68 - Un jefe seductor.

De igual forma, a Keila le importaba poco lo que pensaba su esposa. Ella igual iría a visitar a su amiga, porque ella era más importante que cualquier otra cosa.

Finalmente, cuando estaban aterrizando, se dispusieron a ir hasta la casa donde estaban viviendo. No importaba la hora, ella igual iría, pese a que Enzo, insistía que debían esperar a que amanezca.

Keila, desesperada, toco el timbre, y golpeo la puerta, hasta que se abrió. Cristhian era la persona quien los recibía, pues Lorena no ha salido de su habitación desde la discusión, y ya comenzaba a preocuparse por la misma; sin embargo, Keila, con la rabia palpitando en sangre, lo fulminó con la mirada.

— ¡Qué bueno que vienen! — exclamó, pero no tuvo tiempo de terminar de hablar, porque la joven asistente, le propinó un golpe a puño cerrado en la cara.

Keila gimió de dolor, para después observarlo.

— Por cobarde — gritó, adentrándose a la casa y buscando a su amiga —. ¡Lorena! ¿Dónde estás?

— Habitación principal, a la derecha —
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