La luz de la luna bañaba con su luz cada árbol y pino en el bosque, el silencio vagamente interrumpido por el sonido de la fauna y el silbar del viento entre las hojas, reinaba en los bosques de aquel misterioso y hermoso condenado, Isobel admiraba la belleza de aquel claro que se hallaba junto a un precioso lago de agua cristalina, que reflejaba a la luna en todo su esplendor, sin embargo, un escalofrió la recorría de manera repentina al admirar la belleza plateada reflejada en las aguas de aquel lago…Dragos Albescu, no había pedido a Vasile llevarla a dar un placentero paseo nocturno…tenia que decirle, decirle que aquel ser que la llamaba por otro nombre la había visitado, contarle el gran temor que tenia de algo terrible terminara ocurriendo.
– Te ves hermosa, allí, admirando la belleza de la luna – dijo repentinamente Vasile.
Isobel observo a aquel hermoso conde, aquel al que amaba a un a pe
La mañana se sentía fría, anunciando un demasiado anticipado invierno, el sol no lograba calentar, el viento frio golpeaba las ventanas con fuerza y el cielo gris amenazaba querer derramar su lluvia de un momento a otro, Jenica caminaba en las calles no demasiado pobladas, cada vez anochecía más temprano y con ello, las personas en el pueblo procuraban abastecerse y encerrarse para no exponerse al peligro que traía consigo el manto nocturno.Sus hermosos ojos verdes miraban con nostalgia hacia la vieja abadía en los bosques, aquella charla que sostuvo con el Conde que la habitaba había sido demasiado triste, un alma vieja, demasiado vieja, aquel dolor que debía haber sido perder a su amada, la tristeza reflejada en aquellos hermosos ojos color oro…no podía evitar preguntarse cuanto dolor debía haber visto un ser tan antiguo…tan solitario…una eternidad de mera existencia sin un pr
El cielo gris dejaba car una lluvia atroz sobre el pueblo de Sibiu, la luz de los poderosos relámpagos rompía con la oscuridad que comenzaba a reinar, el manto de la noche caía sobre todo el valle, quizás, demasiado temprano por la tormenta que se había desatado, Jenica y Emmeran se observaban sin atreverse a hablar primero sobre lo que ambos ya sabían, la visita del misterioso Conde de la vieja abadía a la monja que creía en la ciencia. El silencio cada vez mas incomodo lograba ponerlos de los nervios a ambos, sin embargo, la repentina llegada de Isobel Bennet interrumpió aquel momento. – Hola, no los vi en toda la mañana, estuve ocupada con el niño Wilson, no recibió muy bien el tratamiento – saludaba la hermosa castaña notando que algo estaba ocurriendo. – Hola Isobel, lamento no haber podido ayudarte – se disculpo Jenica con sinceridad. Isobel noto las miradas incomodad y el ambiente pesado, definitivamente algo estaba ocurriendo. – ¿Suced
– Tú puedes, mantén tu vista al frente – decía Velkan Bennet al pequeño Stefan que fijaba su vista hacia su objetivo.– Esta demasiado lejos, no creo poder disparar – respondía el pequeño con sinceridad.– Apunta, apoya la culata firmemente contra el hombro del lado del que vas a disparar – decía el anciano con su ceño fruncido.Con la vista fija en el maniquí que estaba a unos metros, Stefan colocaba su pequeño dedo sobre el gatillo, respirando hondo, recordaba aquellos momentos en que lo perdió todo, cuando aquel ser de blanca apariencia los ataco, asesinando a su padre y secuestrando a su madre, recordaba las sonrisas de su progenitor, recordaba a su madre, sus mimos y caricias, al hermano o hermana que nunca pudo conocer y que su madre llevo en su vientre hasta el momento en que fue transformada en vampiro, recordaba a sus abuelos, quienes tambi&e
El cielo de nuevo estaba nublado, tan gris y desolado tal cual era el animo que Isobel estaba experimentando, Jenica limpiaba la vieja casona de Ferka, quien, en un gesto generoso, se las había cedido al no serle ya de utilidad alguna a él, después de todo, ahora era un vampiro, la hermosa monja, había decidido que lo mejor era ocultarse de la vista de los cazadores en lo que las cosas volvían a la calma, y la casona donde se hallaban era el lugar perfecto para ello, aparentemente abandonada y a las afueras del pueblo, no había más casas alrededor y nadie pasaba ya por allí, Isobel, se sentía completamente desanimada, de un momento a otro había perdido su empleo y su hogar, solo trayendo con ella pocas de sus pertenencias, las mas importantes, mirando fuera de la ventana, sentía que el mundo poco a poco comenzaba a absorberla, en medio de mil cosas que habían ocurrido ya desde su llegada al pueblo.
