Luciana había decidido no ir a trabajar ese día, de verdad quería estar para Irina y ayudarle en todo respecto a la boda, ella había sido su mejor amiga casi hermana desde niña, se lo merecía.
La noche anterior había cenado con su padre y su abuelo, a quiénes les avisó que al día siguiente no iba a ir a trabajar porque estaría con Iriana en los preparativos de su boda. Fue un grave error, ya que los hombres que aceptaron encantados que no fuera a trabajar, también empezaron a hostigarla de que ella también tenía que buscar a un hombre en su vida. Cosa que la hizo molestarse un poco y irse a su habitación, su padre había llegado poco tiempo después y se había disculpado, luego le había dado las buenas noches y salió de la habitación.
Luciana sabía que era cierto que aún tenía un gran amor hacia Diego, él había sido su primer gran amor, pero lo que nadie sabía era el miedo que ella tenía de volverse a enamorar y volver a perder a esa persona que amaba, simplemente no podía soportarlo.
Se miró su reflejo y una vez más en el espejo, llevaba unos short de mezclilla y una blusa de tiras color celeste, cosa que hizo resaltar sus ojos, unas tenis altas blancas y un pequeño bolso del mismo color de su blusa. Se hizo una cola alta, algo desordenada y dejó dos mechones sueltos en la parte de enfrente. Antes de salir de la habitación detallo la foto con Diego se acercó a ella y la acarició, lo extrañaba mucho, sus hermosos ojos verdes, su sonrisa, Diego había sido tan lindo y especial con ella que el día que se volviera a enamorar no quería menos que lo que ese hermoso hombre le había dado. En ese instante su celular sonó, por lo que dejó la foto donde se encontraba y en su bolso buscó su teléfono, vio el nombre de su amiga.
—No lo he olvidado — dijo en cuanto contestó — solo voy a desayunar y salgo para allá — Luciana tuvo que quitarse el celular de la oreja al oír el grito de su amiga.
—Eso es maravilloso. De verdad me alegra que no me dejaras plantada.
—No pensaba hacerlo, te prometo que seré la mejor madrina del mundo — Irina se rió al otro lado de la línea.
—Bien te espero en mi casa. — Luciana frunció el ceño al oír a su amiga.
—¿Por qué? Pensé que iríamos juntas.
—Lu, Saúl también irá.
—¿Y cuál es el problema? — Luciana seguía sin entender, porque hasta dónde tenía entendido ella se llevaba muy bien con Saúl. Irina resopló, sabía que Luciana se había vuelto una persona huraña, no le gustaba mucho relacionarse con las personas, odiaba tener que tratar a alguien a menos que fuera de trabajo, tal vez si fuera la Luciana de años atrás todo sería más sencillo.
—Irán dos carros, en uno iré yo con Saúl y en el otro tú con el padrino. Él también quiere estar presente en los preparativos, es un hombre muy familiar.
—Iriana — dijo Luciana en tono de advertencia.
—Te juro que no es una cita a ciegas ni nada por el estilo, conociéndolo a él estoy segura que se podrían llevar bien, por lo menos solo como los padrinos de la boda. Pero si de plano no quieres tratar con nadie más que conmigo y Saúl, entonces puedes ir con nosotros o llevar tú auto. — Luciana suspiró, y miró la foto de Diego, ella tenía que volver a ser la mujer que fue hace muchos años atrás, aunque fuera un poco.
—No, no te preocupes, iré con el padrino, necesito ir conociéndolo, recuerda que seremos los encargados de que ese matrimonio quede espectacular. — Irina sonrió al oír a su amiga, era un gran avance.
—Bien, entonces ve a desayunar y aquí te esperamos. Te quiero.
—De acuerdo y yo también — dijo antes de cortar. Cuando bajó a desayunar, ni su padre ni su abuelo estaban, al parecer habían salido temprano, Luciana hizo un gesto con su boca, solo esperaba que realmente ese par se cuidara.
