Uff! Lorena descubrió al fin la verdad. ¿Qué creen que pasará cuando sepa que su mejor amiga, sabe la verdad?
— Lorena, estás llevando a un extremo bastante difícil de salir, toda esta situación. Será mejor que te calmes, y luego hablaremos — aconsejó Cristhian, dejándola indignada.Ella la miró con incredulidad.» ¿Calmarme? «» ¿Tan ciega fui? «» Definitivamente, me merezco esto, por intentar ser condescendiente con imbécil como él. «La verdad, se estaba conteniendo bastante, porque no se dejaría mostrar triste antes un idiota como él.— Te puedo asegurar, que estoy bastante calmada, Cristhian. Pero, ¿cómo mierda te atreves a pedirme aquello, cuando te revuelcas con otra mujer, estando enamorado de mi mejor amiga? — manifestó con rabia, y riéndose del coraje —. Y yo soy la esposa. Mira en la situación que me has puesto.Ella se encerró en su habitación, luego en el baño, y sin pensarlo, se puso a llorar. Lloró como una niña, como nunca antes lo había hecho. El corazón le dolía, sintiéndose como una niña indefensa, humillada por alguien con poder.Su celular volvió a sonar, descubriendo qu
De igual forma, a Keila le importaba poco lo que pensaba su esposa. Ella igual iría a visitar a su amiga, porque ella era más importante que cualquier otra cosa.Finalmente, cuando estaban aterrizando, se dispusieron a ir hasta la casa donde estaban viviendo. No importaba la hora, ella igual iría, pese a que Enzo, insistía que debían esperar a que amanezca.Keila, desesperada, toco el timbre, y golpeo la puerta, hasta que se abrió. Cristhian era la persona quien los recibía, pues Lorena no ha salido de su habitación desde la discusión, y ya comenzaba a preocuparse por la misma; sin embargo, Keila, con la rabia palpitando en sangre, lo fulminó con la mirada.— ¡Qué bueno que vienen! — exclamó, pero no tuvo tiempo de terminar de hablar, porque la joven asistente, le propinó un golpe a puño cerrado en la cara.Keila gimió de dolor, para después observarlo.— Por cobarde — gritó, adentrándose a la casa y buscando a su amiga —. ¡Lorena! ¿Dónde estás?— Habitación principal, a la derecha —
Keila había sido testigo de aquello, por lo que sonrió esperando alguna respuesta de parte de su amiga; además, esperaba que pudiera divorciarse y seguir con su vida, con alguien que realmente, le brindara la seguridad que se merecía. Cuando llegó a la casa, Enzo ya la estaba esperando en la entrada, junto con Cristhian. Ella no le brindó ni una sola mirada, y esperó paciente a que su esposo se adentrara en el interior del vehículo. — ¿No le hablarás? — Negó —. Sabes que hay problemas más serios que ellos dos. Indignada, pidió al chofer que se detenga. — Bájate — pidió Enzo la miró incrédulo —. Bájate o me bajo yo. — Pero, ¿por qué? — Nada es más importante que mi amiga, excepto tú. — Aquella respuesta, dio un toque de felicidad a Enzo. De hecho, ya era un hombre feliz a lado de ella, pero oír de la boca de ella, era algo inexplicable de explicar. Un sentimiento reconfortante y puro. Keila era de esas mujeres puras, sencillas e inocentes, incapaces de mentir, solo porque debía h
Enzo por su parte, estaba aterrizando a Londres, cuando recibió el aviso que su esposa ya estaba en casa. Confiado, creyó en la noticia, sin saber, que solo era una trampa, y su esposa en realidad, estaba siendo transportada a otro lugar, lejos de su seguridad. Ni tan lejos. Estaban camino a la casa de Valentina. Estaba llegando a la mansión de su nuevo amigo en Londres, cuando se percató, que había algo extraño en el lugar. No había guardias en el lugar, y suponiendo que, la última vez que se vieron la esposa estaba en peligro, imaginaba más vigilancia. Hasta que lo encontró en su despacho. No había ama de llaves, ni escolta principal, ni nada de eso, lo cual lo llevaba a la idea de que era una trampa; y como no podía huir, se enfrentó, intentó hablarle; pero el sujeto estaba muy ebrio. Estudio la situación, salió afuera a mirar, entonces vio el cuerpo de algunos de los guardias, con chalecos explosivos. Corrió al interior, para buscar a su amigo, encontró un arma debajo del escr
