¿Le gusta los finales felices, o los finales tristes? Leo sus respuestas...
Enzo la había seguido aquel día, y se sorprendió verla de rodillas allí, en frente de la lápida de su pequeño bebé. Él se había alejado, dejándola sola y sumida en su propio dolor, que no se imaginó, cuanto podría afectar aquello, que tenían. Comprendió, que recuperarla, sería la tarea más difícil por la que atravesaría, pues no solo debía volver a ganarse su confianza, sino tratar de apaciguar el peso del dolor de su pérdida. Quizás sea el mismo, pero él se encargó de irse lejos a sufrir en silencio, en vez de estar con ella. Keila sintió su presencia, por lo que, cuando levantó la mirada y lo vio, simplemente lo ignoró, y pasando por su lado, subió a su coche y condujo hasta la empresa. — Hola amiga, ¿cómo estás hoy? — preguntó Lorena, al verla entrar. — Bien, igual que todos los días — respondió mirándola seriamente —. No necesitas hacer esto siempre. — Claro que lo necesito, porque actúas como si nada hubiera pasado — respondió casi entrando en un colapso. Todos voltearon a m
La mañana siguiente, Enzo llegaba una hora antes que Keila a la empresa, y dejaba un vaso térmico cargado con chocolate caliente, y una rosa sobre su escritorio, antes de empezar a trabajar. No le importaba dormir menos o renunciar a su hora de entrenamiento, pero quería que entendiera de alguna manera, que estaba arrepentido de huir como un cobarde, aunque no lo era. Simplemente era una forma diferente de sacar su dolor, pero en un mal momento quizás. Keila llegó a la empresa, y como todos los días, fue recibida por los murmullos de sus cobardes compañeros de trabajos y una Lorena preocupada. Y, una vez más, ella le brindó el discurso de que se encontraba bien. Se estaba cansando de esa rutina. Llegó a su piso, e ingresó directo a su cubículo, para encontrarse con aquello que su jefe le había dejado, aunque ciertamente, ella no lo sabía. Destapó el vaso y el delicioso aroma a chocolate caliente invadió sus fosas, haciéndole suspirar, con una sonrisa en sus labios; para finalmente,
El viaje se convirtió en una situación eterna, silenciosa e incómoda. El perfume de Enzo, se extendió por todo el vehículo, haciendo que la asistente, contuviera sus ganas de suspirar. A ella le encantaba ese olor. Enfocó su vista en la ventana y se concentró en las imágenes de la ciudad, mientras Enzo disfrutaba mirarla, hasta que notó, que se estaba quedando dormida. No la interrumpió. Finalmente, llegaron hasta el edificio, y entonces, él se quedó en el auto con ella, hasta que ella despertara, que no fue después de media hora más tarde, y su cabeza estaba sobre el hombre de su jefe. Rápidamente se enderezó en su lugar. — ¿Ya llegamos? — cuestionó, observando un poco perdida el lugar. Enzo sonrió. — Ya llegamos — respondió —. Te quedaste dormida, y no quise interrumpir tus sueños. — Debiste hacerlo — manifestó molesta, abriendo la puerta. Enzo hizo lo mismo, mientras ella caminaba hacia el interior, hasta que recordó que debía agradecer y no ser una mal educada con su jefe.
