Cuando Luciana salió de la habitación volvió con los demás, una emoción la invadió la felicidad, su padre estaba ahí, corrió hasta refugiarse en los brazos de ese hombre que siempre había sido su ancla y refugio en los peores momentos de su vida, volvió a llorar sin poder evitarlo. Ronald abrazó a su hija muy fuerte, Milo lo estaba molesto, tanto con Guiselle por lo que trató de hacerle a su hija, como con Adela O'Brien por hacerla sentir menos, Camille le había contado todo lo que había pasado. —Todo va a estar bien mi amor, Santiago es un hombre fuerte, vamos, debes descansar un poco, igual nada haces aquí. — Luciana empezó a negar con la cabeza. — No vas a empezar a contradecirme señorita, Santiago estará en observación cuarenta y ocho horas, mientras no harás nada aquí, te concedo que vengas por ratos hasta que tu esposo despierte, pero no vas a pasar aquí las cuarenta y ocho horas tienes que cuidarte, cuidar al bebé y cuidar a Emy, por ella iremos de inmediato. — dijo decidido.
Santiago salió del hospital una semana después de que había despertado, él le había tenido que exigir al doctor que lo dejaran salir, y lo consiguió pero con la condición de que debía guardar reposo un mes completo y no podía salir del país hasta que estuviera dado de alta, a lo cuál Santiago aceptó. Al salir del hospital fueron directamente a la casa de Ronald, Luciana iba sumida en sus pensamientos. —Amor, ¿Pasa algo? — Luciana dejó de mirar el camino para mirar a su esposo. —Nada, es sólo que estaba pensando en que tal vez deberías ir a casa de tus padres — Aunque Santiago siempre le había dado su lugar, ella se sentía mal, ya que sabía que su suegra sufría por su hijo. Santiago por su lado suspiró y le apretó con fuerza la mano de ella. —Mi lugar es dónde tú y Emily estén. ¿Debo hablar con mi madre?, sí, pero por ahora no será, estoy aún muy enojado con ella, con lo que hizo, así que dejaré que se me pase el enojo y luego hablaré con ella. —De acuerdo — contestó mirándolo a
Luciana se levantó agitada luego de estar soñando con Diego, el que fue el amor de su vida. Desde hacía cinco años había dejado de dormir, y aunque muchas veces usaba píldoras para dormir, no quería depender de ellas.Diego había sido su novio desde la universidad, lo había conocido el primer día, era el tipo deportista guapo, atlético, con una hermosa sonrisa y todas mujeres e incluso algunos hombres vivían enamorados de él, pero Diego era diferente a los deportistas a los cuales estaba acostumbrada a tratar, él era atento, cariñoso, un caballero, cuando él empezó a invitarla a salir pensó que sólo era una fachada, pero no había sido así, él era transparente, tanto así que la enamoró, luego de terminar la universidad, Diego le propuso matrimonio, ella había aceptado de inmediato, llevaban casi cuatro años juntos y realmente lo amaba, al igual Diego a ella, estaban realmente enamorados, tanto que Diego le dio un plazo de seis meses para que pudieran planear la boda, pero una semana an
Santiago no podía dejar de ver los hermosos ojos azules de la mujer que tenía de frente, que a simple vista se veía una mujer de clase, lo único que aún no lograba comprender era que hacía en el piso con su pequeña hija. Luciana estaba muy segura que él hombre era el padre de la niña, si era identificada a él, hasta el lunar en el lado izquierdo lo tenía, ese hombre era muy alto, moreno, tenía unos hermosos ojos cafés, su cabello negro y barba de días lo hacían ver increíblemente atractivo, Luciana no sabía que pasaba con ella, ya que desde la muerte de Diego ella nunca se había fijado tanto en un hombre. —Papi— dijo la niña sacando a ambos de la burbuja en que se encontraban. —Cariño te he estado buscando por todos lados ¿Por qué has huido así? Sabes que no debes hacerlo, podría pasarte algo malo y sabes que no podría perderte — Luciana sintió que su corazón se derritió al oírlo — ¿Y está hermosa dama quién es? — la pequeña niña corrió a los brazos de su padre al oírlo y luego mir
