» En el peor de los conceptos. «Pensó Keila en ese momento, mientras era transportada en el asiento trasero. No la lastimó, no la amarró las manos, como la última vez, ni amordazó su boca. Ella iba sentada a su lado, mientras él tarareaba una canción y conducía. — No confío en ti — respondió la mujer. — Un punto a tu favor — añadió. Se recostó sobre ella, y abrió el coche, para empujarla. Keila gritó fuerte, por la impresión, y luego sintió su cuerpo estrellarse sobre el pavimento, alejados de toda civilización. El primer acto de la mujer, fue proteger su vientre, mientras gemía de dolor. A lo lejos, vio el auto detenerse, y luego, moverse en reversa. De él, bajó augusto, con una sonrisa peculiar en su rostro. — ¡Uf! Fue sin querer — manifestó el hombre, después de detenerse a su lado. Estaba actuando justo como aquella vez, antes de aplicarle un sedante y meterla a un quirófano. — ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué me lastimas? — gritó, desesperada. El hombre sacó su celular y
Los guardias de la mansión, se habían intentado comunicar con el señor Mondragón, pero no hubo respuestas, por lo que, su siguiente opción fue a su hermano menor. Éste, al enterarse del caso, miró con horror a Cristhian, y luego a su hermano; pues, se encontraban en ese momento, en el hospital.— ¿Estás seguro? — Volvió a preguntar Elías al hombre, y éste le aseguró que sí, u estaba llena de sangre y tenía algo en la mano —. Voy enseguida.— ¿Pasó algo a Keila? — preguntó Enzo.— Temo que no te hemos contado toda la historia — respondió.— Hijo, debes calmarte. El médico nos dijo…— A la mierda con el médico. ¿Dónde está Keila? — gruñó en respuesta. Enzo se puso de pie, y tomó el pantalón de su bolso.— En la mansión, pero debes entender que… — Guardó silenció instantáneamente. La mirada de su hermano era severa, y lo hizo tener miedo.— Solo dime que pasó — siseo. Elías miró a Cristhian y luego a su madre. ambos asintieron.— Fue secuestrada, luego de que fuiste internado aquí. Estab
Keila, intentaba marcharse de allí, para evitar problemas con esa mala mujer, pero al parecer, Valentina, no tenía intención alguna de dejarla pasar. Estaba completamente segura de que, debía lastimarla.Para la ex esposa de Enzo, Keila era una mujer excepcional, y eso la molestaba. Era buena en todo lo que hacía, por lo que comprendía el motivo que llevó al hombre a fijarse en ella, especialmente la obsesión enferma de Augusto; aunque, en el fondo, esperaba que él la tomara en serio, algún día.Enzo, por su parte, se encontraba en Grecia, escondido en una cabaña solitaria, pensando la situación por la que había pasado. Ni siquiera se había hecho cargo de la empresa de ese lugar, por lo que, estar en el bosque era su mejor escapatoria.— ¿Qué quieres? — preguntó al celular, cuando contestó.Su hermano Elías todos los días lo llamaba al igual que su mejor amigo. Ambos estaban muy preocupados por él; por su silencio y ausencia constante al mundo exterior.— Solo quería saber, cuando reg
Lo días transcurrían, como si nada hubiera pasado. Keila, parecía estar bien, pero en realidad, estaba cayendo en un abismo negro y solitario, donde la luz no filtraba. Su tristeza se iba intensificando; pero, no deseaba molestar a nadie con sus sentimientos. Lorena tenía problemas con su relación, y ella, estaba sola sin nadie a quien pedir algún consejo; y la persona, que le había prometido estar, simplemente se fue, en su momento más vulnerable. Para colmo de males, sus enemigos la rondaban, aunque, realmente no le importaban ellos. Ya no tenía nada más que perder. Estaba sentada, sola en un parque observando a mujeres con sus hijos corretear, y se imaginó a ella misma, con esa vida, pero, lamentablemente no era posible. Ni siquiera sabía si podría volver a concebir. Siente a alguien sentarse a su lado, pero ni siquiera gira a mirar de quien se trata. — La mente crea escenas donde uno puede ser feliz — inicia, con aquella asquerosa voz —. No debes dejarte engatusar por esas esc