Luego de desayunar, subió a lavarse los dientes y luego pidió un taxi, suspiró frustrada, amaba conducir, pero por hoy lo dejaría, aunque si lo pensaba bien, era una estupenda idea, ya que así podría probar los vinos con esa motivación se montó al taxi luego de unos minutos y luego se dirigió al apartamento de su mejor amiga. En el camino estuvo pensando si ella también no debería buscar un apartamento, amaba vivir con su padre y abuelo pero a veces eran muy entrometidos, debería pensarlo bien antes de hacerlo.
Unos minutos antes de llegar le envío un mensaje a Irina, avisándole que llegaría en unos pocos minutos. Cuando llegó tanto su amiga como Saúl estaban afuera esperándola. Pago al chófer por el servicio y se bajó del auto con una sonrisa.
—Hola— dijo Irina mientras llegaba hasta su amiga y la abrazaba. — Te he extrañado — Luciana sonrió al oírla.
—Yo también cariño — se soltó de su mejor amiga para abrazar y saludar a Saúl.
—Me da mucho gusto verte Lu. Ya el padrino está por llegar, voy trayendo el auto —
—A mi también Saúl, ve yo me quedo con la novia — dijo divertida, ese hombre había demostrado cuán enamorado estaba de su amiga. Saúl sonrió mientras iba por el auto.
—Estoy tan feliz.
—Sé te nota amiga, y de verdad me alegro por ti. ¿A cual viñedo iremos?
—Del vino Vineyards, está a una hora de aquí, tal vez una hora diez, más o menos, las fotos del lugar se ven increíbles.
—Pues mientras realmente te guste el lugar, haremos lo que sea para que tu boda sea espectacular cariño, ya lo verás. — en ese momento Saúl salió del subterráneo con la camioneta y otra llegó por detrás.
—Llegó el padrino — dijo Irina con una gran sonrisa. Luciana no podía verlo desde ahí porque la camioneta de Saúl tapaba la del padrino.
—Parece que te cae muy bien — dijo mirando a su amiga.
—Sí, de maravilla, Santiago es un gran hombre.
—¿Santiago? — preguntó en un susurro Luciana, cuando Irina iba a contestar llegaron los dos hombres.
—Creo que ya podemos irnos, Santi ha llegado. — dijo Saúl quién en ese momento dirigió su mirada a Luciana — Lu, te presento a mi mejor amigo Santiago O'Brien. — y luego se giró hacía su amigo — y a ti te presento a Luciana Brown, la mejor amiga de Irina. — ambos se miraron sorprendidos, Santiago no pudo evitar verla de arriba a abajo con la mirada.
—Hola señorita Brown, un gusto verla de nuevo — Irina frunció el ceño al oír a Santiago.
—¿Se conocen? — preguntó sin poder quedarse callada. Santiago le sonrió y la saludó con un beso en la mejilla.
—Sí enana, nos conocimos ayer.
—¿Así? — preguntó Irina, mientras levantaba una ceja y miraba a su amiga.
—Sí, el señor O'Brien es un nuevo socio de la empresa. — Luciana miró a su amiga frunciendo el ceño, al ver la forma en que ella la miraba.
—Bueno, lo bueno es que ya se conocen y no será muy extraño para ustedes. Debemos irnos si queremos llegar a tiempo — dijo Saúl tomando la mano de Irina para llevarla al auto. Santiago por su parte, extendió un brazo hacía delante, permitiendo que Luciana pasara delante de él hacía el auto. Como hombre que era y que además la mujer que tenía delante de él le hacía sentir su corazón latir muy deprisa, no pudo evitar mirarle las nalgas, con un suspiro miró al cielo.
—Apiadate de mi Diosito — dijo en un susurro para él — está mujer hará que muera de un infarto. — negó con la cabeza mientras sonreía para el mismo. Le abrió la puerta a Luciana como todo un caballero, luego subió él y se fueron detrás de sus amigos. Sería la hora más larga de sus vidas.