El sol matutino se asomaba detrás de las montañas, los cálidos rayos de luz dorada anunciaban el comienzo de un nuevo día, un día más que Maurizio permanecía en el pueblo de Sibiu, había salido sigiloso a caminar entre las empedradas calles, meditando sobre todo lo ocurrido hasta ese momento, buscaba comida para llevar, sabía que Isobel despertaría en cualquier momento, aunque, quizás, no demasiado temprano, la hermosa castaña había pasado la noche junto al llamado Conde de Bourgh.Mirando en dirección a la vieja abadía, el moreno suspiraba en resignación, jamás podría competir contra aquel hombre, no era una pelea justa por los afectos de la joven, el ser al que había conocido era demasiado hermoso, demasiado perfecto…demasiado inhumano.Aún no podía terminar de creer ni entender lo que estaba ocurriendo, toda su vid
La noche había caído una vez mas sobre Sibiu y el valle, Vasile observaba fijamente a la luna sobre el techo de la casona Lacob, actual refugio de Isobel y compañía, las palabras de el hombre de apariencia extrajera lo habían dejado pensando, era imposible hasta donde su conocimiento le permitía saber, que vampiros caminaran a la luz de día, hacerlo suponía un dolor más allá de los límites y la extinción de ellos, incluso los príncipes no podían desafiar aquello, todos los maldecidos, estaban condenados a permanecer permanente ocultos en las penumbras, el único que sabía, podía caminar a la luz dorada, era el primer maldecido, su padre, Caín.Caín, sin embargo, había desaparecido hacia ya muchos siglos, después de crear a Nicholas, solo estuvo acompañándolo durante un tiempo, y nunca más se le volvió a v
Pasos firmes en medio de la espesura de los bosques de los Cárpatos, tomaban rumbo a la ciudad de Sibiu sin que nadie supiese de ello, la blanca nieve caía en abundancia coloreando todo el panorama de blanco, las copas de los árboles se mecían a merced de la furia de la tormenta invernal que los asolaba, el invierno había llegado, quizás, demasiado pronto, como presagiando lo que estaba a punto de pasar, el sol no asomaba a través de aquellas nubes oscuras, el frio era francamente insoportable, imposible de tolerar para un humano, sin embargo, aquellos seres que caminaban en medio de los bosques, dejando huellas sobre la prístina nieve en el suelo, no eran humanos, su belleza sobrenatural, su piel pálida tan fría como la tormenta que los azotaba, los revelaba como aquellos a los que tanto temían, los inmortales que se alimentaban de la sangre caliente de aquellos que los reducían a meramente condenad
La primera tormenta invernal había llegado, azotando al pueblo de Sibiu sin piedad, las calles lucían desiertas aun cuando apenas eran las once de la mañana, el frio que se sentía calaba profundamente en los huesos, la hermana Jenica preparaba chocolate caliente para todos, los pequeños hermanos Dogaru, se acurrucaban junto a Isobel y Maurizio, intentando tomar algo más de calor bajo las gruesas cobijas que había en la casona Lacob, Ferka se encontraba a fuera, a la luz del día que lucía más como un anochecer ante la espesa negrura de las nubes, Vasile le había ordenado cuidar de su viejo hogar y sus nuevos ocupantes ante la cercanía de los hijos de Dragos, todos en el pueblo estaban nerviosos, y se había desatado una búsqueda de ellos, solo era cuestión de tiempo para que Velkan Bennet y Emmeran Antonescu hicieran su aparición en el lugar para intentar llevarlos por la fu