—De nada cielo, pero recuerda que yo tengo que trabajar mucho, por eso casi no voy a ningún lado. — la niña frunció el ceño al oírla. Santiago solo no dejaba de verla. —Porque mi papá estuvo muy enfermo y mi abuelo ya está muy mayor, así que yo trabajo por ellos para que puedan cuidarse. —Eres la mejor — Emily la abrazó muy fuerte y ella no pudo evitar sonreír con el corazón lleno de ternura, Santiago carraspeo para poder pasar el nudo que tenía en la garganta, ¿se estaba volviendo loco? Estaba deseando a Luciana como nunca lo había hecho con ninguna mujer. —Emy, ¿Para qué fuiste a buscarme? — Necesitaba pensar en otra cosa, su hija lo miró a los ojos, en ese momento se odio así mismo, tenía sus pequeños ojos rojos por el llanto. —Para decirte que quería que comiéramos los tres juntos aquí, en el río. — Santiago le sonrió cómo el gato de Alicia, porque en ese momento se dio cuenta que su hija estaba muy pegada a Luciana y eso iba a ser de gran ayuda para conquistarla. —Eres una n
Luciana nunca se había sentido como ese día, o si lo había estado no lo recordaba, Emily se había encargado de hacerlos reír a ambos, comía animadamente, parecían una familia verdadera, incluso respiraba profundo cada vez que podía, había quedado enamorada de ese lugar desde que lo vio. También vio una faceta que le gustó aún más de Santiago, quién reía a carcajadas al oír a su hija, le hacía bromas que molestaban a la pequeña, incluso se quitó el saco, se subió las manos de su camisa y empezó a jugar con la niña en el pasto, incluso ella al final jugó con ellos, por insistencia de la niña. Habían reído tanto esa tarde y jugado, que Emily se había quedado dormida en su regazo, Santiago había tenido y un brillo muy especial al igual que ella, porque cuando había llegado a su casa, su padre y su abuelo la habían mirado sorprendidos. Su padre le había dicho en ese momento que le había algo diferente, y en realidad ella se sentía diferente, había subido a la habitación, se había dado un
En todo el camino hacía la playa Emily iba hablando, cantando y haciendo reír a los dos adultos que iban en la parte de adelante, casa que podía Santiago miraba a Luciana, le encantaba verla relajada y sonriendo, el primer día que él la había conocido había visto a una mujer hermosa, pero aislada, sería y que si sonreía era solo por obligación y compromiso. Pasaron a almorzar a un lugar de camino a la playa, Santiago tuvo que hacer mucho esfuerzo para no golpear al mesero, que se le fueron los ojos viendo a Luciana, sin decir nada colocó su mano en la parte baja de su espalda, quería hacerle ver al idiota que ella iba acompañada y no sola, pero parecía que ese día no tendría suerte. —Señorita, le envían esta copa de vino — le dijo una mesera a Luciana quién estaba sorprendida mientras que Santiago fruncía el ceño. —¿Quién? — dijo seria cuando se le pasó la impresión. —Aquel hombre de la mesa del fondo — tanto Santiago como Luciana miraron dónde la mujer señalaba y aún hombre apues
Cuando llegaron Luciana admiraba el lugar con la boca abierta, aunque venía de una familia adinerada nunca había pisado ese lugar, cuando deseaba ir a la playa iba a Miami o se iba alguna playa del Caribe. Siempre le habían dicho que los Hamptons era un lugar exclusivo para las personas más poderosas y adineradas y no era que ella no tuviera dinero suficiente, sólo era que muy poco le importaba, nunca había sido muy materialista. Pero no podía negar que las casas eran de ensueño y era un lugar muy hermoso. La increíble mansión le quitó el aliento en cuanto se detuvieron. —No pensé que tuvieras una mansión en este lugar — dijo en cuánto él estacionó el auto. —No es mía, es de mis padres, mi madre ama este lugar, la heredó cuando se casó con mi padre, venía todos los veranos aquí, era de mis abuelos. — ella lo miró y sonrió, Santiago acarició su mejilla con infinita ternura. —Espero te guste el lugar. — dijo acercándose más a ella. Pero en ese momento Emily empezó a removerse en su