Santiago no podía controlar los latidos de su corazón, ¿Qué le pasaba? Apenas había conocido ayer a Luciana y ya lo tenía tonto. —Qué pequeño es el mundo ¿No crees? — dijo Luciana rompiendo el silencio, él la miró un momento y luego volvió a mirar a la carretera. —Creo que sí. — dijo sonriendo, ella lo miraba fijamente y eso lo hizo sonrojarse. —Creo que de una u otra forma iba a conocerte. —Sí, era nuestro destino — Luciana al oírlo se sonrojó y decidió mirar por la ventana. Santiago no pudo evitar sonreír al verla de reojo. Ella tomó una gran bocanada de aire y volvió a hablar. —¿Cómo está la princesa Emily? — Santiago no pudo evitar mirarla con gran intensidad, por la forma tan cariñosa y realmente interesada que preguntó por su hija. —Enojada porque no la traje conmigo — dijo riendo al recordar a su hija con los brazos cruzados enojada porque no iba con su padre. —¿Siempre la llevas a todos lados contigo? — quiso realmente saber. Santiago asintió con la cabeza. —Sí, desde
Ninguno dijo nada después de eso, primero porque él había durado más de media hora contándole su vida y segundo porque faltaba poco para llegar al lugar, así que Luciana decidió admirar el paisaje. Ambos se sentían cómodos. A lo lejos pudieron observar cómo se veía una enorme y esplendorosa mansión, la atmósfera era increíble, la mansión estaba rodeada de pura naturaleza y por supuesto el viñedo, Luciana entendió en ese momento porqué su amiga había quedado enamorada de ese lugar.Él viñedo se encontraba exactamente en Long Island, New York, la propiedad era como un negocio, propiedad de la familia Guiachetti, misma que se encarga de la operación del lugar y la producción del vino. En cuanto se bajaron del auto todos estaban fascinados. —Me encanta el lugar — dijo Luciana en voz alta — mira el espacio tan grande para hacer la boda, va a quedar fantástico. — Irina dio saltitos de alegría al escuchar a su amiga. —Luciana tiene razón, este lugar es increíble — comentó Santiago, en es
Cuando Santiago y Luciana subieron al auto, el celular de él empezó a sonar. —Ya se había tardado — dijo divertido, Luciana por el contrario frunció el ceño al oírlo. Santiago colocó el teléfono en un porta celular y aceptó la llamada con una sonrisa. —¡Papi! — gritó la niña emocionada de ver a su padre. —Hola princesa — Luciana al oír a Emily sonrió con ternura. —Papi, te extraño tanto, estoy aquí tan sola y abandonada — dijo haciendo unos ojitos de cordero. — Santiago cada día se enamoraba más de su hija, aunque fuera una pequeña manipuladora. Luciana no pudo echarse una pequeña risa al oír a Emily, risa que llegó a los oídos de la niña. —¿Quién está contigo papá? ¿Es tío Saúl o la novia? — Santiago miró a Luciana con una gran sonrisa. —Ninguno de los dos cariño, ¿recuerdas que voy a ser el padrino de la boda? — la niña asintió pero igual habló. —Sí, y por eso te dije que yo debía ser la madrina papi, así yo puedo estar presente en todo — Luciana no podía dejar de reír, en es
En el camino a la casa de Santiago ninguno dijo nada, pero él quería saber más de ella, quería que tuviera la confianza que él le había tenido, claro está que no podía obligarla. —¿Puedo preguntarte algo? — dijo algo inseguro, eso hizo que Luciana se girara a mirarlo. —Claro, dime. —¿Qué cosas te gusta hacer? A parte de trabajar. — no quería ir directo al punto, porque en realidad también quería conocer que hacía. Luciana no pudo evitar sentirse algo incómoda y no porque la pregunta fuera descortés, sino porque ella simplemente había dejado de vivir la vida como era. — No tienes que contestarme si no quieres. — Luciana solo suspiró. —No es que no quiera contestarte, es que simplemente me dedico a trabajar — Santiago frunció el ceño al oírla. —¿Por qué? Eres joven, ¿no sales ni con Irina? —Hace cinco años dejé de ser yo, e Irina ella es como mi hermana, así que cuando ella me necesita estoy para ella, salimos algunas veces, cuando mi trabajo me lo permite. —Te voy a hacer sincer