La vergüenza era demasiada, que cuando salió afuera de la oficina, y miró a Cristhian, ni siquiera se atrevió a hablarle.Por otra parte, el hombre en cuestión no sabía cómo sentirse al respecto. Por un lado, estaba su alegría de verlos separados; sin embargo, no era aquella alegría plena, pues tanto su amigo, como la mujer que desearía poder tener, estaban sufriendo por no poder estar juntos. Y, verlos ahora, juntos, lo lastimaba en el pecho.Keila era la mujer que él amaba y no podía tener. Su cobardía lo había llevado a entrar en una relación con la mejor amiga de ella, y eso, era simplemente, el peor error que había cometido.— Siempre con la maldita costumbre de no tocar la puerta, antes de entrar — manifestó Enzo; sin embargo, en esta ocasión no se mostraba molesto, lo cual sorprendía a su mejor amigo —. Tú no cambias más.— Volvieron — respondió, señalando la puerta, dando a entender que hablaba de su asistente —. Pensé que tardarían más.Enzo comprendía perfectamente lo que pa
Valentina se sentía humillada, pese a tener el poder de destruirla, no podía hacerlo. Odiaba que Enzo tuviera esas atenciones con ella, porque nunca tuvo esa oportunidad con él.Nunca hubo un detalle bonito, ni palabras de aliento, y mucho menos, esa mirada que solo esa asistente lograba recibir.Odiaba a Keila con todas sus fuerzas, por ser simplemente una arrimada, que destruyó su matrimonio. Para Valentina, solo ella era la única culpable de su desgracia; y más la odiaba, porque pese a todo lo que ha pasado, aún seguía siendo, mejor que ella, que tenía belleza, elegancia y dinero.Salió fuera del centro comercial, y aguardó en su auto hasta que ella saliera. No le importaba nada en esos momentos, más que destruirla por completo, entonces, debía pensar en algo salvajemente destructivo, que hiciera que Enzo la dejara por completo.Tomó el celular, y marcó el número de alguien que conocía podría ayudarla.— Necesito algo — inició…Entonces, una sonrisa se formó en su rostro y celebró
Era imposible no llorar con lo que estaba sucediendo. Keila lo único que vivía día tras día, era malos momentos, eventos desastrosos que dejaban marcas imborrables en su existencia. Aun había personas capaces de lastimarla, aunque ella no haya hecho nada para merecer aquel mal.» ¿Por qué? «Se preguntaba mentalmente.No sabía exactamente qué hacer.Estaba expuesta ante el mundo, como la víctima y esposa del gran magnate. Más de mil personas fue testigo de su pasado, y de la forma frutal en que la violaban. Y, aun así, Enzo estaba allí, asegurando sus pasos a su lado.Se acercó a mí, y besó con cariño mi frente, para después susurrarme.— Puedes esconderte del mundo, utilizando como excusa, las desgracias de tu pasado, o puedes enfrentarlos y utilizarlo como arma, para que a nadie más le pase. Tú decides, hada — Lo dijo solo para que yo lo escuchara, y realmente, estaba agradecida con esas palabras.Él tenía razón al final de cuentas.— Gracias — susurré, mientras las lágrimas y el dol
Las cosas estaban saliéndose una vez más de control. Keila, no podía tener siquiera una vida tranquila, un solo segundo de su vida. Siempre ocurría algo, que afligía su mente, y ahora, solo se trataba de su pasado, hostigándola, sino de los sentimientos de su mejor amiga. De la única persona que estuvo sosteniéndola durante su recaída.Ella sentía, que no podía resistirlo más. En cualquier momento podría caer y no volverse a levantar, pese a que, en ocasiones, se llenaba de valentía.Es que a veces, es fácil creer que uno podría salir de su dolor, pero es más difícil de lo que parece. Keila no solo debía trabajar con sus traumas, sino también, en su amor propio, en la confianza. Muchos aspectos de su vida estaban deteriorados, y conllevaba una larga lucha, revocar las grietas.Para su buena suerte, Enzo la estaba sosteniendo, y también su amiga; una amiga, a quien temía perder.— Deja de pensar en eso, Keila. Ellos sabrán resolver sus problemas — aconsejó Enzo, envolviendo sus brazos,
Cristhian estaba bastante asustado, y una vez más, actuaría por impulso, pensando que es lo mejor.Tomó su chaqueta y salió de su oficina, para bajar al piso, donde se encontraba su prometida. Y cuando la vio, simplemente le hizo una señal, y salieron de allí.— ¿A dónde vamos? — preguntó Lorena, consternada.— A casarnos — respondió él, con una seguridad inigualable.Lorena estaba completamente sorprendida, que no podía creer lo que estaba a punto de suceder. Creía que estaba soñando.— ¿Estás hablando en serio? — insistió.— No dejaré que mi hijo crezca en una familia separada; además, ya te lo propuse — respondió, forzando una sonrisa.La verdad, no estaba seguro y creía que esa era la solución aun sabiendo, que Keila ya sabía la verdad. No iba a dejar a Lorena desamparada con un bebé.Él no era, un hombre de esos.Lorena se mostraba emocionada, porque al final de cuentas, la propuesta ya estaba hecha. Sin embargo, tenía cierta incertidumbre, clavándose en su pecho. Temía que algo