Cuando Luciana llegó a su habitación no sabía qué pensar o hacer, toda ella era un manojo de nervios y confusión, no sabía qué era lo correcto. En ese momento su celular sonó en toda la habitación, cosa que la hizo saltar del susto. —¡Dios! — dijo para sí misma. — ¿Qué me pasa? — se fue en busca del aparato que estaba en la mesita de noche, cerró los ojos y respiró profundo al ver que era su amiga quién llamaba nuevamente. —Eres intensa —dijo en cuánto contestó —¿No puedes esperar a que llegue a casa? — dijo algo frustrada e Irina lo notó. —¿Qué pasa Lu? ¿Qué te tiene así? — Su amiga la conocía a la perfección y Luciana lo sabía, volvió a suspirar frustrada. Sabía que nadie podía oírla, Emily estaba en su habitación con Santiago, pero aún así le puso seguro a su habitación y corrió al baño. —Estoy confundida. No sé qué es lo correcto — dijo en un tono lleno de frustración y dolor. —Cariño, te gusta Santiago, ¿cierto?—Él es increíble, es perfecto, pero no creo que deba estar con
— Te ves realmente preciosa — dijo Santiago aún encima de sus labios — Cuando creo que ya no te puedes ver más perfecta y hermosa me sorprendes — ¿Cómo lo haces? — dijo sonriendo, ella simplemente sonrió y volvió a besarlo. Santiago respondió con ganas de hacerla suya ahí mismo, pero no podía, debía continuar con la cena que le había preparado a ella. Se soltó de ella sin ánimos de hacerlo y con una gran sonrisa le tomó la mano. —Ven — le dijo con ternura, Santiago le guió hasta la playa, dónde había una mesa para dos, había un camino de pétalos de flores desde la casa hasta dónde estaba la mesa, incluso, en la silla, y en la mesa habían pétalos esparcidos, también habían pequeñas candelas formando un corazón alrededor de la mesa. Luciana no podía creer lo que veía en frente de sus ojos. —Esto está hermoso — dijo con un nudo en la garganta. —¿En serio? — Santiago se sentía nervioso, porque hacía años no hacía algo romántico por una mujer, y no sabía si estaban bien las cosas, ademá
El beso cada vez se iba haciendo más profundo, más intenso, Santiago la deseaba como un loco y ella no era indiferente a lo que en ese momento sentía y quería, sus manos pasaban del cabello de Santiago a sus brazos y luego a su pecho, y eso lo estaba poniendo fuera de sí. Santiago usó toda su fuerza de voluntad y se separó de ella, tenía sus manos en los hombros femeninos, ambos se miraban a los ojos y respiraban con dificultad. —Sí sigues besándome de esa manera no voy a poder detenerme Luciana, es demasiado poderoso lo que siento y el deseo que tengo por ti. — Luciana tenía años de no estar con alguien, después de la muerte de Diego solo había estado con un hombre y fue estando borracha y por culpa de Irina que la había llevado ahí y la había dejado sola, por eso simplemente ya no salía, prefiera estar en su casa o en su trabajo, pero ahora era diferente, porque no estaba ebria, porque realmente deseaba a Santiago, porque su toque la hacía olvidar y eso quería ella. —No quiero que
Luciana hacía muchos años que no dormía también, pudo sentir como un fuerte brazo la tenía abrazada desde su espalda, suspiró sintiéndose segura, pero cuando ya empezó a despertar de ese sueño tan maravilloso se dio cuenta que no era nada producto de su imaginación, que todo era real, abrió los ojos de golpe y algo en su pecho se oprimió —¿De verdad se había acostado con Santiago? — cerró los ojos con fuerza, a su mente llegó Diego, todas esas veces que había amanecido a su lado, lo feliz que se sentía, y luego el día en que todo acabó y el dolor la invadió, la desgarró por completo, los días tan horribles que llegaron después de esa noticia, no, no, definitivamente ella no podía volver a pasar algo así, simplemente no iba a poder soportar ese dolor tan grande de perder a la persona que amas, se levantó de la cama, se vistió y antes de salir le dio una última mirada a Santiago, él era perfecto, pero ella sencillamente no podía volver arriesgar su corazón. Se dio una ducha rápida, quer