El sol estaba en su máximo esplendor aquella fría tarde, las imponentes ruinas de la vieja abadía lucían solemnes en medio de aquellos espesos bosques de hermosos y vetustos pinos, el silencio reinaba en el sitio, no había aves, no había fauna alguna que emitiera algún sonido, nada que delatara la presencia de vida en las cercanías, como si los propios animales rehuyeran al mortal peligro que se escondía detrás de aquellos viejos muros.
Con paso firme, Emmeran y Velkan avanzaban a la cabeza de aquella turba iracunda que los seguía por detrás, cruzando aquel pequeño y viejo puente, único acceso al interior de la vieja abadía, Emmeran observo con desprecio aquella plazoleta de hermosa vista y muchas flores, el lugar lucia sumamente cuidado, como si con cariño lo mantuvieran preservado en el tiempo, aquel sitio, era donde la novicia Izebel se había enamorado del
Aquel horror ante sus ojos los hacia retroceder, ¿Podrían hacerlo? ¿Acabar con aquellos seres atrapados en sus figuras infantiles? Hacia poco tiempo aquellos mismos habían sido únicamente niños…niños inocentes que cayeron en las manos de un cruel depredador, tragando duro Emmeran repasaba la situación, tenían además otro problema más grave aún, aquellos seres horripilantes estaban caminando bajo la luz del sol sin recibir daño alguno ¿Cómo era posible? Eran los llamamos maldecidos de la eterna noche por su incapacidad de caminar bajo el abrigo de la luz, aquello era una pesadilla que ni en sus más terribles noches habría creído posible, mirando a su alrededor pudo notar como el temple de sus valientes hombres flaqueaba, ninguno de los allí presentes estaba realmente preparado para aquello, un horror más allá de la imaginació
Abría los ojos poco a poco recuperándose del estado de inconsciencia en el que había caído, ojos de oro la miraban con sincera preocupación, aquellas horridas imágenes llegaban hasta ella de nuevo, Jenica, su amada Jenica, no estaba más, la había perdido, a aquella mejor amiga, la primera que había tenido, nuevamente las lágrimas resbalaron desde sus ojos celestes, abrazándose del conde que la arropaba, lloro una vez más por la pérdida de aquella monja que usaba hábitos de novicia y había sido la única que la había realmente comprendido.– Se ha ido, la perdimos Vasile, la perdimos – dijo Isobel sabiendo bien que Vasile debía estar sufriendo igual que ella, Jenica también se había convertido en su amiga.Vasile no respondió, no sabría que decirle, sabia bien lo que su hermano menor haría, la convert
El cielo gris dejaba caer su nieve con pesadumbre, con una lentitud tal que el tiempo parecía avanzar más lento, la fina capa de nieve cubría las empedradas y vacías calles de Sibiu, se respiraba un ambiente de suma tristeza, todo en el pueblo conocían ya el cruel destino de la amable monja que usaba hábitos prístinos, se habían realizado oraciones por el eterno descanso de su alma, Isobel miraba con expresión nula la pasmosa nieve cayendo fuera de su ventana, era de día, aunque, eso no tenía ninguna importancia ya, vampiros enemigos podían moverse ante la luz del sol sin consecuencias por ello, las personas, aun a riesgo de ser atacados, habían huido en su mayoría lejos de los Cárpatos, tomado incluso el vuelo hacia otros países, todos lo sabían, de un momento a otro el verdadero caos se desataría en aquel pintoresco pueblito rodeado de hermosos bosques y montañas, sus ojos celestes estaban perdidos en la lenta y constante caída de la nieve, no había palabra que pudiesen decirle qu