Mientras Keila caía por el precipicio, Enzo luchaba por su vida en un hospital en Londres. La casa de su amigo había sido destruida, por bombas incrustadas en el cuerpo de sus hombres.Ambos estaban en peligro.Ambos luchaban por sus vidas en el mismo minuto.Los hombres comenzaron la búsqueda desde el aeropuerto, que era el lugar donde ella desapareció. Nadie se había percatado de su ausencia al principio, hasta que la perdieron de vista en el camino, ya que ella manejaba su propio carro y a una velocidad bastante rápida.Y al, darse cuenta que aún no conseguían hallarla, no tuvieron más opción que llamar al jefe, pero éste tampoco respondía, hasta que el hombre de confianza de sus jefes, respondió.— La señora ha desaparecido — Dieron información, y el hombre no dijo, solo miró por la ventanilla, donde veía a su jefe inconsciente.Colgó, y llamó a los familiares. Para ser exacto, se refería a Elías, para informarle lo que estaba sucediendo.Todos se pusieron en marcha para encontrar
El sol filtraba sus cálidos rayos a través de las cortinas entreabiertas, iluminando la habitación del hospital con una tenue luminosidad. El hombre yacía en la cama, entre sábanas blancas que resaltaban su palidez. Los pitidos de los monitores y el suave murmullo del personal médico creaban un telón de fondo constante. De repente, sus ojos parpadearon lentamente, ajustándose a la realidad a medida que la consciencia regresaba.Una figura borrosa se materializó al lado de la cama, una silueta maternal que se inclinó con preocupación. La madre observó con ojos llenos de alivio mientras su hijo recobraba el conocimiento. Un suspiro contenido escapó de sus labios, y una sonrisa maternal iluminó su rostro.— ¡Hijo! — exclamó con voz temblorosa —. Estaba tan preocupada. ¿Cómo te sientes?El magnate, aún aturdido, esbozó una sonrisa a medias y asintió débilmente. La calidez de la presencia materna era reconfortante, pero algo no encajaba. Buscó con la mirada, inquieto, por la habitación.»
En el rincón de la habitación, la figura exhausta de su madre yacía inmóvil. Ella, luchaba contra las lágrimas mientras aferraba la mano de su hija, brindándole consuelo. La incertidumbre flotaba en el aire, tan densa como el olor a medicamentos. A pesar de la gravedad de la situación, ella no podía evitar pensar en la última vez que vio a Enzo sonriente con Keila antes de que la tragedia los separara.Al otro lado del mar, en un mundo desconocido, Keila despertó con el sonido del viento susurrando entre los árboles. La luz filtrándose a través de las rendijas de la cabaña de paja pintaba un cuadro surrealista a su alrededor. Al incorporarse, se dio cuenta de que no estaba sola.La cabaña estaba poblada por habitantes del bosque. Gente vestida con túnicas de colores vivos, adornadas con símbolos que ella no reconocía. La lengua que hablaban era un misterio para la joven, pero su expresión de preocupación y curiosidad trascendía las barreras lingüísticas.Un anciano, con ojos sabios y
El crepúsculo envolvía la ciudad cuando Augusto se encontró frente al edificio que albergaba el departamento de Valentina. Cada paso resonaba en su interior como un recordatorio de las decisiones que lo llevaron hasta ese punto. El aire estaba cargado de tensión, y las sombras de la noche se cerraban a su alrededor mientras ascendía por las escaleras hacia el lugar que alguna vez fue testigo de sus acciones más oscuras.Al llegar al pasillo donde Valentina solía vivir, Augusto notó que su corazón latía con fuerza, recordándole la carga. La cerradura cedió ante la llave que llevaba consigo, y la puerta se abrió para revelar el pasado que tanto había intentado ignorarLa habitación estaba igual que la última vez que la vio. El eco de la tragedia resonaba en cada rincón, y la presencia de Valentina se hacía sentir incluso en su ausencia. Augusto se adentró con cautela, como si temiera despertar a los fantasmas del pasado. Las imágenes de la atrocidad que cometió inundaron su mente. El do