Santiago abrió la puerta de su despacho e hizo que Rosé entrara primero. — Siéntate por favor — ella lo hizo de forma que su vestido se subiera y enseñara sus piernas. Santiago se sintió incómodo al ver la acción de la joven, él no era estúpido, sabía que ella quería algo con él, no podía negar que era hermosa, pero también sabía que tener una aventura con ella sería serios problemas, por eso cuando tenía aventura de una noche era con mujeres que no conocía así evitaba muchas cosas. —Usted dirá señor. — dijo con voz melosa, Santiago la miró a los ojos. —¿Quiero saber porque le dices a Emily que nos vamos a casar y que a ella ya no voy a quererla? Y que además ella es un estorbo — su voz en ese momento era fría, odiaba que se metieran con su hija y la hicieran sufrir. Rosé se puso pálida al escucharlo. —Señor, yo nunca he dicho que la niña es un estorbo, no le voy a mentir y decir que no le he dicho que si usted se fijara en mí, sería muy feliz. Usted sabe lo que siento ya se lo ha
—De nada cielo, pero recuerda que yo tengo que trabajar mucho, por eso casi no voy a ningún lado. — la niña frunció el ceño al oírla. Santiago solo no dejaba de verla. —Porque mi papá estuvo muy enfermo y mi abuelo ya está muy mayor, así que yo trabajo por ellos para que puedan cuidarse. —Eres la mejor — Emily la abrazó muy fuerte y ella no pudo evitar sonreír con el corazón lleno de ternura, Santiago carraspeo para poder pasar el nudo que tenía en la garganta, ¿se estaba volviendo loco? Estaba deseando a Luciana como nunca lo había hecho con ninguna mujer. —Emy, ¿Para qué fuiste a buscarme? — Necesitaba pensar en otra cosa, su hija lo miró a los ojos, en ese momento se odio así mismo, tenía sus pequeños ojos rojos por el llanto. —Para decirte que quería que comiéramos los tres juntos aquí, en el río. — Santiago le sonrió cómo el gato de Alicia, porque en ese momento se dio cuenta que su hija estaba muy pegada a Luciana y eso iba a ser de gran ayuda para conquistarla. —Eres una n
Luciana nunca se había sentido como ese día, o si lo había estado no lo recordaba, Emily se había encargado de hacerlos reír a ambos, comía animadamente, parecían una familia verdadera, incluso respiraba profundo cada vez que podía, había quedado enamorada de ese lugar desde que lo vio. También vio una faceta que le gustó aún más de Santiago, quién reía a carcajadas al oír a su hija, le hacía bromas que molestaban a la pequeña, incluso se quitó el saco, se subió las manos de su camisa y empezó a jugar con la niña en el pasto, incluso ella al final jugó con ellos, por insistencia de la niña. Habían reído tanto esa tarde y jugado, que Emily se había quedado dormida en su regazo, Santiago había tenido y un brillo muy especial al igual que ella, porque cuando había llegado a su casa, su padre y su abuelo la habían mirado sorprendidos. Su padre le había dicho en ese momento que le había algo diferente, y en realidad ella se sentía diferente, había subido a la habitación, se había dado un
En todo el camino hacía la playa Emily iba hablando, cantando y haciendo reír a los dos adultos que iban en la parte de adelante, casa que podía Santiago miraba a Luciana, le encantaba verla relajada y sonriendo, el primer día que él la había conocido había visto a una mujer hermosa, pero aislada, sería y que si sonreía era solo por obligación y compromiso. Pasaron a almorzar a un lugar de camino a la playa, Santiago tuvo que hacer mucho esfuerzo para no golpear al mesero, que se le fueron los ojos viendo a Luciana, sin decir nada colocó su mano en la parte baja de su espalda, quería hacerle ver al idiota que ella iba acompañada y no sola, pero parecía que ese día no tendría suerte. —Señorita, le envían esta copa de vino — le dijo una mesera a Luciana quién estaba sorprendida mientras que Santiago fruncía el ceño. —¿Quién? — dijo seria cuando se le pasó la impresión. —Aquel hombre de la mesa del fondo — tanto Santiago como Luciana miraron dónde la mujer señalaba y aún hombre apues