—Es hermosa, ¿cierto? — preguntó Ronald con una sonrisa, mientras miraba como Santiago se había quedado mirando por dónde Luciana acababa de salir. —Más que eso es perfecta, pero algo seria — dijo mirando a los ojos del hombre. Ronald bajó a Emily de sus regazos. —Cariño, ¿podrías ir a pedirme un café? — Emily asintió al oír a su abuelo y salió corriendo del lugar en busca del café de su abuelo, Santiago supo que él no quería que su hija escuchara lo que tenía que decir — No siempre fue así, era una mujer alegre, amaba la vida y sonreía por todo. —¿Y qué pasó? — preguntó Santiago muy interesado en lo que el hombre le decía. —El amor le pasó — Santiago supo que en ese momento tuvo celos y rabia al mismo tiempo y no sabía el porqué, ya que era una estupidez, venía conociéndola. —¿La engañó? — la rabia se hacía presente una vez más, mientras pensaba en lo que pudo haberle hecho el hombre, pero Ronald negó con la cabeza. —No, él estaba muy enamorado de ella. Diego era un gran hombre
Luciana había decidido no ir a trabajar ese día, de verdad quería estar para Irina y ayudarle en todo respecto a la boda, ella había sido su mejor amiga casi hermana desde niña, se lo merecía. La noche anterior había cenado con su padre y su abuelo, a quiénes les avisó que al día siguiente no iba a ir a trabajar porque estaría con Iriana en los preparativos de su boda. Fue un grave error, ya que los hombres que aceptaron encantados que no fuera a trabajar, también empezaron a hostigarla de que ella también tenía que buscar a un hombre en su vida. Cosa que la hizo molestarse un poco y irse a su habitación, su padre había llegado poco tiempo después y se había disculpado, luego le había dado las buenas noches y salió de la habitación. Luciana sabía que era cierto que aún tenía un gran amor hacia Diego, él había sido su primer gran amor, pero lo que nadie sabía era el miedo que ella tenía de volverse a enamorar y volver a perder a esa persona que amaba, simplemente no podía soportarlo.
Santiago no podía controlar los latidos de su corazón, ¿Qué le pasaba? Apenas había conocido ayer a Luciana y ya lo tenía tonto. —Qué pequeño es el mundo ¿No crees? — dijo Luciana rompiendo el silencio, él la miró un momento y luego volvió a mirar a la carretera. —Creo que sí. — dijo sonriendo, ella lo miraba fijamente y eso lo hizo sonrojarse. —Creo que de una u otra forma iba a conocerte. —Sí, era nuestro destino — Luciana al oírlo se sonrojó y decidió mirar por la ventana. Santiago no pudo evitar sonreír al verla de reojo. Ella tomó una gran bocanada de aire y volvió a hablar. —¿Cómo está la princesa Emily? — Santiago no pudo evitar mirarla con gran intensidad, por la forma tan cariñosa y realmente interesada que preguntó por su hija. —Enojada porque no la traje conmigo — dijo riendo al recordar a su hija con los brazos cruzados enojada porque no iba con su padre. —¿Siempre la llevas a todos lados contigo? — quiso realmente saber. Santiago asintió con la cabeza. —Sí, desde
Ninguno dijo nada después de eso, primero porque él había durado más de media hora contándole su vida y segundo porque faltaba poco para llegar al lugar, así que Luciana decidió admirar el paisaje. Ambos se sentían cómodos. A lo lejos pudieron observar cómo se veía una enorme y esplendorosa mansión, la atmósfera era increíble, la mansión estaba rodeada de pura naturaleza y por supuesto el viñedo, Luciana entendió en ese momento porqué su amiga había quedado enamorada de ese lugar.Él viñedo se encontraba exactamente en Long Island, New York, la propiedad era como un negocio, propiedad de la familia Guiachetti, misma que se encarga de la operación del lugar y la producción del vino. En cuanto se bajaron del auto todos estaban fascinados. —Me encanta el lugar — dijo Luciana en voz alta — mira el espacio tan grande para hacer la boda, va a quedar fantástico. — Irina dio saltitos de alegría al escuchar a su amiga. —Luciana tiene razón, este lugar es increíble — comentó Santiago, en es