Enzo la había seguido aquel día, y se sorprendió verla de rodillas allí, en frente de la lápida de su pequeño bebé. Él se había alejado, dejándola sola y sumida en su propio dolor, que no se imaginó, cuanto podría afectar aquello, que tenían. Comprendió, que recuperarla, sería la tarea más difícil por la que atravesaría, pues no solo debía volver a ganarse su confianza, sino tratar de apaciguar el peso del dolor de su pérdida. Quizás sea el mismo, pero él se encargó de irse lejos a sufrir en silencio, en vez de estar con ella. Keila sintió su presencia, por lo que, cuando levantó la mirada y lo vio, simplemente lo ignoró, y pasando por su lado, subió a su coche y condujo hasta la empresa. — Hola amiga, ¿cómo estás hoy? — preguntó Lorena, al verla entrar. — Bien, igual que todos los días — respondió mirándola seriamente —. No necesitas hacer esto siempre. — Claro que lo necesito, porque actúas como si nada hubiera pasado — respondió casi entrando en un colapso. Todos voltearon a m
La mañana siguiente, Enzo llegaba una hora antes que Keila a la empresa, y dejaba un vaso térmico cargado con chocolate caliente, y una rosa sobre su escritorio, antes de empezar a trabajar. No le importaba dormir menos o renunciar a su hora de entrenamiento, pero quería que entendiera de alguna manera, que estaba arrepentido de huir como un cobarde, aunque no lo era. Simplemente era una forma diferente de sacar su dolor, pero en un mal momento quizás. Keila llegó a la empresa, y como todos los días, fue recibida por los murmullos de sus cobardes compañeros de trabajos y una Lorena preocupada. Y, una vez más, ella le brindó el discurso de que se encontraba bien. Se estaba cansando de esa rutina. Llegó a su piso, e ingresó directo a su cubículo, para encontrarse con aquello que su jefe le había dejado, aunque ciertamente, ella no lo sabía. Destapó el vaso y el delicioso aroma a chocolate caliente invadió sus fosas, haciéndole suspirar, con una sonrisa en sus labios; para finalmente,
El viaje se convirtió en una situación eterna, silenciosa e incómoda. El perfume de Enzo, se extendió por todo el vehículo, haciendo que la asistente, contuviera sus ganas de suspirar. A ella le encantaba ese olor. Enfocó su vista en la ventana y se concentró en las imágenes de la ciudad, mientras Enzo disfrutaba mirarla, hasta que notó, que se estaba quedando dormida. No la interrumpió. Finalmente, llegaron hasta el edificio, y entonces, él se quedó en el auto con ella, hasta que ella despertara, que no fue después de media hora más tarde, y su cabeza estaba sobre el hombre de su jefe. Rápidamente se enderezó en su lugar. — ¿Ya llegamos? — cuestionó, observando un poco perdida el lugar. Enzo sonrió. — Ya llegamos — respondió —. Te quedaste dormida, y no quise interrumpir tus sueños. — Debiste hacerlo — manifestó molesta, abriendo la puerta. Enzo hizo lo mismo, mientras ella caminaba hacia el interior, hasta que recordó que debía agradecer y no ser una mal educada con su jefe.
La vergüenza era demasiada, que cuando salió afuera de la oficina, y miró a Cristhian, ni siquiera se atrevió a hablarle.Por otra parte, el hombre en cuestión no sabía cómo sentirse al respecto. Por un lado, estaba su alegría de verlos separados; sin embargo, no era aquella alegría plena, pues tanto su amigo, como la mujer que desearía poder tener, estaban sufriendo por no poder estar juntos. Y, verlos ahora, juntos, lo lastimaba en el pecho.Keila era la mujer que él amaba y no podía tener. Su cobardía lo había llevado a entrar en una relación con la mejor amiga de ella, y eso, era simplemente, el peor error que había cometido.— Siempre con la maldita costumbre de no tocar la puerta, antes de entrar — manifestó Enzo; sin embargo, en esta ocasión no se mostraba molesto, lo cual sorprendía a su mejor amigo —. Tú no cambias más.— Volvieron — respondió, señalando la puerta, dando a entender que hablaba de su asistente —. Pensé que tardarían más.Enzo comprendía perfectamente lo que pa