes se atrevieran a tocar a su Lucía debían pagarlo con su vida propia.

— Lucía, no te preocupes por eso. Yo me encargo y luego regreso a la frontera.

— Entrega a esta gente a la policía, Alejandro. Recuerda, somos personas decentes, deja de hablar de matar — ordenó Lucía, dándose la vuelta para marcharse.

— Espera un poco— intervino Pedro, que había estado observándola con detenimiento
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