Tres semanas habían transcurrido desde que el cuarto príncipe se había llevado a la muy querida hermana Jenica, el pueblo de Sibiu, sumergido en el luto de aquella tan irreparable pérdida, se sentía demasiado silencioso, después de aquel evento tan terrible, muchos fueron los que se decidieron a finalmente abandonar aquellas hermosas tierras al pie de los Cárpatos, vampiros por las noches, vampiros por el día, ya no había salida, aquel lugar se había vuelto inhabitable, sin embargo y a pesar de ello, aun habían algunas familias que se rehusaban a marchar, aquellas que habían nacido junto al pueblo y se negaban a abandonarlo, aun en medio de su mucho y justificado temor, no concebían la idea de abandonar aquel lugar que los vio crecer a ellos y a las generaciones anteriores, las pocas personas que aun quedaban, se reunían cada mañana para elevar sus oraciones al cielo pidiendo por
"Soledad, mi única amiga y mi mayor condena...en el mundo de la luz no hay lugar para los que son como yo...los monstruos de los cuentos de horror qué relatan las madres a sus niños por las noches...yo soy el Conde de Bourgh, el maldecido de la eterna noche y acepto mi destino"La luz se colaba a través de las ventanas en el rustico y pintoresco tren hasta Sibiu, despertando de nuevo de aquel extraño sueño se frotaba los ojos para luego bostezar y admirar el paisaje por la ventana, hacía muchos años que no regresaba a Sibiu, en Rumania, la ciudad de su abuelo, admirando los hermosos bosques que se retrataban fuera del vagón de tren donde viajaba recordaba momentos dichosos de su tierna infancia cuando junto a sus padres viajaba constantemente hacia allí para visitar a su malhumorado y supersticioso abuelo, la vieja Abadía abandonada comenzaba a dibujarse en med
Sueño, aquel trance, en el cual, el cuerpo humano se somete a diferentes etapas, primero, el adormecimiento que pasa a un sueño ligero, luego una etapa de transición que te lleva al sueño profundo, que finalmente nos lleva al estado Rem, la ultima etapa del ciclo del sueño…aquella que nos transporta a un mundo paradójico donde nuestros vividos recuerden vuelven a nosotros…la respiración se acelera, aparecen los clásicos movimientos oculares y surgen también las pesadillas más vívidas…la fase donde se almacenan memorias perdidas de tiempos no recordados. Isobel despertó de golpe, la noche parecía llegar a su fin, el sol comenzaba a coronarse detrás de las lejanas montañas, una espesa capa de neblina parecía retirarse hasta los bosques que rodeaban la antigua abadía, riendo para sí misma se preguntó la razón d
El canto de las aves regalaba hermosas melodías matutinas, la luz dorada del sol se colaba por el enorme ventanal donde se hallaba el balconcito que le daba una vista asombrosa a los bosques que rodeaban la vieja abadía, el viento soplaba ligeramente fresco y bastante agradable, era una mañana hermosa, la mejor para iniciar su vida laboral.Isobel ya se hallaba despierta tratando de no pensar en el hombre que se ocultaba en las sombras de sus vividos sueños, comenzaba a considerar el buscar la ayuda de un profesional que la ayudase con ello, un psicólogo quizás podría ayudarla a entender la razón de su obsesión desconocida y que siempre la acosaba en sus descansos nocturnos, lavando bien sus dientes como cada mañana, camino de vuelta a su cama, aquella vieja y hermosa joya que encontró en el balcón de su alcoba estaba sobre sus sabanas, el precioso rubí brillaba en un carmesí int
Los animados gritos infantiles que se dejaban escuchar en la plaza pública parecían a sus oídos bellísimos coros de ángeles, aunque no contribuían a aliviar su dolor de cabeza, niños corrían de un lado a otro disfrutando entre juegos de su tierna infancia, era un hermoso día de verano, el sol del medio día estaba en lo alto y bañaba tanto el valle como al viejo pueblito con sus cálidos rayos dorados de luz…su abuelo había pasado de nuevo la noche en vela, muy pendiente de aquella extraña niebla que de nueva cuenta había bajado desde la abadía, no era una mentira dicha por Nicoleta, su abuelo en realidad no pegaba pestaña durante esas noches, se quedaba en el pórtico del grande balcón de su alcoba apostado cual general en cuartel sosteniendo su rifle cargado con curiosas balas de plata a las que lo había visto márcales una cruz y ro